LA NACION

Ayuno intermiten­te + entrenamie­nto. El fitness al extremo

Aunque los médicos advierten sobre la necesidad de control profesiona­l, el método 16/8 se popularizó entre los que buscan perder o mantener peso y los que llevan exigentes rutinas en el gimnasio: el fenómeno y sus riesgos

- Laura Reina

20/4; 16/8; 12/12. No se trata de una serie de claves ni códigos secretos ni una compleja fórmula matemática. Es una práctica (o un modo de alimentaci­ón) entre quienes buscan bajar de peso o mantener un peso saludable, que incluso se popularizó entre quienes entrenan. Se trata del ayuno intermiten­te, es decir, pasar gran parte del día sin consumir alimentos (solo agua, café negro, té o mate) y comer dentro de una ventana de tiempo que puede ser de 4, 8 o

12 horas.

“Menos es más”, repite Marcelo Rodríguez, director de Indigo Fitness Training mientras entrena en su propio centro, en Belgrano. A los 56 años, el entrenador, especialis­ta en gimnasia hipopresiv­a y de bajo impacto, habla de la comida. Desde que empezó con los ayunos intermiten­tes (todos los días ayuna 16 horas) asegura que se siente con más energía para encarar la jornada llena de actividade­s que demandan gran esfuerzo físico: “Me levanto antes de las 6 AM y lo primero que hago es hidratarme. Dos o tres vasos de agua. Después, café negro con canela y luego tomo agua con sal del Himalaya para equilibrar los minerales. De 14 a 22 es mi ventana de alimentaci­ón. Esa es mi forma de comer”.

Dentro de la comunidad médica, los ayunos intermiten­tes están empezando a tener aceptación. Uno de los profesiona­les que lo recomienda es Julio Montero, médico especialis­ta en nutrición y presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentari­os. “Lo más saludable es comer a intevarlos prolongado­s. Los humanos hemos pasado largos períodos de ayuno. Se salía a cazar así. Fuimos diseñados para funcionar con el estómago vacío”, sostiene.

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“Mis almuerzos y cenas son poderosos. Gasto una importante cantidad de calorías y tengo que recuperarl­as. Sigo la dieta cetogénica, sin harinas ni granos. Como proteínas, grasas y verduras bajas en carbohidra­tos. Como palta, como brócoli y todas las verduras de la familia de las crucíferas. De vez en cuando, calabaza. También, frutos secos y rojos –detalla Rodríguez–. En nuestro ambiente hay un dicho que dice que es mejor entrenar como un león hambriento que como un perro comido. Si comiste estás pesado, en cambio si no comiste tenés esa energía que te da pensar que después del esfuerzo vas a comer. Es un aliciente”, sostiene y asegura que empezó con los ayunos intermiten­tes los domingos por la noche y luego los extendió a más días hasta abarcar toda la semana. Una vez por mes, además, hace un ayuno de 24 horas.

Rodríguez aclara que no es médico, pero que basa sus conocimien­tos en diversos papers científico­s, como el del japonés Yoshinori Ohsumi (Premio Nobel 2016 por sus investigac­iones sobre el mecanismo de autofagia, un procedimie­nto para degradar y reciclar componente­s celulares) y en su propia experienci­a. “La autofagia es comerse a sí mismo. ¿Qué cosas? Las que no sirven. El ayuno intermiten­te sirve para darle tiempo al cuerpo a comerse esas cosas que no sirven. Es una limpieza superficia­l. El ayuno largo, de 24 horas, es más profundo. Ahí el cuerpo come cosas más importante­s. Además, después de 20 horas, el organismo empieza a producir células madre en cantidad. Y en todo este proceso del ayuno se alimenta de grasa. El ayuno no es una dieta para bajar de peso, es una forma de vivir –plantea–. Lo que pregono lo probé primero en mí. Todos mis alumnos practican algún tipo de ayuno. Eso sí: a mis clases les digo que vengan comidos”.

Stephie Bacque (@mind.fits) también practica ayunos intermiten­tes diarios. Aunque estudió Finanzas, su gran interés estuvo puesto siempre en la medicina. Y más específica­mente en la holística. Hace unos años hizo la certificac­ión de Health Coach en el Institute of Integrativ­e Nutrition (IIN), en Nueva York. “Yo estudié ayunoterap­ia y además tengo una cadena de comidas saludables, Poké & Roll. El que practica deporte puede hacer ayunos intermiten­tes de 16/8, es decir, con una ventana de ocho horas para comer y reponer la energía. Es algo que está en boga entre los deportista­s; de hecho, estoy por dar un curso de ayunoterap­ia deportiva para una importante cadena”, dice Stephie, que trabaja con pacientes que buscan cambiar su forma de comer.

“Empecé con los ayunos guiados por un problema de alimentaci­ón. Y me hizo muy bien. Los primeros días el cuerpo está fatigado porque está eliminando toxinas. Después se adapta a su nueva situación. Yo hago nutrición celular: cuando hacés 16 horas de ayuno le das al organismo el tiempo completo para limpiarse y las células pueden trabajar en otras cosas que no sean la digestión”, plantea, y agrega: “A diferencia de lo que se cree, con el ayuno sacás la comida del centro de tu pensamient­o. Vivimos pensando qué vamos a comer, y eso genera más ansiedad por la comida”.

Es tanta la gente que hace algún tipo de ayuno que surgieron apps como Zero, Bodyfast o Clear que tienen un contador que cuanta las horas de ayuno y da tips para seguir con el plan. “Ayunar no es dejar de alimentars­e. Si se va a empezar, siempre hay que hacerlo acompañado de un profesiona­l”, advierte Bacque, que desaconsej­a el uso de estas aplicacion­es: “Creo que lo que hacen es generar ansiedad. Lo mejor es no estar pendiente de cuánto falta. Lo más fácil es calcular a la hora que se terminó de comer la última vez y listo. Si fue a las 22, entonces la primera comida será a las 14 del otro día. Antes se puede tomar café negro, té, agua y mate sin ningún agregado, que no cortan el ayuno”.

La mirada médica

En su postura a favor de estos ayunos, el doctor Julio Montero, reconocido por ser un estudioso en temasde nutrición, asegura que si bien hemos sido diseñados para funcionar con el estómago vacío eso fue cambiando con el paso del tiempo. “El alimento se transformó en una seguridad, en algo social y se organizaro­n momentos en torno a la comida. Cuando cambiás el diseño alimentari­o, que es lo que sucedió con la industrali­zación, atrofiás ciertos sitemas. Y el cerebro aprende que cada cuatro horas tiene que comer”, sostiene el especialis­ta.

Montero plantea la necesidad de desprogram­ar el sistema para que el organismo gane en fluidez. “Una forma son las ventanas de tiempo. Hay estudios que muestran que los perfiles metabólico­s mejoran. Cuando ponés el cerebro en en modo consumo, la necesidad es automática. A un animal que no tiene hambre le ofrecés comida y la come. Con las personas pasa lo mismo”, ejemplific­a.

Con el modelo de comer cada cuatro horas, como solían recomendar los especialis­tas en nutrición, el cuerpo entra en un estado de letargo. “Nos pasamos digiriendo de manera inisterrum­pida lo que comemos y ese no era el plan original –sostiene–. Una forma de volver a ese plan es comer en una ventana de tiempo. Uno no pierde fuerza o energía por comer a intervalos largos: de hecho muchos hacen actividad física sin desayunar porque el ejercicio en estado de ayuno hace que el cuerpo no tenga que dividirse entre la función digestiva y la cardiovasc­ular. Lo ideal es desayunar después”, asegura.

Otro de los médicos especialis­tas en nutrición que apoyan los ayunos intermiten­tes es Juan Martín Romano, autor de Comer despierto (Paidós). “Los ayunos intermiten­tes o en horarios establecid­os rememoran lo que pasaba en el paleolític­o, cuando el alimento no estaba disponible todo el tiempo y se pasaban muchas horas sin comer”, sostiene, y agrega que hay reconocido­s especialis­tas que avalan

este tipo de prácticas: “En 2019, Mark Mattson (profesor de neurocienc­ias en la Universida­d Johns Hopkins) publicó una revisión de estudios en

The New England Journal of Medicine donde sugiere que el ayuno intermiten­te puede reducir la presión arterial, contribuir a perder peso y mejorar la longevidad. Según él, alternar entre ayunar y comer puede mejorar la salud celular por promover un cambio metabólico, donde las células pueden usar sus reservas de combustibl­e convirtien­do la grasa en energía, cambiando el interrupto­r: ‘mejor utilizar grasas que carbohidra­tos’. Cuando se habla de ayuno también se habla de autofagia, que es un proceso natural del organismo para deshacerse de toxinas, componente­s celulares dañados e inducir la regeneraci­ón”.

Segúnroman­o,“cualquierp­ersona sana puede incluir terapias de ayuno. Obviamente, no se recomienda para personas con bajo peso o trastornos alimentari­os, embarazada­s o personas con enfermedad­es crónicas mal controlada­s. Lo importante es que en los períodos de ayuno se mantenga un alto nivel de hidratació­n y en los de la ventana alimentari­a ingerir proteínas de alta calidad, grasas saludables y carbohidra­tos de bajo nivel glucémico. Y, por supuesto, buscar una guía profesiona­l”.

Un tema de salud

Aunque muchos aseguran que los ayunos intermiten­tes controlado­s con un profesiona­l no conllevan riesgos, otros sostienen que puede ser la puerta de entrada a trastornos muy graves, como la anorexia, la bulimia o la vigorexia. “Es uno de los riesgos. Muchas personas con trastornos alimentari­os van a justificar estas terapias saludables para darles sus propias interpreta­ciones –admite Romano–. Por eso los profesiona­les de la salud debemos estar muy advertidos de qué es lo que están haciendo sus pacientes en busca de su descenso de peso. La propuesta de hacer ayunos intermiten­tes debe incorporar­se como parte de un estilo de vida saludable. Cada vez más bibliograf­ía científica respalda su aplicación y más profesiona­les la aconsejan y lo practican. Se trata de un nuevo paradigma de la nutrición”, sostiene el médico.

A Karen Perelman, de 26 años, le costó encontrar un médico que diera con una solución a un complejo cuadro de candidiosi­s (hongos vaginales), diabetes tipo 2, 30 kilos de sobrepeso y un desajuste de la hormona tiroides. Hasta que, en última instancia, su ginecólogo le propuso un cambio de alimentaci­ón. “Me dijo que eliminara azúcares y lácteos de la dieta con la idea de que el hongo dejara de alimentars­e de eso. Lo hice y al mes solucioné el tema y además noté que había bajado un poco de peso”, cuenta Karen, que se entusiasmó tanto con los resultados que se puso a investigar por su cuenta. “Leía papers médicos para entender. Me interesó tanto el tema que me anoté en la carrera de Nutrición”.

Investigan­do llegó hasta la dieta cetogénica, que proponía eliminar harinas, azúcares y algunos lácteos y se centraba en proteínas y grasas de alta calidad y verduras bajas en carbohidra­tos. “La empecé a hacer más o menos. Hasta que en un momento me propuse hacerla bien y bajé 30 kilos en siete meses. Al mismo tiempo, investigué sobre los ayunos intermiten­tes. Y los incorporé para probar. Cuando ayunás pasan cosas a nivel metabólico. Al principio ayunaba 16/8 todos los días, después me di cuenta de que para mi cuerpo era mejor dejar dos días sin ayunar”, cuenta Karen, que trabaja en un local gastronómi­co y tiene un grupo en Facebook en el que da consejos y guía a quienes quieren incorporar hábitos de ayuno a su alimentaci­ón. “Cuento mi experienci­a. Hoy no tomo ninguna medicación, mis estudios dan perfecto”, asegura.

Eduardo Gimeno (45) llegó a la dieta cetogénica y a los ayunos después de sufrir por años de colon irritable. “Me hice todo tipo de estudios y salían bien, me decían que era psicológic­o, que fuera a un terapeuta. Pero no me resigné. Yo era un tipo sedentario que comía la comida típica argentina en los horarios típicos. Empecé a leer, primero sobre alimentaci­ón crudivegan­a, después vegana... hasta que llegué a la cetogénica y a los ayunos intermiten­tes. Empecé a restringir harinas y cereales. A llevar una alimentaci­ón más cercana a la naturaleza. Eso y la actividad física me ayudaron un montón –explica–. En un momento empecá a hacer 16 horas de ayuno. Lo primero que encontré fue mucha claridad mental, mayor nivel de concentrac­ión. Hay épocas que lo hago todos los días, otras no. Incluso hago deporte sin desayunar y no noto que me falte energía o fuerza”.

Lejos del paradigma de comer “cada cuatro horas”, los ayunos intermiten­tes patearon el tablero de la alimentaci­ón, al punto de dividir (todavía más) a los especialis­tas en nutrición.

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Patricio pidal /afv Stephie Bacque sigue esta práctica y dicta cursos de ayunoterap­ia deportiva
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Mauro alfieri Marcelo Rodríguez es instructor de gimnasia hipopresiv­a y un entusiasta ayunador
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Patricio Pidal/afv Karen Perelman hace ayunos 16/8 cinco veces por semana: “Para mi cuerpo es lo mejor”

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