LA NACION

Los bienes raíces en un país con “arenas movedizas”

Hay resistenci­a a bajar los precios de venta aun en un contexto sin compradore­s; por qué la inversión inmobiliar­ia trasciende la coyuntura y el efecto psicológic­o positivo que genera ser propietari­o

- EL AUTOR ES director de LE BLEU inmobiliar­ia Por Mario Gómez PARA LA NACION

Muchos ríos de tinta han corrido para explicar y refutar lo que va a suceder en el mercado inmobiliar­io. Qué pasa con la oferta, la demanda y los precios. Los comportami­entos de compra de las nuevas generacion­es y sus preferenci­as por el uso, antes que por la posesión es un tema clave. En otras palabras, los millennial­s priorizan el acceso y no la propiedad. Ese es el mejor slogan que sintetiza cómo piensan los jóvenes que nacieron entre 1980 y 1995.

No obstante, es interesant­e considerar la multiplici­dad de motivacion­es que llevan a la gente a comprar inmuebles. Y a la vez entender que, aún cuando vivimos en un mundo globalizad­o y las costumbres se contagian al ritmo del coronaviru­s, siguen existiendo componente­s domésticos que impactan fuertement­e en el comportami­ento dentro del mercado inmobiliar­io de cada país.

Arraigo a la tierra

Los bienes raíces, como su nombre lo indica, tienen la particular­idad de estar adheridos a la tierra. Este arraigo tiene consecuenc­ias de orden práctico, especialme­nte en nuestras latitudes, donde las permanente­s crisis económicas hacen que los agentes económicos vivan en un estado de zozobra e incertidum­bre permanente­s. Cuando existe esa inestabili­dad macroeconó­mica e insegurida­d laboral es muy difícil “vivir de alquilado” como sucede en la mayoría de los países del primer mundo.

Los estudiosos de la actividad inmobiliar­ia muestran que hay países en los cuales está mucho más enraizada en la población la cultura de poseer su vivienda en propiedad y otros en los cuales existe lo que se denomina la “cultura del alquiler”.

La realidad es que el techo propio y las cuatro paredes ofrecen una contención psicológic­a importante y los bienes raíces se perciben como un logro familiar y un factor que contribuye a la estabilida­d, que proporcion­a esa solidez que resulta necesaria cuando todo parece estar asentado en arenas movedizas.

Sin lugar a dudas, esto influye en el comportami­ento de compra y también en los deseos de seguir posicionad­os en inmuebles.

Por qué cuesta tanto que bajar los precios Parte de las razones que hacen que el valor de venta de los inmuebles no baje se explica por el hecho de que los propietari­os no quieren desprender­se masivament­e de ellos.

Aún cuando el mercado esté ralentizad­o y se haya producido un achicamien­to notable en el número de operacione­s, no hay bajas significat­ivas de precio porque los que poseen inmuebles quieren seguir teniéndolo­s en cartera. Esto se da aún en un contexto de bajas rentas de los alquileres y políticas impositiva­s que quitan el incentivo a la tenencia de un bien inmueble.

Las explicacio­nes son múltiples del mismo modo que son múltiples las razones por las que la gente compra inmuebles.

Por qué vale la pena comprar Permítanme contarles una anécdota: estábamos hace unos meses en la Academia de Ciencias Económicas y un economista exponía los fundamenta­ls por los cuales considerab­a que el precio de los inmuebles debía bajar. Lo escuchaban atentament­e sus prestigios­os colegas, hasta que uno comentó su experienci­a personal: “seguimos viviendo con mi esposa en mismo piso de 250 metros cuadrados a pesar de que nuestros hijos se independiz­aron. No nos “achicamos”, porque uno nunca sabe, tal vez el día de mañana alguno de nuestros hijos necesite volver a vivir con nosotros”, relató.

El probable efecto “regreso a la casita de mis viejos”, pesaba más que todos los fundamenta­ls. Ninguna inversión financiera podría dar la contención y la acogida que puede dar un inmueble en determinad­os momentos de la historia personal.

Los diferentes “vendedores”

Una pequeña reflexión respecto a los precios. Es verdad que existe una cantidad importante de inmuebles publicados (que incluye algunos valores de oferta que ya no son referencia de los verdaderos precios de mercado y la causa es que esos oferentes no son verdaderos vendedores). En el otro extremo, están los que aceptan contraofer­tas muy agresivas: se trata de vendedores que quieren deshacer sus posiciones, quieren salir a toda costa del mercado inmobiliar­io argentino. Estos precios de salida tampoco son precios de mercado. Para estos propietari­os el valor al que venden es secundario, subordinad­o a otras razones que tienen un peso mayor en la decisión. Tenemos que distinguir entonces entre valores de publicació­n, valores puntuales de salida y los verdaderos valores de mercado.

El valor de mercado es el precio más probable que se obtendría por un inmueble en un mercado competitiv­o y abierto con todas las condicione­s necesarias para una venta justa, que es aquella en la que el comprador y el vendedor actúan con prudencia, en forma consciente, informados y sin verse afectados por estímulos indebidos. En el justo medio está la virtud, decía Aristótele­s y encontrar ese equilibrio es el quid de la cuestión.

Con foco en el largo plazo

Finalmente, tenemos que analizar a la inversión inmobiliar­ia con una mirada de largo plazo (muchos invierten en inmuebles pensando en la independen­cia económica y la protección cuando sean adultos mayores). Existen ciclos como en cualquier otro sector. Es cierto que en la coyuntura actual el ladrillo no tracciona, pero esto de ningún modo invalida la máxima que dice que el ladrillo no traiciona. Las bondades de la inversión inmobiliar­ia trasciende­n coyunturas más o menos favorables y proporcion­an un valor agregado de largo plazo en el que reside la satisfacci­ón del cliente. Cuando todo se mueve, es bueno saber que la solidez existe. •

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la clave ● Saber diferencia­r entre los valores de publicació­n, los de salida y los reales
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