Los comerciantes de la sed, codiciosos pero necesarios
Ante la escasez de agua, los camiones cisterna privados se multiplican en los países más pobres
Habían pasado once días desde que una válvula rota redujo a un escueto goteo el suministro del sistema de agua del distrito y los teléfonos del negocio de camiones cisterna de Pradeep Tamanz no paraban de sonar.
La residencia de la embajada de Malasia tenía muy poca agua y los diplomáticos querían ducharse. Pagarían más si podían llevarles agua con rapidez. Una planta de procesamiento de café estaba a punto de cerrar su producción después de haber vaciado su tanque de almacenamiento. También pagarían la cantidad de dinero que fuese necesaria. Desde distintas partes de la ciudad llegaban tantas llamadas que Sanjay, conductor de un camión cisterna, se preguntó en broma si le robarían el vehículo de manera violenta. “Es como oro líquido”, dijo, mientras daba un manotazo a su valiosa carga, lo que provocó que el líquido se desbordara por todas las compuertas. “Quizá es mejor que el oro”.
Tamanz trató de satisfacer la demanda con prisa en un ida y vuelta frenético de las estaciones de carga a las casas y fábricas que solicitaban sus servicios. El personal de sus tres camiones cisterna dormía por períodos de tres o dos horas, a menudo en las incómodas cabinas de los camiones, y después los vehículos volvían a rodar hasta diecinueve horas al día. Incluso delegó algunos pedidos a sus competidores, una práctica poco común en el mundo implacable de los camiones cisterna de Katmandú.
No obstante, sin importar cuánto trabajaran las trabajadores o con cuánta ferocidad avanzaran con sus enormes vehículos por los caminos llenos de baches, la demanda de la ciudad no cesaba. La escasez de agua era demasiado severa. Para cuando el servicio de agua se restableció, algunos hogares habían subsistido solo con bidones pequeños durante casi un mes. “Ni siquiera es temporada alta, pero esto es lo que ocurre aquí”, dijo Tamanz. “Cómo serían las cosas si no existiéramos”.
En Katmandú, como en gran parte del sur de Asia y regiones de Medio Oriente, Sudamérica y África subsahariana, estos trabajadores y sus camiones cisterna a veces evitan que ciudades enteras queden secas. Sin ellos, millones de hogares no tendrían suficiente agua para cocinar, limpiar o lavar. O quizá no tendrían ni una gota. Y sin ellos, una infraestructura de por sí deteriorada podría desintegrarse por completo, como bien lo saben estos trabajadores.
Mucho más cara
Sin embargo, también se los puede observar desde otro ángulo que no es nada halagador y, a veces, es directamente atroz. Los trabajadores de los camiones cisterna a menudo entregan agua de mala calidad que puede provocar enfermedades. Y, generalmente, cobran mucho más que el Estado, algo que resulta devastador para los pobres. El agua de los camiones cisterna cuesta en promedio diez veces más que el agua que suministra el gobierno, según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales sobre el acceso al agua en quince ciudades en vías de desarrollo de todo el mundo, una cifra que aumenta 52 veces más en Bombay.
Codiciosos, intransigentes y temerosos de que los bajen de su pedestal, algunos operadores de camiones cisterna conspiran entre sí para reforzar las condiciones que contribuyeron a esa emergencia. Los lugareños cuentan relatos indignantes de acuerdos por debajo de la mesa, sabotaje del servicio de agua potable y destrucción medioambiental. “Todos son ladrones, descarados y rateros y deberían ahorcarlos”, dijo Dharaman Lama, una casera que renta habitaciones a lo largo del río Bagmati en la capital nepalí. “Lo que nos hacen es asqueroso”.
En algunos aspectos, estos camiones cisterna solo son otra fase en un proceso global de privatización del agua que ha llevado décadas. Muchas autoridades creen que el sector privado puede dar mejores resultados y han cedido el control de recursos clave. Los camiones cisterna han aprovechado esta tendencia para asegurar contratos o simplemente para participar en el mercado en decenas de ciudades.
La flota de camiones cisterna en Karachi, Pakistán, quizá se haya duplicado durante la última década. La cantidad de este tipo de vehículos en Lagos, Nigeria, se ha cuadriplicado durante este período, según calcularon dos investigadores locales, aunque, como en muchas otras ciudades, sus camiones cisterna operan bajo densas sombras administrativas, por lo que ni siquiera existen cálculos aproximados. Y a lo largo del subcontinente indio, sobre todo, los grandes y pequeños negocios de camiones cisterna han prosperado conforme han crecido las ciudades de la región. Estas bestias que gotean –que están cubiertas de óxido y a menudo llegan en medio de nubes de humo negro– se han convertido en una imagen omnipresente desde Bangladesh hasta Bolivia.
Sin embargo, la industria de los camiones cisterna quizá también sea una radiografía temprana de cómo partes del sector privado pueden generar ganancias a partir de un mundo cuyas temperaturas aumentan y que se urbaniza a paso veloz. Se proyecta que tan solo la población urbana del sur de Asia casi se triplicará hasta alcanzar los 1200 millones de habitantes para 2050, y conforme decae la infraestructura y las ciudades siguen extendiéndose en áreas que no cuentan con servicios, los camiones cisterna están en buena posición para absorber parte de la escasez. Según el Banco Mundial, hasta 1900 millones de habitantes urbanos podrían experimentar escasez de agua por temporadas para mediados de siglo.
“Los camiones cisterna satisfacen una necesidad a corto y mediano plazo”, dijo Victoria Beard, profesora de planeación citadina y regional en la Universidad de Cornell. “Podemos funcionar sin electricidad, pero no sin agua. Además, donde no hay alternativas, surgirán todo tipo de actores que llenarán ese vacío”.
Para las autoridades de las ciudades que ya están teniendo problemas para mantener el suministro actual a medida que el cambio climático provoca estragos —ya ni hablar de obtener agua adicional—, los camiones cisterna parecen ser una red de seguridad a la que, impotentes, no se pueden resistir.