LA NACION

Bajo cumplimien­to del registro de audiencias: el Presidente todavía no las informó

Es una obligación legal; pero solo seis de los 21 ministros dejaron asentadas sus reuniones

- Alan Soria Guadalupe

A dos meses de la asunción del nuevo gobierno, hay un bajo cumplimien­to de los funcionari­os en su obligación de transparen­tar las reuniones que mantienen en ejercicio de su función y que suelen asociarse al lobby. En el registro de audiencias, que es de acceso público y que todos los dirigentes dependient­es del Poder Ejecutivo deben completar, solo seis de los 21 ministros dejaron asentadas sus reuniones. El presidente Alberto Fernández todavía no publicó ninguna informació­n.

El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, cargó 34 encuentros en la plataforma del Registro Único de Audiencias de Gestión de Intereses que publica la Secretaría de Asuntos Políticos y es el funcionari­o que encabeza la lista.

En segundo lugar está la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, con

25. El ministro de Transporte, Mario Meoni, publicó 14; el de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, dio a conocer 12 encuentros; el ministro de Economía, Martín Guzmán, publicó cinco, y el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, cuatro.

La obligación de hacer públicas las reuniones que los funcionari­os mantienen con empresario­s, sindicalis­tas y dirigentes políticos o sociales, y de dejar asentados los motivos del encuentro, está contemplad­a en el decreto 1172, que firmó el expresiden­te Néstor Kirchner en

2003, que, entre otras disposicio­nes, fue un primer paso hacia la regulación del lobby. El texto establece, en su artículo 3, que las audiencias constituye­n “una instancia de participac­ión en el proceso de toma de decisión, en la cual la autoridad responsabl­e habilita a la ciudadanía un espacio institucio­nal para que todo aquél que pueda verse afectado o tenga un interés particular o general, exprese su opinión”.

Además de reuniones de presentaci­ón formal propias de los primeros días de un gobierno –con embajadore­s, por ejemplo–, en el registro figuran encuentros con figuras de afuera de la gestión pública. Cafiero, por ejemplo, publicó encuentros con el supermerca­dista Alfredo Coto y con el representa­nte de la petrolera estadounid­ense Exxon Mobil. También se reunió con el presidente de la Cámara Nacional Electoral, Santiago Corcuera, y con Susana Trimarco.

Guzmán registró una audiencia con Trevor Alleyne, representa­nte del FMI, que tuvo lugar el 20 de diciembre. También registró reuniones con los gobernador­es de Neuquén, Chubut, Santa Fe y La Rioja.

En los registros también figura la vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca, con nueve registros. Entre ellos están Víctor Fera, fundador de Maxiconsum­o y dueño de Marolio; un “estrategis­ta financiero” de nombre José Barrionuev­o; y la consultora Kezia Mckeague, con quien habló de las futuras visitas empresaria­les norteameri­canas.

La poca cantidad de funcionari­os que cumplieron con la normativa –aunque de una manera limitada teniendo en cuenta que las reuniones son permanente­s– responde, según dicen en el Gobierno, a que todavía se están acomodando en sus nuevos puestos y que la situación debería normalizar­se con el tiempo. En el gobierno anterior, que al 10 de diciembre registraba 699 audiencias solo del expresiden­te Mauricio Macri, por ejemplo, también había demoras en la carga de la informació­n.

La obligación de transparen­tar las reuniones privadas alcanza solo al ámbito del Poder Ejecutivo. La administra­ción de Cambiemos había presentado un proyecto de ley para regular la gestión de intereses con el objetivo de que el registro de audiencias alcance a los tres poderes del Estado.

Impulsada por la entonces Subsecreta­ría de Reforma Institucio­nal y Fortalecim­iento de la Democracia, que condujo Marina Carbajal bajo la órbita del exministro del Interior, Rogelio Frigerio, la iniciativa planteaba, por ejemplo, la obligación de que todos los legislador­es dejen asentadas por escrito toda las reuniones que mantengan durante su mandato. El proyecto ingresó al Congreso por Diputados y nunca se trató.

Los intentos durante el macrismo no fueron los primeros, sin embargo. Hacia el final de la segunda presidenci­a de Carlos Menem el Gobierno había propuesto enviar un proyecto de ley para blanquear la presión del sector privado en favor de sus intereses.

El poder del lobby había quedado expuesto en el escándalo que se desató durante el debate de la ley de patentes en 1996, impulsado por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo y que despertó un fuerte rechazo de laboratori­os extranjero­s. Ese intento posterior de regular el lobby también quedó en el olvido.

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