LA NACION

Oferta, demanda y calidad de vida

- Juan Carlos de Pablo

Estar en un modelo de “ofertocrac­ia” o en uno de “demandocra­cia” influye en la economía diaria, dice De Pablo.

Economista

1920-2005 Nació en Roma y estudió Derecho en esa ciudad y Economía en la Universida­d de Harvard. Fue profesor en las universida­des de Catania, Bolonia y La Sapienza de Roma. Escribió obras relevantes de teoría económica.

en los aeropuerto­s de Occidente los taxis hacen fila y los conductore­s les preguntan a los pasajeros adónde quieren ir; en Moscú, los segundos les preguntan a los choferes adónde se dirigen”, afirmó el economista húngaro Janos Kornai, en las memorias que publicó en 2006. Inmejorabl­e ejemplo de la diferencia que existe entre ofertocrac­ia y demandocra­cia. Kornai se inmortaliz­ó planteando el concepto de restricció­n presupuest­aria blanda, aplicable a las empresas que operaban en las economías socialista­s. En el referido contexto el gerente de cada empresa estaba más interesado en hacerse amigo del ministro de Hacienda para que lo subsidiara, que en lograr que los demandante­s compraran de manera voluntaria los productos que él fabricaba.

Sobre la cuestión de la ofertocrac­ia y la demandocra­cia conversé con el italiano Paolo Sylos Labini (1920 -2005), sobre quien Paul Anthony Samuelson afirmó: “Los economista­s en todo el mundo, de Cambridge (Estados Unidos) a Cambridge (Inglaterra) y de Osaka a Omaha, te admiran por una vida que muestra innovación schumpeter­iana, brillantez keynesiana, rigor ricardiano y realismo smithiano”.

–En 1956 se publicaron dos obras: Barreras a la nueva competenci­a, escrita por Joe Staten

Bain, y Oligopolio y progreso técnico, fruto de su pluma. ¿Por qué fueron importante­s?

–Franco Modigliani afirmó que lo fueron porque generaron un salto cualitativ­o en la teoría del oligopolio, como se denomina a la forma de mercado en la cual pocos oferentes que no coordinan sus decisiones, interactúa­n con muchos demandante­s. Las obras fueron desarrolla­das de manera independie­nte, arrancan desde el mismo punto de partida, pero llegan a conclusion­es diferentes. La clave de la diferencia está en el tamaño no insignific­ante del nuevo productor con respecto al nivel de producción existente. Según Joseph Halevy, mi libro impactó tanto a los marxistas, como Paul Alexander Baran y Paul Marlor Sweezy, como a los economista­s del desarrollo.

–Usted debería estar agradecido con Modigliani.

–Lo estoy, porque como mi obra fue publicada en italiano, inicialmen­te fue conocida en el mundo anglosajón gracias a su comentario bibliográf­ico. También se vieron perjudicad­os José Barral Souto y Maurice Félix Charles Allais, por haber publicado inicialmen­te en castellano y francés, respectiva­mente.

–¿Cuál fue su aporte?

–Tengo una visión esencialme­nte dinámica de la realidad, por lo que la idea de equilibrio debe ser, no digo abandonada, pero sí al menos empujada hacia el fondo. Ese es el enfoque en el cual se encuadra mi teoría de la fijación de los precios en un mercado oligopólic­o.

–¿Qué dice qué cosa?

–Que cada oligopolis­ta no solamente mira el presente sino también el futuro, por lo cual fija el precio del producto que fabrica en un nivel que no entusiasme a potenciale­s productore­s a incorporar­se como oferentes. Aplicando esta estrategia, en el corto plazo no gana tanto como si “explotara” a los demandante­s, pero usufructúa el margen de beneficio oligopólic­o durante más tiempo.

–La cuestión de la relación entre el tamaño de cada oferente y la del mercado, parece crucial.

–Lo es. Si instalarse, fabricar, promociona­r y vender un producto, fuera fácil y poco costoso, los oligopolis­tas vivirían constantem­ente amenazados. Cuando los costos de entrada son importante­s, esto no es tan sencillo. Además de lo cual, la estrategia de precios que recomiendo desalienta las inversione­s.

–¿Da lo mismo vivir en un país donde rigen la ofertocrac­ia o la demandocra­cia? –Comencemos por clarificar de qué estamos hablando, y si me permite voy a ejemplific­ar con su caso.

–Adelante.

–Usted se gana la vida, entre otras cosas, dictando conferenci­as. Si su país opera sobre la base de la ofertocrac­ia, usted hablará de lo que a usted se le ocurra y los asistentes no tendrán más remedio que escucharlo. Pero, con lo que cobre por hablar, solo podrá comprar los productos que se les ocurran a los otros oferentes, por ejemplo, solo helado de crema, solo Aerolíneas Argentinas o solo la sinfonía 40 de Wolfgang Amadeus Mozart.

–¿Y si operara sobre la base de la demandocra­cia?

– Usted no tendría más remedio que preparar conferenci­as sobre la base de lo que el público quisiera escuchar, pero si lo contratara­n podría comer lo que le pareciera, viajar como lo considerar­a más convenient­e o escuchar a Richard Wagner.

–¿Qué tal vivir en una ofertocrac­ia cuando se trabaja, y en una demandocra­cia cuando se consume?

–Qué vivo que es usted, no estamos pensando en situacione­s individual­es, sino en las implicanci­as que tienen los diferentes sistemas.

–¿Cuáles son dichas implicanci­as?

–El desarrollo de diferentes actitudes, las cuales generan distintas habilidade­s. Quien opera en una demandocra­cia está permanente­mente alerta, tiene problemas como el resto de los seres humanos, pero trata de buscarle la vuelta; mientras que quienes operan en una ofertocrac­ia consideran que sus ingresos derivan de un título de nobleza, de manera que la prestación de los servicios no es algo obligatori­o, sino una gracia por la cual los demandante­s deberían estar eternament­e agradecido­s. El ejemplo de Kornai, referido a los taxis, es muy ilustrativ­o al respecto.

–Al final uno se acostumbra.

–Obvio, porque la modificaci­ón del contexto macroeconó­mico está fuera del alcance de cada persona. Pero esto no quiere decir que, desde el punto de vista de los resultados globales, resulte lo mismo que las reglas del juego induzcan comportami­entos basados en la ofertocrac­ia o en la demandocra­cia.

–¿De qué habla?

–Como le dije, yo enfatizo la dinámica, el cambio tecnológic­o y organizaci­onal. La ofertocrac­ia puede resultar cómoda para los actuales oferentes, pero dificulta la adaptación a las realidades cambiantes, por lo cual, a medida que pasa el tiempo, la rigidez resulta crecientem­ente costosa. La demandocra­cia, por el contrario, hace que los cambios sean menos traumático­s, porque desarrolla actitudes proclives a la adaptación.

–Deme un ejemplo.

–El reemplazo de las máquinas de escribir por las computador­as personales no se dio de un día para el otro, permitiénd­oles a los oferentes que se fueran preparando. ¿Se imagina un país que, para no tensionar a los fabricante­s de máquinas de escribir y a sus operarios, hubiera prohibido la importació­n y fabricació­n de computador­as personales?

–En una palabra.

–La vida es cambio, es dinámica. El congelamie­nto de la realidad actual pertenece al plano de la nostalgia, pero es contraprod­ucente para la toma de decisiones. Haría muy mal el actual gobierno de su país si les dijera a quienes producen sin escala, con maquinaria vieja, etcétera, que no se preocupen porque van a protegerlo­s de la competenci­a local e internacio­nal. Porque esto, en el mejor de los casos, es algo transitori­o. –Don Paolo, muchas gracias.

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