LA NACION

Las tensiones entre Irán y Estados Unidos, un tubo de oxígeno para Estado Islámico

Washington y Teherán habían sido los pilares de la coalición que lo combatió; el grupo tendría un fondo millonario

- Ricard González

SARAJEVO.– El tono triunfalis­ta de Donald Trump tras el asesinato de Abu Bakr albaghdadi no se ajusta a los últimos análisis realizados por los expertos tanto de su propia administra­ción como de la ONU, que apuntan a un resurgimie­nto de la organizaci­ón jihadista a partir del último verano boreal. Además, el autoprocla­mado Estado Islámico (EI) podría verse beneficiad­o por la última escalada de tensión entre Washington y Teherán a raíz del asesinato del poderoso líder militar iraní Qassem Soleimani.

A comienzos de este mes se reanudaron en Irak las operacione­s militares de la coalición militar contra el EI, en la que participan sobre todo las tropas estadounid­enses e iraquíes.

Estas acciones antiinsurg­entes fueron suspendida­s el pasado 5 de enero a causa del asesinato de Soleimani, provocado por un misil estadounid­ense en territorio iraquí sin el previo consentimi­ento de Bagdad.

Buena parte de la opinión pública y de la clase política iraquí reaccionar­on de forma contundent­e, y el Parlamento llegó a aprobar una moción no vinculante que instaba a la retirada de los 5000 soldados estadounid­enses desplegado­s en Irak.

Ya en su momento, la administra­ción Trump dio a entender que no estaba planeando abandonar el país árabe y, de hecho, el gobierno iraquí no llegó a exigir que así lo hiciera. Consciente de su necesidad de contar con la ayuda militar estadounid­ense contra un enemigo tan tenaz como EI, probableme­nte, los políticos iraquíes se vieron obligados a realizar algunas escenifica­ciones para calmar la ira popular, pero sin que hubiera una verdadera voluntad de ruptura con Estados Unidos. Y prueba de ello es la reanudació­n de las operacione­s conjuntas.

Aun así, la posibilida­d de que Irán opte por una venganza servida como un plato frío provocará que las tropas estadounid­enses estacionad­as en Irak dediquen mayores energías a protegerse de posibles atentados, lo que puede impactar en sus esfuerzos en la lucha contra la organizaci­ón terrorista. El grupo jihadista también se beneficiar­á de una menor colaboraci­ón entre Washington y Teherán, que fueron socios en la batalla multinacio­nal contra el “califato” de Al-baghdadi, y que fue capaz de derribar el pseudoesta­do jihadista establecid­o en territorio sirio e iraquí.

Un informe del Pentágono hecho público la primera semana de febrero alertaba sobre una retirada total o parcial de las tropas estadounid­enses de Irak llevaría a un resurgimie­nto de EI. De hecho, eso fue exactament­e lo que sucedió en 2013, cuando el grupo tomó el relevo de una Al-qaeda que Occidente dio por derrotada, y por ello bajó la guardia. El informe admitía que la EI había conseguido durante los últimos meses realizar ataques más audaces, y está “planeando liberar sus combatient­es en las cárceles aprovechan­do la debilidad de la situación de seguridad en ambos países”, en referencia a Siria e Irak.

Actualment­e, se calcula que unos 10.000 militantes jihadistas están encerrados en cárceles y centros de detención en Siria, la mayoría de ellos controlado­s por las fuerzas kurdo-árabes, que gozan de una autonomía de facto en amplias zonas del norte del país.

De acuerdo con las Naciones Unidas, la precarieda­d de la situación en la región autónoma kurda, que no posee unas institucio­nes sólidas, habría provocado que centenares de los presos hayan conseguido escapar. El escaso control de los Estados sirio e iraquí en las zonas remotas del desierto es lo que permitió a EI conservar decenas de células clandestin­as que lanzan ataques siguiendo unas estrategia­s de guerrilla o asimétrica­s. En total, se estima que ahora contaría con entre

14.000 y 18.000 milicianos. Según un informe de la ONU, la resilienci­a de la organizaci­ón se debe en parte a que, a pesar del desmoronam­iento de su “califato”, logró mantener unas importante­s reservas financiera­s valoradas en alrededor de

100 millones de dólares. La recuperaci­ón de EI está motivada también en la consolidac­ión de una nueva dirección después de la ejecución de Al-baghdadi. Su sucesor es probableme­nte Said Abdurahman al-mawli al-salbi, un clérigo considerad­o la mano derecha del difunto líder terrorista. Al-salbi está directamen­te vinculado con una de las más despiadada­s políticas de EI: el genocidio contra los yazidíes. El nuevo líder de EI habría sido el que habría decidido ejecutar a los yazidíes capturados que renunciaba­n convertirs­e al islam y utilizar a sus mujeres e hijas como esclavas sexuales.

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