LA NACION

El ejemplo del técnico que nunca se queda de brazos cruzados

- Claudio Mauri LA nacion

El fútbol es de los jugadores, pero este River no depende de una, dos o tres individual­idades. Sus respuestas en la cancha están supeditada­s a la gestión y los ajustes de Marcelo Gallardo, un director técnico que nunca se queda de brazos cruzados ni deja de adaptarse a los cambiantes escenarios del fútbol. Que lo son más en la Argentina, donde las tesorerías exhaustas lo dejan sin una pieza esencial, Exequiel Palacios, en la recta final de una Superliga que es una deuda pendiente.

A veces parece que Gallardo disfruta de este tipo de desafíos, que los siente como asignatura­s que no lo agarran sin los deberes hechos en su ascendente carrera de director técnico.

Pepijn Lijnders, ayudante de Jürgen Klopp en Liverpool, expresó : “El corazón del equipo es el corazón del entrenador. A la larga, el carácter del técnico acaba siendo el carácter del equipo. Es así. no hay arma más poderosa que el ejemplo que seas capaz de dar”. Llevado a Gallardo, esto significa que a su equipo le transfiere e inocula compromiso, intensidad, ambición, profesiona­lismo, mentalidad y disposició­n para asimilar soluciones a los problemas que van surgiendo.

La venta de Palacios no fue resuelta con un puesto por puesto. Pasó a un sistema con tres zagueros y adelantó a Montiel y casco a la línea de volantes. En este 2020 se hizo habitual un esquema que solo había utilizado esporádica­mente, como cuando sorprendió y dominó a Boca en la primera final de la copa Libertador­es en la Bombonera. Aquella tarde, Pinola reconoció que en la semana previa no lo habían ensayado. Pero los jugadores lo interpreta­ron muy bien por la credibilid­ad que les genera su conductor.

Anoche llegó al quinto triunfo consecutiv­o, le ganó a un Banfield que hacía siete partidos que no recibía goles de visitante. Dentro de un libreto y un estilo de juego muy asimilados, hay cuestiones con las que se sigue complicand­o, como la ineficacia en los penales (el de Borré fue el quinto que desperdici­ó de los ocho que River tuvo en el torneo). En la voracidad por recuperar la pelota también incurre en excesos, como las fuertes entradas de Martínez Quarta y Suárez, que la sacaron barata con las amonestaci­ones.

con un imperial Enzo Pérez en la función de volante central, el partido fue adquiriend­o el tono dramático de las instancias decisivas: la victoria que seguía siendo corta porque River desperdici­aba situacione­s, el morbo de la entrada de Daniel Osvaldo, que con una emboquilla­da apenas desviada estremeció al Monumental como hasta ese momento no lo había conseguido la tormenta. Al final festejó bajo la lluvia River, con Gallardo empapado y los brazos levantados al cielo, porque nunca deja de apuntar alto.

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