LA NACION

Lanús, con acosta, y newell’s, con pérez, en un empate con sabor a poco

- Gustavo Ronzano

No hubo caso. Se fue el calor intenso, de golpe dejó la cancha la humedad, entró el viento y empujó para un lado y para el otro. Tanta ida y vuelta merecía un ganador. Pero no. Lanús y Newell’s se encontraro­n en un empate que no les sirvió demasiado; el primero se aleja cada vez más de River y el equipo rosarino que anda con la mente puesta, sobre todo, en mejorar ese promedio tibio que le complica la existencia.

Ni Pablo Pablo, con su sentido de pertenenci­a y con su ímpetu, pudo romper el 1-1 en su nuevo regreso al club de sus amores. Todos buscaron, cada uno con sus modos, Lanús con su estilo que ya es marca registrada. Newell’s con sus urgencias. Y este empate marcó una nueva visita de los rosarinos a una cancha en la que no canta victoria desde hace 8 años.

Se puede hablar de fortaleza, claro, cuando se hace referencia a un recinto inexpugnab­le. Y se puede presumir de un escenario fortificad­o, como lo hace Lanús, por más que los resultados no sean siempre bendecidos con la victoria. Después de todo, nadie tiene el triunfo garantizad­o de por vida. Pero más allá de los triunfos de 90 minutos, los coyuntural­es, están los otros éxitos, los verdaderos, los que dejan huella. Y para ellos se necesitan las otras fortalezas. Porque las de afuera, las edilicias, no serían tales sin las fortalezas de adentro, las que tienen que ver con el espíritu y también con la convicción. Así un club crece y se desarrolla, así su equipo trasciende las fronteras del tiempo y así su cancha, acaso como una consecuenc­ia ineludible, se vuelve para cualquier visitante un fuerte duro de conquistar.

Emergen ciertas coincidenc­ias entre Lanús y Newell’s al trazar un análisis de la primera división del fútbol vernáculo durante la última década. Los rosarinos fueron campeones en 2013, el Granate en 2016. Ambos coquetearo­n con el descenso. Sin embargo, como se subrayó el martes pasado en al contemplar la película completa se observa que en el mismo lapso en el que Lanús fue dirigido por 6 entrenador­es, Newell’s tuvo 20 técnicos. Eso se llama gestión. Por allí pasa la clave.

Anoche el equipo rosarino arrancó con la pretensión de adueñarse de la pelota, pero el local le avisó enseguida que debía cuidarse de las réplicas. Con espacios, Lautaro Acosta encendió las preocupaci­ones en la defensa de Kudelka, sobre todo por la izquierda. Y fue decididame­nte la figura de la cancha.

En el inicio nomás le sirvió el gol a Sand, que disparó alto. Enseguida, el que se perdió la celebració­n cantada fue Auzqui. Newell’s quería, pero era Lanús el que podía a la hora de construir peligro. Le faltaba definir, eso sí. Ambos venían de un 0-0 por la Superliga (Lanús con Argentinos, Newell’s con Estudiante­s), pero el Granate se llenó de gol el miércoles, cuando derrotó por 3-0 a Universida­d Católica de Ecuador, en ese partido en el que se desgarró Facundo Quignón, el mayor influencer de la cancha hasta que entró Nicolás Orsini y le dio forma a la goleada copera.

“Yo quiero ver al Pablo intenso, está ahí como chico con zapatos nuevos. Confío mucho en él, necesitamo­s que cuide sus límites”, había señalado Kudelka. “Me causa mucha emoción volver a ponerme la camiseta de Newell’s”, dijo Pablo Pérez, PP26, por el número de la camiseta, el mismo que utilizó en sus comienzos. “Desde los 5 años voy a la cancha a ver a Newell’s, mis viejos me llevaban siempre, somos una familia muy leprosa”. Y confesó que influyó mucho en su regreso que lo hayan llamado Maxi Rodríguez y el Gato Formica. Y habló de ese “combo completo” que compraron los dirigentes al asumir la contrataci­ón de un jugador tan capaz y tan impulsivo a la vez.

Newell’s se puso en ventaja con el gol de Palacios, ya en el segundo tiempo. Pero ni tiempo tuvo de celebrar. Acosta (cuándo no…) encaró en el área visitante, lo bajaron y el penal lo transformó en gol ese referente inoxidable llamado José Sand. Cuando llegó la lluvia en Lanús, la Fortaleza estaba a salvo.

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Daniel jayo pablo pérez remata ante la mirada de Moreno; el volante regresó a newell’s

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