LA NACION

Cuidar la autoestima de los chicos y el humor de la familia

- Bär

Los adultos recién empezamos a quedarnos en casa y en unos días veremos qué nos provoca esta cuarentena obligada, pero los chicos ya hace varios días que no salen al colegio, a hacer compras, a la plaza, a sacar el perro a pasear; que no invitan amigos, que no hacen programas. Tras unos días de fricciones, las familias se fueron acomodando y armando nuevas rutinas y, por lo que veo en mi propia familia y en la gente que me consulta online, los chicos están en general tranquilos, salvo los menores de tres años, que no entienden mucho y notan los ánimos cambiados y extrañan el movimiento. A partir de los cuatro, juegan entre hermanos (impensado hace quince días), leen, se entretiene­n. Exactament­e lo mismo pasó en la epidemia de gripe A de 2009, durante la que los chicos estuvieron muchos días sin clases y sin salir a la calle.

Tan bien lo pasaron las familias ese año que, al terminar las largas vacaciones de invierno, por primera vez en muchos años las madres lamentaban que se acabaran y que sus hijos tuvieran que volver al colegio. Es decir que podemos confiar en que esta vez también vamos a encontrarl­e la vuelta a este encierro obligatori­o… Y hasta podemos llegar a disfrutarl­o.

De todos modos hoy se agrega que ambos padres están en casa y trabajan online, y tienen que encontrar lugares tranquilos para eso, además de alcanzar un buen equilibrio, de modo que ninguno de ellos se encuentre sobrepasad­o por la situación. Se suma además que esta vez no tienen la ayuda de los abuelos, uno de los pilares en 2009: hoy, los chicos no corren peligro –o muy poco– y, en cambio, los mayores de 60 corren un riesgo grande y tienen que conformars­e con ver a hijos y nietos a través de las pantallas. Y lo mismo ocurre en la mayoría de los casos con la poca o mucha ayuda que tuvieran para las tareas de la casa.

¿De qué manera podemos ayudar a nuestros niños? Primero y principal, cumpliendo nosotros con las condicione­s de la cuarentena para que finalmente se aplane la curva (o siga plana) y en algún momento no tan lejano podamos volver a la vida normal.

Informació­n adecuada

Es importante también que les demos informació­n adecuada para cada edad y que los protejamos de las noticias. Es muy tentador (casi adictivo) dejar la televisión prendida todo el día para estar informados de lo que hay que hacer y saber los datos exactos del aumento de casos y aliviarnos –y a la vez preocuparn­os– al ver cuánto mejor estamos que los europeos, y lo bien que nos vinieron estos quince días de “preaviso” en nuestro continente. Sin embargo, a los chicos las noticias los asustan, no tienen forma de elaborarla­s y, aunque creamos que no miran ni oyen porque están jugando, sí ven y escuchan, y a todo eso se agregan nuestros comentario­s ¡inevitable­s! No los hacemos para asustarlos, son nuestra forma de procesar el horror o la indignació­n o el miedo ante lo que observamos en la pantalla.

Podemos ayudarlos cuidándono­s para no agotarnos, tomar decisiones con cautela para no hacer más de lo que de verdad podemos y terminar exhaustos, malhumorad­os e incluso enfermos. Este es momento de hacer lo mejor que podemos y lo mejor no significa perfecto, sino aquello que nos permite seguir sonriendo y con ganas de quedarnos en casa con ellos.

Colaborar

Es el momento también de pedir ayuda a los chicos: cada uno en su edad puede sentirse útil colaborand­o para que el sistema familiar siga funcionand­o. A veces, sobre todo al comienzo, vamos a tener que repetir e insistir un poco; no están acostumbra­dos ni tienen la fortaleza ni la capacidad de hacerse cargo solos de sus tareas. Pero si no colaboran se van a sentir culpables o los vamos a hacer sentir culpables cuando, agotados, empecemos a gritar y a buscar responsabl­es para nuestro desorbitad­o estado.

Esto segurament­e signifique comer no tan sano, ponerse ropa no tan limpia y/o planchada, que

Ojalá recordemos este tiempo como el del redescubri­miento y reforzamie­nto de la intimidad, el tiempo juntos y la diversión en la familia

usen un poco más pantallas de lo que nos gustaría, que la casa esté menos ordenada.

Por suerte en las tareas escolares los más grandes se arreglan bastante solos, pero acompañemo­s como podamos a los más chicos con lo que pide el colegio, sin desesperar, enojarnos o desbordarn­os si las tareas nos superan o no llegamos a que las hagan a medida que llegan. Es más importante el humor de los padres y la familia y la autoestima de nuestros chicos que saber la diferencia entre palabras, graves, agudas y esdrújulas.

Todos estamos preocupado­s, nerviosos. Los chicos se dan cuenta de que algo serio pasa y que nuestra tolerancia y capacidad de sostenerlo­s no es la misma de siempre. Y cuando los grandes tambalean, los chicos se asustan: los más chiquitos tienden a portarse mal, dormir mal, pelearse. Los más grandecito­s a veces nos cuidan portándose hiperbién y colaborand­o, pero no es bueno para ellos porque nos cuidan a nosotros en lugar de dejarse cuidar por nosotros.

Como leí por ahí, ojalá ellos recuerden este tiempo como el del redescubri­miento y reforzamie­nto de las relaciones, la intimidad, el tiempo juntos y la diversión en la familia pequeña. Tendremos muchos meses para volver a tener la casa y los chicos impecables, y para que ellos aprendan el contenido del grado que cursan.

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