LA NACION

Una alarma se encendió en las silenciosa­s fábricas de hacer dinero

- Pablo Fernández Blanco

Mientras en la superficie atienden la gestión, en lo profundo las redes que sostienen a los bancos se aflojaron en la última semana. Trabajan con las denominada­s estrategia­s preventiva­s y control de daño). Por caso, un banco recibe dinero a 30 días, pero se lo presta a cinco años. Si algo pasa en el medio, no puede pedir la devolución anticipada de lo que le dio, por lo que tiene planes para hacerse de liquidez. Menos rentabilid­ad a cambio de más tranquilid­ad.

Esta crisis es tan disruptiva que agotó las herramient­as para que los gurúes de las finanzas apliquen el manual de lo habitual. En el punto de destrucció­n total, Dios mata al Excel, como ocurrió otras veces.

En otros términos: cuando el hombre no puede hacer nada para evitar el desastre, ruegan a los “factores naturales que estabiliza­n la economía”. En la práctica, más que deidades son personas influyente­s. Un caso: Rusia y Arabia Saudita acordaron el precio del petróleo e hicieron caer su valor, que golpeó a las acciones. Pueden tener diferencia­s con un barril de

US$40, pero es muy probable que ambos coincidan en que si llega a

US$20 deberán hacerlo subir. Ray Dalio es el dueño de Bridgewate­r, el mayor fondo de inversión del planeta. En rioplatens­e básico y con admiración, los especialis­tas locales lo definen como un “canchero”. Dalio era el único que había anticipado la debacle de 1987 y ganó plata en 2008, cuando casi todo el mundo perdió. Sin embargo, “no vio venir esta”. Días atrás escribió una carta pidiendo sutiles disculpas por su primer error. “No es lo que esperábamo­s”, decía.

El sector financiero puso en marcha una maquinaria casi desconocid­a que tendrá consecuenc­ias. Eso incluye a la Argentina. Uno de sus engranajes es el denominado stop loss. Es una manera automática de frenar las pérdidas y la puede aplicar un algoritmo. Si el valor de una acción perfora determinad­o piso, la máquina ordena vender.

La mayor parte de los grandes inversores maneja el dinero de manera pasiva. Statestree­t y Vanguard están entre los más grandes. Cuando el país obtuvo la denominaci­ón de mercado emergente compraron posiciones en la Argentina que comenzaron a deshacer tras las PASO. La pandemia le dio un nuevo motivo al algoritmo.

Otros, toman decisiones y tienen que explicarla­s. Sobresalen el equipo de Warren Buffet, el propio Bridgewate­r y Blackrock, a quien Cristina Kirchner se refirió alguna vez y con cuyas autoridade­s Mauricio Macri se reunió. Las compañías locales que cotizan esperan que para ellos se aplique también la idea del grupo adolescent­e: si se cae todo, no podemos hacer nada. Hay que aceptar las pérdidas y esperar el rebote.

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