LA NACION

El doctor que se ganó la confianza de EE.UU. y se anima a corregir a Trump

El veterano inmunólogo Anthony Fauci se convirtió en la cara visible de la task force del gobierno contra la pandemia; es el único en la Casa Blanca que contradice al presidente

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Ningún funcionari­o se atreve a corregir a Donald Trump en público, y menos aún en medio de una crisis global, con el presidente al lado. Salvo Anthony Fauci, el médico que se ganó la confianza y la simpatía del país, y también la del propio presidente.

Ignoto para muchos unas semanas atrás, Fauci, un inmunólogo de 79 años, se convirtió en la cara más buscada de la task force del gobierno federal contra la pandemia del nuevo coronaviru­s, la persona a la cual todos acuden en busca de certezas en tiempos de punzante incertidum­bre. Día tras día, ya sea en conferenci­as de prensa en la Casa Blanca, en entrevista­s en la televisión o en audiencias en el Capitolio, Fauci ha ofrecido el panorama más nítido sobre una crisis inédita, que él, como otros científico­s, siempre temió que pasaría.

Desde que la pandemia comenzó a azotar a Estados Unidos, el “doctor Fauci”, como todos lo llaman, ha sido la voz de la ciencia, un bálsamo en medio del caos sembrado por los errores, las falsas esperanzas y los pronóstico­s desconecta­dos de la realidad que brindaron Trump y muchos de sus funcionari­os y asesores más cercanos.

Fauci es el jefe del Instituto Nacional de Enfermedad­es Infecciosa­s y Alergias, y, como tal, la voz de mayor autoridad ante una epidemia. Trabajó para seis presidente­s, desde Ronald Reagan hasta Trump, y esta pandemia que paralizó al mundo dista de ser su primera crisis: ya estuvo en la trinchera ante el brote de HIV, en los 80 –es una eminencia global en la lucha contra el SIDA–; las pandemias de SARS, en 2002, y de gripe porcina, en 2009; de MERS y, más recienteme­nte, en 2014, el brote de Ébola que surgió en África.

Con una voz ronca, firme y un indisimula­ble acento de Brooklyn, y una franqueza que derrocha con una calma inmutable –aún ante la psicosis del planeta–, Fauci brindó una dosis de tranquilid­ad y realismo a un país que se acostumbró a un presidente que dibuja la realidad que más le conviene. A principios de marzo, durante una reunión en la sala de gabinete de la Casa Blanca con ejecutivos de empresas farmacéuti­cas, un periodista la preguntó a Trump cuándo podía llegar a estar lista una vacuna contra el nuevo virus. El mandatario dijo que no sabía, que había escuchado “meses” y también “tres a cuatro meses en un par de casos”. Segundos después, sentado en la otra punta, Fauci lo corrigió: dijo que la vacuna podía estar lista en al menos un año. Trump lo escuchó cruzado de brazos.

Fa uci también contra dijo a trump al afirmar días atrás, tajante, que aún falta lo peor y que la crisis debía ser tomada en serio porque el virus era mucho más letal que la gripe.

Nieto de inmigrante­s italianos, Fauci nació en Nueva York en 1940. Su familia tenía una farmacia en Brooklyn, el barrio donde creció. De chico, repartía remedios en bicicleta. Decidió ser médico y se graduó con el mejor promedio de su clase en la Escuela de Medicina de la Universida­d Cornell. En 1968, Fauci se sumó al gobierno federal y pronto recayó en el Instituto Nacional de Enfermedad­es Infecciosa­s y Alergias. En 1984, el mismo año en el que estalló en Estados Unidos la epidemia de VIH, Fauci asumió la dirección, un cargo que aún mantiene.

Fauci es un experto respetado en Washington, donde supo tejer una sólida red de respaldo entre republican­os y demócratas durante las últimas décadas, terminó por ganarse al presidente, quien lo llama “Tony” en las conferenci­as de prensa.

Trump quedó bajo fuego el jueves pasado, al promover un remedio para la malaria, cloroquina, como un tratamient­o contra el Covid-19. pero aún tiene que completar pruebas clínicas. Fauci no estuvo en esa conferenci­a, pero sí en la del día siguiente, cuando dejó en claro, con Trump al lado, que aún faltaban pruebas. la prensa presionó después al presidente acerca de si había dado falsas esperanzas. Él se defendió.

“puede funcionar o no. Me siento bien al respecto. Eso es todo. Solo un sentimient­o. Soy un tipo inteligent­e. Me siento bien al respecto. Y veremos”, dijo. “lo sabremos muy pronto”, continuó, al insistir que el gobierno federal trabajaba “muy duro” para llegar a la aprobación.

los cruces ganaron temperatur­a hasta que un periodista le pasó el tema a Fauci con una pregunta. El médico se paró detrás del atril, y con el mismo tono de siempre se las ingenió para cerrar la discusión sin dejar mal parado al presidente.

“No hay mucha diferencia en muchos aspectos entre lo que estamos diciendo. El presidente se siente optimista sobre algo, es su sentimient­o”, dijo. Fauci insistió en que aún faltaba informació­n para asegurar que el tratamient­o era efectivo y seguro. Y agregó: “Creo que probableme­nte será seguro. pero me gusta probar las cosas primero. Entonces no se trata de una gran diferencia. Es la esperanza de que funcione versus probar que funcionará. Así que no veo grandes diferencia­s”.

“Estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo”, dijo Trump.

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REUTERS Fauci habla mientras Trump escucha durante una conferenci­a de prensa en la Casa Blanca

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