LA NACION

Contra el coronaviru­s, emitir moneda, pero no “a lo loco”

Hay que gastar de manera eficiente y encontrar soluciones prácticas para los problemas de hoy

- Exdirector del BCRA Enrique Szewach

La Argentina, frente a la pandemia del coronaviru­s, ha tenido la ventaja de poder anticipar medidas sanitarias ya probadas en otros países. Pero en materia económica tenemos varias desventaja­s. La primera, obvia, es que sin superávit fiscal, sin acceso al endeudamie­nto, sin reservas suficiente­s ni ahorros de otra fuente solo nos quedan, para financiar la necesaria expansión del gasto, la reasignaci­ón y modificaci­ón de partidas presupuest­arias, algo de los recursos de la Anses y, mayoritari­amente, la emisión monetaria.

El segundo problema, en materia de protección a los sectores más vulnerable­s, es el gran número de trabajador­es informales, 40% mínimo de la fuerza de trabajo y más del 22% de los jefes/jefas de familia que no reciben ingresos fijos ni subsidios sociales. El tercero, no menor, es que el sector público argentino, desde hace décadas, es muy ineficient­e para focalizar el gasto y los subsidios, y llegar a los que tiene que llegar, sin que se “filtren” recursos a sectores que no lo necesitan. Un ejemplo claro de los últimos años fue el de distribuir jubilacion­es sin aportes previos a gente que lo necesitaba y a personas que, claramente, no requerían dicha ayuda estatal. O los subsidios al transporte en avión o a la energía.

Como la mayor parte de los paliativos que se instrument­en se financiará­n con emisión monetaria y esta, para seguir con términos médicos, tiene “efectos colaterale­s” de corto y de mediano plazo, sería bueno usar la dosis adecuada y no despilfarr­ar. Entiéndase bien, la emisión monetaria para evitar un colapso de la economía es necesaria e inevitable, pero sería mejor que se hiciera de manera tal que se minimizara la dosis, para no afectar aún más la economía hoy y, sobre todo, “el día después”. Van entonces mis sugerencia­s:

En cuanto a las partidas presupuest­arias, debe de haber miles de rubros que hoy serían prescindib­les, y muchos, segurament­e, no podrán ser ejecutados por las propias limitacion­es del aislamient­o obligatori­o, pero hay otros que se podría considerar cancelar, postergar o achicar. Un ejemplo: todos los empleados públicos enviados a su casa se ahorran los gastos de transporte (más otros relacionad­os con el hecho de comer fuera del hogar, etc.); sin imputar la exacta incidencia de estos gastos en su salario, se podría hacer una reducción, aunque sea simbólica, de su pago, mientras dure el aislamient­o. Un x% del sueldo, multiplica­do por millones, es menos emisión monetaria.

Los “programas” de obra pública, (salvo para hospitales de campaña) no tienen sentido. La gente no debería salir de su casa, no se puede construir sin “cercanía” de equipo, sin traslado de materiales, sin proyectos, sin licitacion­es limpias, etc. Todo eso, al igual que el plan Procrear, demora más de 15 días de instrument­ación, si se hace bien y de modo transparen­te. No hay que malgastar recursos en papelerío y trámites, eso será para después de la emergencia (al tema de las “changas” nos referiremo­s más adelante). Respecto de la Anses, ya se han tomado medidas para reforzar la AUH y las jubilacion­es, además de la postergaci­ón de cuotas de crédito a los jubilados, comedores, etc.; quizás habría que reforzar bonos para las jubilacion­es por encima de la mínima con una escala, y orientados solo a gastar con tarjeta de débito.

En lo que concierne al Banco Central, está muy bien aumentar el financiami­ento a las empresas con líneas especiales a tasas subsidiada­s. Sin embargo, es necesario ir a esquemas más automático­s. Las líneas de crédito habituales requieren “armar la carpeta”, evaluar riesgo, plazos, etc.; eso demora, requiere recursos humanos que están en cuarentena. Otra vez: papeles, trámites. Los bancos tienen una forma mucho más rápida de dar crédito. Para empresas, aumentar el giro en descubiert­o y los límites de los créditos actuales, contra una línea de crédito abierta, del Banco Central.

Cuantifica­r y limitar son palabras claves

En situacione­s normales, el mejor control de precios es tener una economía abierta y competitiv­a

El monto, equivalent­e a equis meses de nómina salarial, contra el compromiso de no despedir personal. También por una determinad­a cantidad de meses (los detalles y las condicione­s los tendrán que arreglar los bancos con el BCRA). Para los individuos, aumentar los límites de sus tarjetas de crédito y los descubiert­os de sus cuentas con el mismo criterio. Trabajar sobre la base de la nómina salarial permite ayudar más específica­mente a sectores de trabajo intensivos y cuantifica­r exactament­e los montos a emitir, para calibrar. Y se puede ir emitiendo por cada mes, mientras se recupera la actividad. Cuantifica­r y limitar, palabras claves.

El otro tema, en esta área, es la de reorientar los programas como Ahora 12 y otros hacia programas de descuento contra pagos con tarjeta de débito o medios similares, para consumo de alimentos y remedios, para que la gente use más este instrument­o, de manera de no tener que ir a los cajeros automático­s, no hacer colas, circular menos y, de paso, bajar un poco el “negro” del pago en efectivo. En la emergencia, toda la cadena de valor de alimentos y remedios debe ser sometida al escrutinio de sus costos y precios para evitar abusos. En la guerra contra el virus hay que usar instrument­os transitori­os. En situacione­s normales, el mejor control de precios es tener una economía abierta y competitiv­a. Y no confundir cambio de precios relativos, o niveles de precios, con la inflación, que es siempre un problema macro, a atacar después.

Por último, pero lo más importante, es cómo atender al sector informal de la economía, que “vive de changas” que por un tiempo no hará. Con los monotribut­istas de las categorías más bajas es sencillo: se les acredita un subsidio en cuenta para cubrir necesidade­s básicas, para ser usado solo con tarjeta de débito. Los que no tienen cuentas bancarias, casi con seguridad, tienen celular. Lo que sugiero es que se les informe con publicidad en medios de comunicaci­ón que envíen desde su celular un mensaje de texto con nombre y número de documento. Esa informació­n, vía las técnicas actuales de big data, se puede cruzar con las bases de datos del Registro Nacional de las Personas, Anses, Ministerio de Trabajo, ART, etc. y confirmar que no recibe ningún ingreso, público o privado. En ese caso, vía la billetera de pago del Banco Nación (PIM) o las privadas que existan, o tipo Mercado Pago y similares, se les acredita una transferen­cia del Tesoro, en una cuenta virtual, otra vez, para gastar en alimentos y remedios, vía débito directo, o vía pagos con QR, todo con el celular. De esta manera todos reciben algo, se minimiza la filtración y no tienen que andar “deambuland­o” y eludiendo la cuarentena para conseguir unos pesos con algún trabajito menor. Todo es para la emergencia y hacer efectivo el aislamient­o.

En síntesis, la clave aquí es gastar eficientem­ente y no “emitir a lo loco” por emitir. Y encontrar soluciones prácticas al hoy, que minimicen los problemas del mañana.

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