LA NACION

Reclamos y una confesión en una reunión clave

- Pablo Fernández Blanco

Nunca lo reconocerá­n en público, pero casi todos los gestores de la salud privada en la Argentina anteayer habían levantado el teléfono para hacerles consultas a sus abogados. Después de escuchar la propuesta del ministro de Salud, Ginés González García, que hablaba de lanzar un decreto para convertir al sector en una tarea de interés público y centraliza­r en el Estado el manejo de las camas, nadie estaba dispuesto a entregar su clínica sin un litigio previo.

Con ese ánimo llegaron los referentes de las principale­s asociacion­es de la medicina privada del país a la reunión que mantuviero­n con González García ayer al mediodía.

La pandemia les imprime su propia velocidad a los tiempos de la política argentina. Unos sesenta minutos de charla alcanzaron para que ambas partes bajaran las armas que habían levantado 15 horas antes. Era el resultado lógico: a nadie le conviene pelear en la antesala de lo que puede ser un triunfo nacional o la peor catástrofe sanitaria de la historia argentina, según sea el resultado que tenga la salida de la crisis del coronaviru­s.

El primero en mostrar buena voluntad fue el ministro. Les dijo a los empresario­s que en ningún momento fue su intención intervenir en el sector privado de la salud, algo que habían entendido todos sus interlocut­ores durante su presentaci­ón virtual en el Congreso anteayer. Ya lo dice una frase atribuida a otro médico, Jacques Lacan: la comunicaci­ón es imposible.

Lo escuchaban Jorge Cherro (Adecra), Mario Lugones (Cepsal), José Sánchez (FEM), Luis Degrossi (ADEM), Enrique Tonelli y Enrique Cimino (Confeclisa) y Miguel Troisi (Faosdir), las principale­s cámaras que representa­n al sector.

Luego llegó el momento de los reclamos. Aunque el ministro dijo y repitió que intentará no disponer una normativa común a través de un decreto del presidente Alberto Fernández, tampoco eliminó por completo esa posibilida­d porque no es solo decisión suya, según argumentó.

El sector privado ve detrás de esas dudas los temores del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y más lejos aún, los de la vicepresid­enta Cristina Kirchner.

un secreto mal guardado en el sector médico que el distrito peor preparado del país para enfrentar el coronaviru­s es el conurbano bonaerense. Allí conviven una alta densidad de población y un sistema hospitalar­io deficiente. Una coincidenc­ia que preocupa al Frente de Todos: el mayor bastión político kirchneris­ta es el que podría dar las peores noticias sanitarias en las próximas semanas.

Para evitarles el sinsabor de un decreto, el ministro les pidió a los empresario­s una lealtad casi “peronista”: debían respetar la “rectoría” del Ministerio de Salud para avanzar en la coordinaci­ón del sistema sanitario nacional, provincial y municipal.

También les reconoció que las empresas están desfinanci­adas por la baja de la recaudació­n de las obras sociales, les anticipó que habría impuesto cero para la importació­n de insumos esenciales y los invitó a participar de una mesa que tendrá reuniones periódicas. La primera será el sábado próximo.

González García terminó con un gesto de empatía hacia los profesiona­les del sector. Dijo que le preocupaba más la falta de vestimenta apropiada para médicos y enfermeros que el abastecimi­ento de respirador­es. Una confesión que cayó bien entre los gestores de la salud. Sucede que si se contagia un médico, el sistema no solo carga con el problema de la enfermedad en sí, sino también con la pérdida, al menos hasta su recuperaci­ón, de un eslabón clave en la cadena sanitaria.

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