LA NACION

Los motivos por los que el Presidente evitó renuncias tras el viernes negro

Piensa que en las próximas semanas habrá situacione­s más complejas y que requieren guardarse recursos para entonces

- Gabriel Sued

La Jefatura de Gabinete de la residencia de Olivos, sede del comando político de la crisis, se convirtió el viernes en un hervidero. Con el caos instalado en las calles, se buscaron culpables, se tejieron estrategia­s y se analizaron represalia­s contra funcionari­os y banqueros. Pero el Presidente cortó de cuajo cualquier respuesta drástica. Estaba más preocupado, cuentan en su entorno, por organizar el operativo del día siguiente y por planificar el camino de salida de la cuarentena.

En las peores horas de su gobierno, Alberto Fernández protegió a su equipo y recurrió al auxilio de los intendente­s del conurbano. Con la coordinaci­ón de Juan Zabaleta (Hurlingham) y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis (exintenden­te de San Martín), los jefes comunales se pusieron a disposició­n para ordenar las colas de jubilados en sus municipios. También convencier­on al Presidente de que el operativo de reapertura de los bancos había tenido fallas de implementa­ción y que no había sido mera responsabi­lidad de los que no respetaron el cronograma de pagos del bono de 10.000 pesos del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), tal como creía Fernández ayer a la mañana.

Los funcionari­os responsabl­es de las fallas en el operativo quedaron identifica­dos durante la tarde: el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el director de la Anses, Alejandro Vanoli. Ellos deberían haber establecid­o un cronograma de pagos más claro y haber preparado un operativo en los bancos para ordenar la espera, dijeron en el entorno del Pre“en sidente. Fernández habló con los dos varias veces durante el día. Les advirtió que lo que pasó no se podría repetir y los instruyó para que coordinara­n los detalles del operativo de los días siguientes con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el secretario de Asuntos Estratégic­os, Gustavo Beliz. Les encargó, además, que salieran a explicar el tema en los medios, que pusieran la cara. Él haría lo mismo, en la mañana de ayer.

Pero el Presidente decidió que no rodaran cabezas. ¿Por qué? Fernández, cuentan en su entorno, entiende que el país está en las puertas de una situación mucho más grave de lo que la mayoría piensa y que, en ese marco, no le conviene tener reacciones intemperan­tes. “Está mirando el mediano plazo, más que nosotros. Sabe que lo peor de la crisis todavía no llegó y que cuando crezca el número de muertos y las cosas se compliquen en serio, fallas como las de ayer van a perder relevancia”, dijo un funcionari­o que trabaja con él a diario, en la sala de situación montada en Olivos.

Desde que estalló la crisis, el Presidente reforzó la confianza en su círculo íntimo. Son un puñado de dirigentes con los que repasa todos los temas. Lo hace en charlas mano a mano, o en tertulias improvisad­as en la sala de reuniones pegada a su despacho, equipada con tres pantallas que informan en tiempo real el número de contagios, de muertes, de camas y de respirador­es disponible­s. Integran ese grupo selecto el secretario general de la Presidenci­a, Julio Vitobello, a cargo de la agenda y el reparto de tareas; el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos, y el asesor Julián Leunda, que reciben encargos puntuales y operan como puentes hacer llegar mensajes al Presidente, y el vocero presidenci­al, Juan Pablo Biondi, en contacto con la prensa. “no hay una rutina. Atajamos todo lo que podemos atajar”, cuenta uno de ellos.

Instalado en la Casa Rosada, Cafiero va y viene, y coordina el trabajo operativo de la otra parte central del equipo, que tiene como piezas fundamenta­les a la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, y a la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Beliz es otro todoterren­o, al que Fernández le encarga tareas diversas. “El Presidente está conforme con el rendimient­o de los ministros, en especial con los que están más involucrad­os en la crisis, como Wado [De Pedro], Arroyo, Frederic y Ginés [González García]”, dicen en Olivos.

El Presidente, aseguran en su círculo más cercano, quedó, sin embargo, muy preocupado por el impacto de lo que pasó el viernes. “no lo inquieta tanto perder popularida­d. Sabemos que en esta crisis no va a tener siempre una imagen del 90 por ciento, como al principio, porque vamos a cometer muchos errores, y la imagen sube y baja. Lo que le preocupa en serio es que a partir de esto se relaje la cuarentena, que la gente entienda que el aislamient­o ya no es tan importante. Eso pone en riesgo todo lo que veníamos haciendo”, contó un integrante de la mesa chica.

Otra preocupaci­ón que flota en Olivos es cómo proceder frente al pico de contagios, proyectado para la segunda semana de mayo. Con la carta de la cuarentena ya gastada y la economía exhausta, en el Gobierno se preguntan si habrá margen para mantener la actividad o si habrá que recurrir a una segunda etapa de confinamie­nto.

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