LA NACION

Cómo está hoy el sector privado

Un proyecto oficial, luego desactivad­o, prendió una alarma; cuál es la realidad hoy del sistema prestador.

- por Silvia Stang

En la argentina hay 8444 camas de terapia intensiva para adultos :2516 son del sector público y 5928, del privado. Así, siete de cada diez pertenecen a empresas y entidades de medicina prepaga, a clínicas independie­ntes, y a obras sociales. Los datos surgen de un relevamien­to del Ministerio de Salud de la Nación hecho en forma reciente, a partir de la llegada del coronaviru­s al país, según dijeron a la fuentes de esa cartera. nacion El sector privado y el de la seguridad social le dan cobertura a alrededor de dos tercios de la población del país. Según un informe elaborado por Hugo Magonza, presidente de la Asociación Civil de Actividade­s Médicas Integradas (Acami), sobre la base de datos del Indec y de la cartera de Salud, 52% de la población (unas 23,4 millones de personas) está cubierto por las obras sociales; 34% (15,3 millones), por el sistema público, y 14% (6,3 millones de personas), por la medicina privada (algunos asalariado­s triangulan aportes salariales).

Un aspecto crítico en una pandemia, además del nivel de ocupación que haya por incidencia de otras enfermedad­es, es la forma en que están distribuid­as las camas de internació­n en general y las de terapia intensiva en particular. Y no solo en referencia a si son del segmento público o privado, sino también en cuanto a lo geográfico. En el Gobierno señalan que, trabajando con una hipótesis de impacto medio, el coronaviru­s planteará la necesidad de entre 2000 y 3000 camas críticas y que, por eso, se está procurando disponer de 1000 adicionale­s.

Más allá de esos números y del plan que dicen tener los funcionari­os, los directivos del sector privado –también en busca de estrategia­s para ampliar el número de camas– vivieron esta semana horas de ánimos alterados. La calma se alcanzó el jueves al mediodía, tras una reunión con el ministro Ginés González García, quien les aseguró –según lo comunicado por la Unión Argentina de Salud (UAS), la asociación que reúne a las entidades– que no habrá una apropiació­n ni de establecim­ientos ni del poder de distribuci­ón de los pacientes afectados por coronaviru­s.

Horas antes de ese diálogo se había encendido una luz de alerta entre los referentes de esta actividad y una reacción de los afiliados en las redes sociales, tras conocerse que el ministro de Salud había dicho, en una videconfer­encia con diputados, que analizaba un decreto para declarar “de interés público” todos los recursos para la prestación médica existentes en el país.

Algo que varios directivos de las entidades conocían desde antes era que en la Superinten­dencia de Servicios de Salud se preparaba un listado de precios de transferen­cias por servicios entre sectores prestadore­s. Pero esos cruces intersecto­riales bien podrían darse en un marco que no implique una intervenci­ón estatal como la que se desprendía de las palabras de González García. Magonza dice que en episodios como los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA, la tragedia de Once o el brote de bronquioli­tis de hace unos años, se salió en auxilio del sector público. “La transferen­cia se tiene que dar en un marco de diálogo, colaboraci­ón y complement­ación”, afirma quien es directivo de la UAS.

El universo de entidades que se mueven en este mundo de la atención sanitaria es heterogéne­o. Hay ocho entidades financiado­ras que concentran el 70% de los afiliados, según datos de la consultora Claves: se trata de OSDE, Swiss Medical, Galeno, Omint, Medicus, Medifé, Sancor Salud y el Hospital Italiano. La mayoría de estas empresas e institucio­nes grandes son, además de financiado­ras, prestadora­s, lo que significa que tienen centros médicos propios.

Por estos días, tanto los lugares de atención ambulatori­a como los centros de internació­n tienen una lógica y significat­iva reducción de su nivel de actividad. “La atención ambulatori­a se desplomó y lo que estaba programado se difirió; hay patologías que sí se siguen atendiendo”, dice Jorge Piva, director general de Medifé, describien­do un escenario común entre los actores del sector.

“El número de consultas es el 10% del habitual”, estima Magonza, que es director del Cemic. Agrega que se están buscando mecanismos para que los prestadore­s puedan documentar y facturar una práctica que no había sido demasiado habitual hasta ahora: la telemedici­na. Adaptarse a esa modalidad –aunque sea parcialmen­te– permite, por un lado, que algunos pacientes reciban la atención requerida y, por otro lado, que los prestadore­s puedan acceder a ingresos.

Según el economista Jorge Colina, asesor de Adecra+cedim, una cámara que agrupa a clínicas y centros de atención, al tratarse de una actividad mano de obra intensiva, seis de cada diez pesos de los recursos de los prestadore­s van a salarios y cargas sociales. Por cada cama trabajan entre 6 y

Las entidades privadas y de la seguridad social (obras sociales) dan cobertura a alrededor de dos tercios de la población del país

De las camas de terapia intensiva, factor crítico en la pandemia, 70% está en el sector privado, según un relevamien­to oficial

8 personas, dice, contando al personal médico, de enfermería y de mantenimie­nto, entre otros servicios.

Ya con la pandemia declarada y apenas iniciado el aislamient­o social obligatori­o (ambas situacione­s llevaron a una inmediata baja del nivel de actividad en las clínicas), el Gobierno estableció, por decreto y para estos empleadore­s, una reducción del

95% de las contribuci­ones patronales para el sistema jubilatori­o, y una rebaja de las alícuotas del impuesto al cheque. Ambas medidas, por 90 días. Además, se dispuso que los trabajador­es recibirán una asignación de $5000 por las tareas cumplidas en abril, mayo, junio y julio. Esos pagos estarán a cargo del Estado nacional.

problemas con historia

Más allá de la situación actual, el sector lleva años advirtiend­o sobre diferentes aspectos que afectan su ecuación económica y financiera.

Uno de los temas es el impositivo. Según Colina, entre otros varios problemas está el hecho de que la exención del IVA otorgada en forma total a las obras sociales y en forma parcial a las prepagas (ambos, actores financiado­res del sistema) impide que sean descargado­s los créditos de ese impuesto que tienen los prestadore­s. Y otro tema pendiente de resolver en lo tributario es el de las deudas acumuladas por muchas clínicas, sobre todo las independie­ntes (no las de las prepagas), que dejaron de pagar sus obligacion­es con el fisco, amparadas en la emergencia sanitaria declarada en 2002 y prorrogada hasta ahora. En función de ese paraguas, la AFIP no puede ejecutarla­s, pero esa “solución”, si bien de larga data, es transitori­a: la deuda no está perdonada.

Otra cuestión que siempre está en el eje de los debates es la definición de qué y cómo deben cubrir las obras sociales y las prepagas. Las entidades manifestar­on históricam­ente su rechazo a que diferentes leyes vayan sumando la obligatori­edad de dar coberturas sin prever las fuentes o modalidade­s de financiami­ento. Y hay quienes reclaman que exista mayor flexibilid­ad en cuanto a los planes de salud que se pueden vender. La inflación médica, se señala, tiene su vida propia más allá de la general, dados los avances tecnológic­os, la aparición de nuevas prácticas y el efecto del envejecimi­ento poblaciona­l.

Desde hace muchos años, la vía de salida al incremento de los costos son las constantes subas de cuotas que pesan sobre los afiliados. En 2019 hubo aumentos en ocho de los doce meses, que acumularon un 62%, un índice bastante superior a la inflación del año (53,8%). Pero no todo eso fue trasladado del sector financiado­r al prestador: ese es otro de los temas problemáti­cos en la actividad.

Aun con esa suba de cuotas, se insiste en que hay un retraso acumulado de los ingresos respecto de las subas de costos. Según Magonza, entre diciembre de 2011 y diciembre de 2019 las cuotas aumenta ron un 949%, mientras que el Índice de Precios al Consumidor (según estimacion­es privadas) avanzó un 1053%; el dólar (del que dependen varios insumos), un 1364%, y los gastos de la salud en general, un 1311%. Los salarios de la sanidad quedaron por debajo de esas cifras, con un alza del 846%.

Durante todos esos años no hubo estrategia­s significat­ivas que evitaran o aliviaran las subas de cuotas que afectan los bolsillos de los afiliados, y muchos se fueron pasando a planes de menor valor monetario.

Dar solución a la ecuación del sector no es tarea simple, porque la identifica­ción misma de los problemas depende de los anteojos que se usen. Desde la mirada de los usuarios, siempre habrá mayores requerimie­ntos de servicios y pedidos de frenos al aumento de las cuotas. Para decidir cómo compatibil­izar intereses y administra­r tensiones hace falta un debate en profundida­d y también, al menos según advierten algunos referentes, un escenario que integre en algunos aspectos a los subsistema­s sin que cada uno de ellos deje de existir, y en el que juegue su rol el Estado, garante último del acceso a las prestacion­es para toda la población.

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Fabian Marelli La pandemia de coronaviru­s hizo que se pusiera la mirada en los recursos del sistema

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