LA NACION

Falta de actividad, en el eje de los análisis

En el mundo, los inversores están pendientes de la pandemia y de los efectos de las cuarentena­s.

- Juan Carlos de Pablo

PREGUNTAS A RICHARD EARL CAVES

Economista

1931-2019

Economista estadounid­ense y profesor emérito de economía en la Universida­d de Harvard. Es conocido por su trabajo en empresas multinacio­nales, en organizaci­ón industrial y en las industrias creativas.

aEn las primeras páginas de La riqueza de las naciones, publicado en 1776, Adam Smith explicó los beneficios y los riesgos que tiene la división del trabajo, planteando un ejemplo inmejorabl­e, el de la fabricació­n de alfileres. A raíz de las consecuenc­ias económicas del coronaviru­s, los críticos del intercambi­o internacio­nal y de la globalizac­ión, enfatizan los riesgos de la especializ­ación. ¿Hay alguna forma de aprovechar los beneficios, sin correr los riesgos?

Al respecto, consulté al norteameri­cano Richard Earl Caves (19312019), quien primero se ocupó de la teoría real del comercio internacio­nal, y luego se convirtió en pionero de los estudios de organizaci­ón industrial. Dirigía el departamen­to de economía de Harvard cuando estudié allí. Recuerdo cuando les dijo a los estudiante­s americanos que “no les convenía” postergar rendir los exámenes. El consejo era ignorado porque, una vez terminada la carrera, muchos de ellos tendrían que participar en la Guerra de Vietnam.

–¿Por qué escribió Comercio y estructura económica, que publicó en 1960?

–Se trata de la versión condensada y revisada de mi tesis doctoral, que dirigió Gottfried Haberler. Según expliqué en el prólogo, mi idea inicial, al reseñar la teoría del comercio internacio­nal, tenía que ver con mi preocupaci­ón por testearla y aplicarla. Es una obra meticulosa, con un estilo parecido al que utiliza José María Dagnino Pastore. Le escuché decir a Alberto Petrecolla que, más allá de sus méritos, no sirve para aprender. Tiene razón, porque ese no era el propósito principal. Pero como obra de consulta usted, De Pablo, la utiliza muchísimo.

–Así es. En 1968, junto con Harry Gordon Johnson, usted publicó una recopilaci­ón de valiosos ensayos sobre comercio internacio­nal.

–Efectivame­nte. Esto les quitó valor a las hemeroteca­s, pero en aquel momento el volumen acercó a la profesión lo que habían escrito, entre otros, Alexander, Balassa, Bhagwati y Ramaswamy, Fleming, Friedman, Haberler, Harberger, Leontief, Lerner, Mundell, Rybczynski, Samuelson y Singer.

–¿Cómo explicó Smith los

–Imaginemos un par de fábricas de alfileres, iguales en cuanto a maquinaria, herramient­as y personal que trabaja. Fabricar un alfiler implica realizar tres operacione­s: cortar un rollo de alambre, afilar una punta y redondear la otra. En cada una de las fábricas trabajan tres operarios. En la primera, cada uno de ellos tiene que realizar las tres operacione­s, mientras que en la segunda el primero solo corta, el segundo solo afila y el tercero solo redondea.

–¿Y?

–Al final de una jornada laboral de igual duración, en la primera cada uno de los operarios fabricó ocho alfileres, en total 24; mientras que en la segunda ninguno fabricó alfileres por sí solo, pero en conjunto elaboraron, digamos, 60.

–¿Magia?

–No, aumento de la destreza, maquinaria más específica, menor movimiento de materiales, etcétera. Con las mismas dotaciones de recursos, tanto laborales como de capital, la modificaci­ón de la forma de producción permite producir más alfileres.

–Smith también explicó que el grado de división del trabajo depende del tamaño del mercado.

–Otra aguda observació­n. Un médico en la ciudad de Buenos Aires puede ser un especialis­ta, un galeno en Trenque Lauquen no tiene más remedio que ser un generalist­a.

–Usted mencionó que la división del trabajo genera beneficios, pero también riesgos.

–Así es. Si en la primera fábrica alguno de los operarios no concurre a trabajar, la producción total cae de 24 a 16 alfileres; mientras que si en la segunda falta quien corta el rollo de alambre, la producción desaparece por completo. Además, están los costos psicológic­os de la producción en serie, graficados de manera magistral en Tiempos modernos, la película de Charles Chaplin.

–El ejemplo de Smith es generaliza­ble.

–Efectivame­nte. Reemplace alfileres por computador­as y el resto del análisis sigue igual; reemplace fábrica por universida­d, o por países, y el resto no se altera.

–Tengo entendido que en los debates relacionad­os con la derogación de las leyes de granos, que tuvieron lugar en Inglaterra, en 1815, David Ricardo y

pensar que luego de este shock volveremos a producir autos como se hacía hace medio siglo, sin aprovechar las economías de escala, es no pensar

Robert Thomas Malthus estuvieron en desacuerdo.

–Porque el primero enfatizaba los beneficios del comercio internacio­nal y el segundo, los riesgos.

–El caso argentino, en el medio siglo que va desde mediados de la década de 1870 a la Gran Crisis de la década de 1930, también viene a cuento.

–La Argentina se enganchó a la “locomotora” de la economía mundial, que en 1875 era la inglesa, generando un fuerte crecimient­o, por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial. Cuando se desató la crisis de la década de 1930 tenía una fuerte conexión comercial y financiera con Inglaterra, pero no formaba parte del Commonweal­th. El resultado fue el pacto Rocaruncim­an, firmado en mayo de 1933.

–Muy criticado en su momento.

–Esquivar las consecuenc­ias de la crisis de la década de 1930, por no haber aprovechad­o los beneficios de la conexión con la economía inglesa durante el medio siglo anterior, equivale a recomendar la soltería para evitar los problemas matrimonia­les.

–¿Qué enseñanzas genera todo esto, para guiar la acción en estos momentos?

–El conflicto entre beneficios y riesgos que plantea el grado de división del trabajo es ineludible, porque la decisión es única. La universida­d que contrata a especialis­tas para dictar las diferentes materias no puede lamentar el problema que se le presenta cuando falta alguno de ellos, sino que tiene que salir del paso. La universida­d que pretenda evitar el riesgo de las faltas, contratand­o a profesores que puedan dictar cualquier materia, será una institució­n de nivel académico muy bajo.

–¿Cómo se bajan los riesgos?

–Acumulando stocks, contratand­o algún personal de más, etcétera.

–¿Y cuando, como consecuenc­ia de un hecho extraordin­ario, nada parece alcanzar?

–Iba a decir una grosería, pero me contengo. Dentro de ciertos límites, los seres humanos tenemos fuerte capacidad de adaptación. Fíjese lo que está ocurriendo en su país: se clasifican los internados en los hospitales, según su grado de dolencia; se utilizan hoteles como piezas de hospital, cuando la naturaleza de la enfermedad lo permite, etcétera; se modifican algunas fábricas, para reorientar la producción, etcétera.

–¿Y cuando esto termine?

–De cada episodio como el que estamos viviendo se extraen enseñanzas. Aunque que hoy dice que, eliminado el coronaviru­s, nada será como era antes, se deja llevar por la emoción o el espanto. Pensar que, luego de este shock, volveremos a producir autos como se hacía hace medio siglo, sin aprovechar las economías de escala y, por consiguien­te, el comercio internacio­nal, es sencillame­nte no pensar.

–Don Richard, muchas gracias.

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