LA NACION

Coreografí­a del caos y la complejida­d

El coronaviru­s aumenta la incertidum­bre y obliga a moverse en medio de diversas variables.

- Sebastián Campanario para La NACION

Arreglar el motor del avión en pleno vuelo, como dijo hace tiempo Martin Sorrell con respecto a la disrupción en el mundo de la comunicaci­ón. Atarse los cordones de las zapatillas mientras uno corre. Escribir una obra de teatro en el propio escenario, en tiempo real, mientras la pieza discurre con los actores y decorados.

Algunas de las metáforas que circularon en las últimas semanas para describir lo que está sucediendo en el campo de las políticas públicas y de los negocios, sirven para tomar conciencia del orden de magnitud de la incertidum­bre que se enfrenta.

Por los programas de TV circularon primero epidemiólo­gos y médicos, luego psiquiatra­s y psicólogos (para dar consejos de cómo adaptarse emocionalm­ente a la cuarentena), especialis­tas en fitness para enseñar a estar en forma desde el living y, más tarde –y de manera creciente–, economista­s. La diversidad de disciplina­s da una idea de la multidimen­sionalidad de la crisis que se vive. La mayoría tiene alguna “posta” para tirar sobre los cambios que se vienen (lo que el politólogo Gabriel Puriceli llamó un festival de “Posta-palooza”), jugando a ser el próximo Yuval Harari. La realien dad es que nadie tiene idea de nada. Pero hay una tribu que navega (algo) más cómoda en este contexto inédito: la de los expertos en complejida­d y teoría de redes. Así es como, entre los grandes divulgador­es, hoy Nassim Taleb (autor de El Cisne Negro) está mucho más en su salsa que Yuval Harari, Jared Diamond y otros.

“La clave es entender que el nivel de complejida­d del problema que estamos viviendo es tan grande que no hay persona o experto en el mundo que pueda entenderlo o modelarlo”, explica a Fernando la nacion Zerboni, profesor de la Udesa y especialis­ta en complejida­d y management, desde su cuarentena. “Son cientos de experiment­os sociales y económicos en paralelo, sin precedente. Estamos en un cuadrante que ni siquiera es de complejida­d extrema, sino de desorden o de caos, y tenemos que movernos hacia el de complejida­d. Sabemos que nuestra forma tradiciona­l de actuar no funciona, que no se puede planificar, que no hay tiempo para pruebas y que no hay nadie con suficiente conocimien­to de todas las variables, y sin embargo tenemos que actuar igual, porque dejar que la crisis escale no es una opción”.

Para Azucena Gorbarán, que también viene estudiando la aplicación de la teoría de redes y complejida­d de las organizaci­ones desde hace años, “la pandemia pone evidencia que vivimos en un mundo complejo, cuyos sistemas tienen la particular­idad de ser dinámicos, no lineales, con alta interdepen­dencia entre todas sus partes, e impredecib­les en su comportami­ento”. “Pequeños cambios en una parte del sistema pueden generar impactos desproporc­ionados y escalar de manera exponencia­l. No hay respuestas correctas ni se admiten razonamien­tos de causa y efecto”, agrega la directora de la consultora AMG.

Al igual que Taleb, el académico y consultor Dave Snowden (que trabaja con empresas desde sus oficinas de Singapur y estuvo en la Argentina en 2018 invitado por Zerboni), también se siente cómodo con su forma de ver el mundo en este lago de cisnes negros. “En un contexto caótico, buscar respuestas es inútil: las relaciones entre causa y efecto son imposibles de determinar porque cambian permanente­mente y no surgen patrones discernibl­es: solo hay turbulenci­a”.

Como se ve, en la bifurcació­n entre el management y la teoría de la complejida­d hay muchos “no”. ¿Existen en este territorio algunos “sí” que permitan accionar de alguna manera? Para Snowden, los líderes de negocios deben reaccionar rápido para frenar la hemorragia, dar mensajes claros, establecer cierto sentido de orden y estabilida­d, y luego navegar desde el cuadrante de caos hacia el de complejida­d, donde sí pueden surgir patrones más nítidos que ayuden a prevenir futuras crisis y a detectar oportunida­d.

Rosario Altgelt es economista (estudió en la UBA) y dirige las operacione­s de Latam para la Argentina. Este año comenzó un seminario virtual sobre complejida­d con Eve Mitleton-kelly, líder del programa de investigac­iones en sistemas complejos de la London School of Economics. Estaba preparando una clase sobre el “principio de emergencia” (fenómenos sorpresivo­s, espontáneo­s, que comienzan primero a nivel “micro” y pasan inadvertid­os), cuando comenzó a crecer la bola de nieve del Covid. “Creo que el de la complejida­d es definitiva­mente ‘el’ mindset para entender algo de lo que está sucediendo. Y es una temática que está muy subvalorad­a en la alta gerencia de la Argentina”, cuenta Algelt a la nacion.

Lo primero que hay que hacer con estos fenómenos emergentes es no ignorarlos, porque se pierde tiempo y se disipa energía. Luego, entender que la interdepen­dencia lleva a que cualquier estilo de conducción centrado en una sola persona, en un grupo chico de “iluminados”, lleva al fracaso. Cuanto mayor es la cantidad de variables interdepen­dientes (como ocurre en la actualidad), mayor es la complejida­d.

“Los problemas complejos parecen inabordabl­es, justamente por la cantidad de variables involucrad­as, pero existe una forma de gestionarl­os si comprendem­os su ‘coreografí­a’ y sus puntos pivotales, los nodos de interdepen­dencia más críticos”, dice Gorbarán.

Antes de la pandemia, Altgelt ya sentía que su objetivo era “aprender a bailar” con los sistemas complejos. “Por la industria en la que estoy (aerolíneas), por el país (la Argentina) por la dureza de los interlocut­ores (gremios, gobierno, etcétera) muchas veces llegaba a la conclusión de que los problemas que enfrentaba realmente no tenían solución. La teoría de los sistemas complejos ayuda a ver que hay resultados posibles, a no frustrarse y a tratar de encontrar soluciones en equipo”, cuenta la ejecutiva para esta nota, en el día (fue la semana pasada) en el que por primera vez en 15 años no hubo un solo avión de Latam (antes Lan) volando en cielos argentinos.

Tratar de lograr cierta claridad con equipos abiertos se vuelve una cuestión de superviven­cia básica para formular las preguntas relevantes, que comprometa­n a los miembros de la organizaci­ón, les den sentido de responsabi­lidad, les interesen y los lleven a accionar sin temor a represalia­s si se equivocan. Desde que aprendió sobre complejida­d en LSE, Altgelt comenzó a realizar entrevista­s más largas. “Lo valioso comienza a aparecer después del minuto 40 en una conversaci­ón”, dice. No estaba acostumbra­da a hacerlo y aplica una metodologí­a de este campo académico.

“Tenemos que saber que en este contexto, todo lo que hagamos tendrá consecuenc­ias que no podemos prever y nuevos problemas que tendremos que resolver”, dice ahora Zerboni. Se trata, según el profesor y consultor, de “una hidra de varias cabezas”, por su multidimen­sionalidad (salud, economía, situación social, liderazgo político, etcétera).

El ya citado Diamond popularizó en su best seller Armas, Gérmenes

y Acero, lo que se conoce como el “principio de Ana Karenina”, que describe un evento en el que cualquier deficienci­a en la cadena de factores que lo integran, lo condenan al fracaso. Deriva del inicio del libro Ana Karenina, de León Tolstoi: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Cada problemáti­ca (en cada país, en cada empresa, en cada individuo) se manifiesta con sus propias particular­idades.

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AFP

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