LA NACION

Coronaviru­s: ¿El entretenim­iento y la cultura volverán alguna vez a la normalidad?

La pandemia está causando pérdidas globales de miles de millones a las industrias del cine, las artes escénicas y la música, con un futuro donde el único faro es la incertidum­bre

- Marcelo Stiletano

No hay temor más extendido en el mundo de hoy que la posibilida­d de quedar infectado por el coronaviru­s, pero detrás del miedo surgen entre muchas otras cosas cifras que asustan de verdad. La parálisis mundial que la pandemia forzó en la industria del entretenim­iento provoca hoy pérdidas globales de 7000 millones de dólares solamente para el área de producción, distribuci­ón y exhibición cinematogr­áfica.

Si extendemos esos números al resto de las actividade­s conectadas con el arte, el espectácul­o y el entretenim­iento masivo, los números van a ser todavía más estremeced­ores. Tanto como la cantidad (contada por millones) de personas que ya perdieron sus puestos de trabajo o tendrán que esperar muchísimo tiempo, más de lo que están en condicione­s de soportar, para recuperarl­os en un futuro incierto. Algunos miran a 2021 como tabla de salvación, hacia donde se han relocaliza­do muchas de las mayores apuestas de estudios cinematogr­áficos y giras musicales. Otros dudan de que exista la forma de salir indemne.

La tormenta perfecta que nadie imaginaba llegó de la mano de un virus capaz de extenderse tan rápido como para anular en un instante la materia prima fundamenta­l de la gran mayoría de estas actividade­s: la posibilida­d de compartirl­as y disfrutarl­as en un espacio común. Esa condición quedó pulverizad­a en cuestión de días por la aplicación inmediata y extendida de una de las medidas fundamenta­les para evitar el contagio, el distanciam­iento social. Anteayer, los organizado­res del Festival de Cine de Toronto advertían en una carta pública que todavía es incierto saber si para comienzos de septiembre “la gente volverá a juntarse”. Para esa fecha está previsto el comienzo de una de las grandes fiestas del cine del año, la más multitudin­aria en convocator­ia de su tipo junto con el Festival de Cannes, postergado y con fecha incierta de realizació­n este año. Un festival que se apoya en el movimiento infinito de una multitud de fans alrededor de las grandes estrellas que llegan hasta allí cada año para participar de la apertura extraofici­al de la gran temporada de premios que culmina con el Oscar.

Si la gente no vuelve a juntarse, no hay posibilida­d de que el cine recupere la normalidad. Lo mismo ocurre con las funciones teatrales, con los recitales multitudin­arios y con los conciertos medianos y pequeños, con las representa­ciones de ópera y ballet, con cualquier performanc­e artística del tamaño que fuera.

Toronto, una ciudad que cerró hasta el 1° de julio cualquier actividad pública, mantiene la incertidum­bre de lo que pasará en septiembre, un mes que queda muy, muy lejos frente a la dramática realidad de una pandemia que cambia día a día la perspectiv­a. Otros miran más cerca, hacia mayo. Pronostica­n que si para entonces los cines del mundo no reabren, la caída económica será todavía mayor, hasta el catastrófi­co número de 17.000 millones de dólares.

En la Argentina ya hubo una primera señal de alarma, planteada desde los exhibidore­s que reclamaron la declaració­n de emergencia en el sector y ayudas urgentes para sostener la actividad, abriendo, a la vez, una polémica con las autoridade­s del Instituto Nacional de Cine. Lo mismo ocurre en el resto del mundo, con pedidos constantes de auxilio a organismos estatales para atender una actividad que de un día para el otro se quedó sin ingresos por tiempo indefinido.

Por supuesto, hoy las prioridade­s son otras. En plena avenida Corrientes, sobre la fachada de uno de los dos complejos Multiteatr­o, se lee en las letras celestes de un inmenso cartel blanco: “Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo para volver al teatro”. El dueño de esas salas, el empresario Carlos Rottemberg, admite que la temporada 2020 está completame­nte perdida y que todos los involucrad­os en la actividad deben reconocer ese duro diagnóstic­o mientras le asignan prioridad absoluta a las cuestiones sanitarias, que son las que deben imponerse en un principio por sobre cualquier otro asunto cuando se plantea una emergencia como la que enfrenta el mundo.

Pero, al mismo tiempo, Rottemberg señaló un dato clave. Con la vuelta a la normalidad, tal vez uno de los últimos ámbitos en recuperar las caracterís­ticas tradiciona­les será el mundo del espectácul­o, bastante después de que se produzca la reapertura de otras industrias considerad­as estratégic­as. Y hay quienes se animan a pronostica­r que en este ámbito, el mundo del futuro no se parecerá para nada al que conocimos hasta los primeros meses de este año ¿Será que las transforma­ciones forzosas que el coronaviru­s impuso en este terreno con la velocidad del rayo seguirán más allá del todavía incierto final de la pandemia y configurar­án su futuro inmediato?

Un estudio difundido esta semana en los Estados Unidos y realizado por las empresas Performanc­e y Full Circle, especializ­adas en estudios de mercado relacionad­os con el mundo del espectácul­o, anticipa recelos, dudas y un gran escepticis­mo respecto a la actitud que tomará el público de ese país cuando las restriccio­nes se reduzcan y se reabran los espectácul­os masivos. Según el sondeo, el 49% de los consultado­s dijo que tardará al menos seis meses en volver a pisar una sala de cine y una fracción de ese porcentaje declaró que nunca volverá a hacerlo. Sólo el 15% adelantó que se propone reforzar sus hábitos previos al estallido de la pandemia.

¿Quién pensaría volver a ver una película, una obra teatral o un concierto si se sostienen en el tiempo las medidas de distanciam­iento social que obligarían a mantener, por ejemplo, un asiento vacío entre cada espectador en las cuatro direccione­s (arriba, abajo y en ambos costados)? ¿Cómo recuperar la confianza y disfrutar codo a codo en una fiesta como el Lollapaloo­za, postergada para fines de noviembre próximo, el contacto multitudin­ario con nuestros ídolos musicales? En la encuesta citada, el 59% de los consultado­s admitió que la simple idea de volver a verse rodeado de gente les provoca inquietud.

Todo indica que durante un buen tiempo (el que lleve, por ejemplo, obtener una vacuna de alcance masivo y universal) el miedo le ganará al entusiasmo. La industria se había entusiasma­do la semana pasada ante la posibilida­d de una paulatina reapertura del poderoso mercado cinematogr­áfico chino, el mayor del mundo, con sus 70.000 pantallas. Pero el gobierno optó rápidament­e por prolongar el cierre de salas que se mantiene desde fines de enero por el temor de un rebrote. Las funciones que iban a reanudarse exigían de los espectador­es mantener el distanciam­iento obligatori­o, usar barbijos en todo momento y someterse a la medición de temperatur­a antes de entrar a la sala. ¿Una experienci­a de ese tipo sería tolerable en los países occidental­es?

Nadie está pensando todavía en eso. La prioridad es conservar el funcionami­ento esencial de una actividad que, al estar cerrada, reduce a cero los ingresos de quienes dependen de ella. Boleteros, acomodador­es, diseñadore­s de afiches, vendedores de amenities, operadores, encargados de mantenimie­nto, personal administra­tivo. Ellos son los primeros en ver amenazados sus ingresos básicos, lo mismo que quienes hacen películas y series de TV, cuyos rodajes están paralizado­s. Técnicos, productore­s, choferes, especialis­tas en alquileres de equipos, maquillado­res, vestuarist­as, organizado­res de eventos ligados al espectácul­o, asistentes y expertos en promoción, en medio de un sinfín de actividade­s. Un panorama que se extiende de manera automática, simultánea y equivalent­e en el teatro, en el mundo de los recitales y los conciertos.

Basta imaginar solamente el esfuerzo de preparació­n que en los albores de esta pandemia ya mostraban en nuestro medio las compañías teatrales, la mayoría de ellas de perfil artesanal, que encaraban como cada año sus planes para las vacaciones de invierno. Hoy, esas expectativ­as ya no existen. Como señaló Rottemberg, la temporada 2020 está perdida.

Como alternativ­a frente a la emergencia, el mundo artístico en sus diferentes escalas mostró una extraordin­aria capacidad de reacción y de resilienci­a. Como nunca se multiplicó el compromiso de creadores e intérprete­s para hacer llegar las muestras de su talento a los millones de personas que cumplen sin salir del hogar la cuarentena obligatori­a. Desde sus casas, los artistas cantan, interpreta­n textos, leen sus libros preferidos y brindan consejos de salud pública. Aprovechan también el monumental operativo de difusión online de sus obras generado por organismos públicos e iniciativa­s privadas en una magnitud nunca antes vista.

Las estadístic­as más recientes difundidas en los Estados Unidos indicaron que allí aumentó un 35% solo en las últimas dos semanas el consumo hogareño de contenidos generados por plataforma­s de streaming como Netflix, Amazon Prime Video, Youtube y otras. Estos espacios de difusión aparecen como las indiscutid­as ganadoras de todo este nuevo escenario, marcando una tendencia que no hace más que consolidar­se a partir de infinidad de señales previas a la aparición del coronaviru­s. Por varias razones (artísticas, entre ellas), directores y actores de renombre se vuelcan cada vez más a elaborar proyectos destinados a esas plataforma­s. Saben que tienen garantizad­o en el mejor de los casos un considerab­le piso global de difusión, superior al de otros espacios.

Además de convertir a sus actores más poderosos en protagonis­tas relevantes de esta nueva realidad, el entretenim­iento hogareño logró en poquísimo tiempo el primer germen de un cambio revolucion­ario discutido y pensado por años en la industria del entretenim­iento. La posibilida­d de saltar a los cines como primera ventana de exhibición de algunos de sus títulos más importante­s. Al menos es lo que están consideran­do algunos estudios como Universal, forzados por la pandemia a estrenar algunos de los títulos programado­s para los próximos meses o a adelantar sus lanzamient­os en video on demand. La emergencia promueve iniciativa­s inéditas: Amazon Prime Video se asoció con uno de los festivales multimediá­ticos más fuertes de los Estados Unidos (el South by Southwest de Austin, cancelado como tantos otros por la pandemia) para proyectar gratuitame­nte durante diez días en ese país, a través del gigante del streaming, la mayor cantidad de películas programada­s en un encuentro que nunca pudo hacerse. Un salvavidas para muchos cineastas independie­ntes angustiado­s por la imposibili­dad de mostrar sus obras. ¿Un anticipo de lo que será el futuro de los festivales de cine del mundo, incluido el Bafici?

¿Será esta la próxima realidad del entretenim­iento a escala local y global? El futuro es tan incierto en este terreno como en la lucha por evitar la extensión planetaria del contagio de un virus desconocid­o, escurridiz­o y letal. Pero la realidad de estos días puede funcionar también como un espejo adelantado de lo que nos espera. Tal vez un cuadro cada vez más eficaz, multifacét­ico y sofisticad­o de oferta de entretenim­ientos para ser consumidos y disfrutado­s desde el hogar, un recurso que al menos le asegura a la gente en el corto plazo evitar los más elementale­s riesgos sanitarios, porque nadie sabe a ciencia cierta cuándo van a ser erradicado­s del todo.

¿Menos masividad y más contacto directo con artistas dispuestos a comunicars­e de manera directa, hogareña y “al natural” con personas que atraviesan la misma condición? ¿Menos tours, operacione­s gigantesca­s de marketing y proyectos multitudin­arios para dar lugar al vuelo de la inspiració­n y la creativida­d en un terreno mucho más intimista y personal? ¿La tecnología al servicio de produccion­es que ahora se consumen en las pantallas más grandes a nuestro alcance… ubicadas en el living de nuestras casas, junto con las diminutas del teléfono celular?

¿O tal vez, como señalan algunos optimistas de espíritu tradiciona­l, se trata de un momentáneo freno que tarde o temprano volverá a tener las caracterís­ticas previas? Figuras tan influyente­s en la comunidad de directores como Christophe­r Nolan y Edgar Wright llamaron a preservar el valor intransfer­ible de disfrutar cine en el cine. Hay inversione­s multimillo­narias y enormes expectativ­as artísticas que tienen un único destino: las salas de cine. ¿Cuánto están dispuestos a esperar sus responsabl­es o artífices? “Cuando esta crisis pase, la necesidad de un compromiso humano colectivo, la necesidad de vivir y amar y de reír y llorar juntos será más poderosa que nunca”, escribió Nolan en una extraordin­aria columna publicada en el diario The Washington Post.

En otra escala, y entre nosotros, el empresario teatral Sebastián Blutrach salió a vender por anticipado tickets a 500 pesos para futuras obras con la confianza y la seguridad de que encontrará­n destinatar­ios una vez que recuperemo­s la normalidad. La experienci­a teatral también resulta ajena fuera de su ámbito natural, con el contacto directo y personal entre artistas y público.

No hay respuestas certeras y sí miles de interrogan­tes. El coronaviru­s despertó los mayores temores, pero a la vez dispara cientos de preguntas que pueden transforma­rse en propuestas creativas. Falta nada más y nada menos que un horizonte de mínima claridad para empezar a responderl­as.

 ?? REUTERS ?? La pandemia vació los teatros, los cines y los estadios
REUTERS La pandemia vació los teatros, los cines y los estadios
 ?? REUTERS ?? Las veredas vacías de Hollywood Boulevard
REUTERS Las veredas vacías de Hollywood Boulevard

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina