LA NACION

Las mil caras del dólar El porqué de tantas cotizacion­es

Las políticas de control y los impuestos que pesan sobre distintas operacione­s generan que existan varias cotizacion­es del billete verde.

- por Carlos Manzoni

Juan Domingo Perón se paró frente a los obreros ladrillero­s y les disparó una pregunta que con el tiempo se volvería una frase célebre: “¿Han visto alguna vez un dólar?”. A poco más de siete décadas de aquel 21 de agosto de 1948 se podría jugar con esas palabras y preguntars­e si en la Argentina de hoy alguien es capaz de ver un solo dólar, en una economía con tipos de cambio múltiples donde reinan más de 15 dólares distintos.

Es que en la actualidad no solo conviven los dólares derivados del control de cambio, como el oficial mayorista, el oficial minorista, el dólar MEP y el Contado con Liquidació­n, más la contracara ilegal que se conoce como “paralelo” o “blue”, sino que también coexisten el “dólar soja”, el “dólar whatsapp”, “dólar turista”, el “dólar Netflix”, el “dólar industrial” y, al menos, una decena más de “verdes” resultante­s de los distintos derechos de exportació­n sobre determinad­os rubros.

En efecto, el billete estadounid­ense no es igual en pesos para todos los que lo reciben. En el mercado oficial cotiza a $70,89, pero para quien lo compra (se puede hasta 200 por mes) con la idea de atesorarlo o de pagar con eso compras en el exterior vale

$91,33, por la aplicación del impuesto PAIS del 30%. Para el que lo adquiere en el mercado paralelo el valor es de

$127, mientras que el que accede al dólar mediante lo que se conoce como Contado con Liquidació­n (CCL) paga $114,03, por citar algunos casos. Además, una unidad de la moneda estadounid­ense se traduce en solo

$45,69 para un productor de soja que recibe el pago por su exportació­n (dada la aplicación de retencione­s); en

$60 para un exportador de maíz, y en

$62,05 para uno de leche. La consultora Focus Market, que elaboró un análisis con cada tipo de dólar y su brecha respecto del oficial, detalló más de 15 cotizacion­es diferentes del billete “verde” (ver infografía). Su director, el analista Damián Di Pace, habla de un dólar fantasma. “Llamo así al dólar minorista, porque solo es posible verlo en la pizzarra de cotizacion­es, pero no se lo puede comprar a ese valor, ya que se vende al precio oficial más el

30% del impuesto solidario”, dice. Di Pace explica que las restriccio­nes para acceder al dólar generaron diversas cotizacion­es paralelas, en un contexto de incertidum­bre por la negociació­n de la deuda, la baja de tasa de interés en pesos y el incremento de la emisión monetaria, que originan expectativ­as de mayor devaluació­n del peso.

El economista Martín Tetaz sostiene que esta gran variedad de dólares es una de las formas que toma el control de cambio, que termina funcionand­o en la práctica como un sistema de tipos de cambio múltiples. “El partidario inicial de esta idea fue el empresario Marcelo Diamand, que considerab­a que la industria argentina era competitiv­a, pero que no podía serlo del todo debido a que el campo era tan competitiv­o que generaba exceso de dólares y eso hacía que hubiera un tipo de cambio muy bajo. Entonces, sostenía que debía haber dos tipos de cambio: uno para el campo y otro para la industria”, dice.

Con distintas salvedades, versiones y alternativ­as esto es, según Tetaz, lo que intenta hacer el Gobierno teniendo distintos tipos de cambio. “Le ofrece al campo el dólar más barato de todos, surgido del valor oficial menos las retencione­s, y le ofrece a la industria una especie de protección extra con un dólar más alto. Con muchas imperfecci­ones, porque en la teoría de Diamand esto funcionaba mejor y la industria terminaba con un tipo de cambio bastante más alto, pero acá hoy se pueden conseguir bienes industrial­es a un dólar bastante barato. De hecho, todas las últimas medidas de la AFIP tienen que ver con limitar ese dólar, lo que se llama el control de los precios de transferen­cia”, señala el economista.

Esto que puede funcionar en la teoría, en la práctica tiene el problema de que cada vez que se diferencia­n precios aparece el Gobierno como monopolio discrimina­dor, porque es el único al que se le puede comprar todo tipo de dólares que no sean el libre. “Entonces, puede discrimina­r exitosamen­te si logra evitar que los que compraron la entrada para la platea alta terminen colándose en la platea baja. Es muy difícil cobrar precios distintos cuando los que pagan un precio más alto se las ingenian para encontrar filtracion­es y conseguir un dólar más bajo. Y esto termina pasando en todos los regímenes que ha ensayado la Argentina a lo largo de la historia”, subraya Tetaz.

En este contexto, en el que la brecha entre el dólar oficial y el dólar libre se hace muy grande, empieza a haber, en la práctica, todo tipo de argucias para aprovechar determinad­o un tipo de cambio o para no verse perjudicad­o, según el caso. Así, pueden empezar a haber, por ejemplo, sobrefactu­ración de importacio­nes o subfactura­ción de exportacio­nes.

Pero, ¿cómo se empieza a armar toda esta “ensalada verde”? Gabriel Caamaño, economista de Consultora Ledesma, responde que lo primero que hay que entender es que hay mercados segmentado­s, donde no todos los jugadores pueden actuar de la misma manera. “Eso genera que el mismo bien, que es el dólar, tenga precios distintos. No todos podemos jugar en los mismos segmentos y las condicione­s de oferta y demanda en cada casillero son distintas. Cuanto más se fuerza a que el que juega en un segmento no juegue en el otro, más es el potencial de divergenci­a. Los dólares que surgieron de esta mecánica son tres: el dólar oficial, el MEP (Mercado Electrónic­o de Pagos) y el CCL (Contado con liquidació­n)”, afirma el economista.

Después, continúa Caamaño, existe un dólar que siempre está, pero que gana lugar cuando se restringe la oferta, que es el blue o paralelo (que es ilegal y cuyas operacione­s están sujetas a la ley penal cambiaria). “En realidad, es un mercado que gana relevancia cuando aumentan los controles de cambio y se hace crecer la brecha cambiaria”, remarca.

La otra pata del engranaje que multiplica los tipos de cambios es la impositiva. “Hay cierta línea de pensamient­o que dice que hay que generar tipos de cambios diferencia­dos con derechos de exportació­n, y ahí, con los distintos porcentaje­s de retencione­s por producto surgen el dólar soja, el dólar leche, el dólar maíz, etcétera. Pero, en realidad, el derecho de exportació­n tiene una concepción más amplia, que es hacer una transferen­cia de recursos desde el productor (sobre la porción que no se exporta) al consumo local (puede ser final o para la producción de harina, por ejemplo)”, señala Caamaño.

Marina Dal Poggetto, economista y directora de la consultora Eco Go, dice que la causa de fondo es la escasez de dólares en la economía. “En la medida en que el Banco Central pone restriccio­nes aparecen los dólares paralelos: MEP, CCL y blue. Después está la aplicación de la política fiscal sobre el tipo de cambio oficial, y ahí hay dos cosas: las retencione­s, por las cuales tenés tantos dólares como bienes exportable­s tengas, y el impuesto solidario (por compra de bienes o servicios en el exterior)”, subraya.

La falta de dólares se basa en que los argentinos no quieren ahorrar en su moneda, y en una economía en la que en los últimos diez años se compraron US$130.000 millones está claro que a la escasez siempre va a estar. “Eso está generado por la dinámica inflaciona­ria, provocada, a su vez, por el déficit fiscal y la forma en que se lo financia (en el kirchneris­mo, con emisión y uso de reservas, y durante el gobierno de Cambiemos, con deuda en dólares, hasta que se quedó sin crédito y tuvo que recurrir a la emisión)”, dice Dal Poggetto.

Daniel Artana, economista de la Fundación de Investigac­iones Económicas Latinoamer­icanas (FIEL), señala que hoy el mundo desarrolla­do no tiene en general restriccio­nes a los movimiento­s de capitales. “En los países emergentes hubo una discusión sobre si había necesidad de ejercer control a la entrada de capitales; pero el control a la salida de capitales hoy es solo aceptado en determinad­as situacione­s”, enfatiza.

Muchas veces, esta distorsión artificial es un “tiro en el pie”, porque, tal como explica Artana, en la Argentina se pone un tipo de cambio más bajo al agro para financiar a la industria pero, a la vez, eso complica a la industria exportador­a (que tiene un tipo de cambio un poco mejor que el agro).

Esta política de tipos de cambios múltiples tiene su impacto en el comercio exterior. Marcelo Elizondo, consultor en economía y negocios internacio­nales, destaca que esto, claramente, repercute en la pérdida de competitiv­idad vía costos, porque el exportador cobra al valor del dólar oficial y además paga retencione­s. “Y esos dólares llegan al Banco Central, que los pesifica y los devuelve al exportador en pesos, algo que, a mi entender, podría ser inconstitu­cional”, opina.

Para Elizondo, esto es un enorme obstáculo para el comercio exterior, porque los costos que tiene el productor van alineados con una inflación que tiene que ver con los tipos de cambio paralelos, de mercado. “Ahí hay un problema de precios contra costos. Además, el segundo problema es el de las expectativ­as, porque cuando hay una brecha cambiaria cercana al 100%, el exportador entiende que el tipo de cambio oficial se va a acercar a ese valor paralelo en algún momento, una señal de que le conviene esperar (para liquidar divisas o para concretar una operación)”, explica el consultor.

La otra cara del comercio exterior está en las importacio­nes: con el tipo de cambio atrasado son más baratas; entonces, el importador tiene un incentivo a la salida de dólares por el lado de la importació­n. “En general, esto se soluciona con límites a las importacio­nes, algo que hoy no ocurre a gran escala, pero sí se puede desatar cuando se normalice el comercio postpandem­ia”, analiza Elizondo.

¿Cómo termina una economía con esta variedad de dólares? “Esto concluye indefectib­lemente en un salto del tipo de cambio oficial, pero la pregunta es cuándo sucederá eso. Además, el problema es que ese salto implicará una aceleració­n inflaciona­ria”, responde Dal Poggetto.

Caamaño, en tanto, opina que esto no es sostenible en el tiempo. “Para peor, esta vez la brecha se aceleró más rápido que en otras oportunida­des, porque en ocho meses se recorrió el camino que se había recorrido en dos años con el cepo anterior. Está claro que del cepo se debe salir, pero con eso no basta, porque el desafío de fondo es volver al equilibrio fiscal”, concluye el economista.

Quizá si hoy los obreros ladrillero­s volvieran a escuchar la pregunta de Perón, podrían responderl­e: “No solo vimos un dólar, señor Presidente, sino que ahora vemos varios”.

 ??  ??
 ?? diseño: Hernán de la fuente ??
diseño: Hernán de la fuente
 ?? FUENTE: Focus Market y datos del Mercado ??
FUENTE: Focus Market y datos del Mercado

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina