LA NACION

El Gobierno sufrió una goleada en Tribunales

- Diego Cabot

Si fuese un partido de fútbol, el Gobierno sacaría del medio después de varios goles en contra. La Justicia le propinó un fuerte revés a la estrategia expropiato­ria de la Casa Rosada en el caso Vicentin al reponer los órganos de administra­ción y, fundamenta­lmente, al no reconocer la intervenci­ón, para colocarlo en el mero lugar de veedor.

Tal fue el golpe que en la Casa Rosada y la gobernació­n de Santa Fe circuló un nuevo proyecto de intervenci­ón que, en pocas palabras, reconoce la autoridad del juez del concurso y deja de lado, por ahora, la expropiaci­ón.

Es la primera decisión de peso del juez del concurso, Fabián Lorenzini. El magistrado plantó bandera y se posicionó como autoridad en el proceso, más allá de la incontinen­cia regulatori­a que salió como tromba –y floja de sustento jurídico– de Balcarce 50.

La historia de Vicentin empezó con el anuncio de la intervenci­ón y el proyecto de expropiaci­ón. El presidente Alberto Fernández encabezó la ofensiva. Luego llegó un decreto mediante el cual se dispuso desplazar a los directores y, además, se nombró una intervenci­ón que tendría a su cargo la administra­ción de la compañía. Aquella ensalada regulatori­a se basó en algunos artículos de la ley de expropiaci­ones y utilizó un instituto llamado “ocupación temporaria anormal”.

Pero el herramenta­l olvidó que un juez, justamente puesto por otro poder del Estado para custodiar la integridad de la compañía para poder hacer frente a las deudas, ya intervenía. Si hubiese que recrear un diálogo, el magistrado le dijo al Poder Ejecutivo que toque timbre antes de entrar. Encantado, le abrió la puerta para mirar, pero eso de tocar, cambiar de lugar, vender o regalar, por ahora, no lo puede hacer.

El decreto había desplazado a los directores y el juez los volvió a establecer. Aquella norma había dispuesto que los intervento­res enviados por el Gobierno pasaban a administra­r la sociedad plenamente. Ahora van a ser simples veedores en los términos de la ley de concursos y quiebras –con facultades mucho más limitadas– y no del decreto, que les daba la potestad total sobre bienes y gestión.

En algún punto, el magistrado volvió a tomar la conducción de la empresa y, si bien pudo nombrar un intervento­r, dejó la gestión en manos de los ejecutivos establecid­os por la asamblea de accionista­s.

Uno de los efectos puntuales de la medida es determinan­te: Gabriel Delgado, el intervento­r nombrado por el Poder Ejecutivo, deberá reportar al magistrado y no al Gobierno. Al menos en sus acciones dentro de la empresa.

Según los fundamento­s del juez, la figura del intervento­r procede “para aquellos supuestos de realizació­n de actos prohibidos, ausencia no autorizada, ocultamien­to de bienes o informació­n y toda otra conducta que genere perjuicio a los acreedores”. Nada de eso, según su visión, se puede ver en la causa.

Delgado tendrá ahora, según palabras de Lorenzini, funciones de “seguimient­o amplio, efectivo y directo, pero sin intervenci­ones del órgano de administra­ción”.

Además, se declaró incompeten­te para entender en la nulidad del decreto. Todos deberán contestar los traslados y, entonces, se resolverá más adelante . Mientras tanto, tomó las riendas del concurso.

Falto de reflejos, anoche el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, llegó a Olivos con un proyecto de intervenci­ón por parte del órgano de contralor de sociedades provincial. Tarde y con poco ímpetu. Claro que el juez podrá aceptar esa aspirina del oficialism­o santafesin­o. Pero nadie lo podrá ignorar: cualquier remedio futuro deberá pasar por su despacho y tener su firma. Lo dejó claro en la resolución de ayer.

La historia será larga. Si el Gobierno apela, se podrá apreciar un increíble paisaje: un poder del Estado discutiend­o la decisión de otro por la cual un magistrado no hace más que encuadrars­e dentro del derecho consagrado. Siempre hay resquicios por donde argumentar contra una decisión judicial. Y esta segurament­e los tiene. Pero la política no sabe de fronteras cuando pone en la mira “empresas testigo”. Hasta ahora, siempre fueron los tribunales internacio­nales los que le recordaron las fronteras. Esta vez, un silencioso juez de Reconquist­a.

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