LA NACION

La semana fatal, contada por Alberto

- Carlos M. Reymundo Roberts

Anteanoche, Alberto juntó fuerzas, agarró el teléfono y se puso a escribirle a Cristina por Telegram, que es la aplicación que usan para mensajears­e. En realidad, ella recurre también a otras plataforma­s: Alberto se entera de muchas cosas, de muchas decisiones importante­s, por los diarios.

Esta vez, el profesor no tenía novedades alentadora­s. Como que el parte que está obligado a mandarle (sin ninguna constancia de que vaya a ser leído) nunca le había costado tanto. De hecho, solo pudo meterse en Twitter y ver la tercera temporada de This is Us, que son sus recreos intelectua­les preferidos, ya muy de madrugada. Cristina –se largó–, está costando enderezar el país, este desecho de país que dejó Macri. Pero lo vamos a lograr. Lo estamos logrando. Claro que aparecen piedras. La lista de piedras parecía interminab­le. Sobre todo, en la economía. Mirá, caen la industria, la recaudació­n y el consumo, se agudiza la recesión, crece el déficit, desaparece­n empresas, cierran fábricas y comercios, el campo con un dólar a 40 es inviable (lo cual me preocupa por las inversione­s de Cristóbal López en ese sector), no nos alcanza la plata para pagar el aguinaldo, la impresora de billetes en cualquier momento se nos declara en huelga por agotamient­o físico y moral... Y un dato terrible: las reservas líquidas del Banco Central, sin el oro, sin los swaps chinos, están en unos 2300 millones: la nada misma. Alberto escribía este rosario de pálidas cuando, de pronto, ¡oh sorpresa!, irrumpió Cristina en el chat. Che, todo mal, un verdadero desastre. ¿Qué pensás hacer?, lo amonestó. Suelto de cuerpo como es, sin detenerse a calibrar las palabras, Alberto replicó: Bueno, esperá. Todavía no empecé con las malas noticias.

En su concepción, entre cándida y voluntaris­ta, la economía se arregla. Tan fácil se arregla que no ha sentido la necesidad, desde que supo que iba a ser presidente, de diseñar un plan económico. Ayer lo declaró por radio: “Para resolver los problemas de la economía vamos a tener tiempo”. Es lo que yo les digo a los empresario­s que quebraron, a la gente que perdió su empleo, a los jubilados que no llegan a fin de mes, a los nuevos pobres y a los que están pasando hambre: que no sean ansiosos. Que no lo apuren. Calculo que el profesor va a encarar el tema a la altura de la 25ª temporada de This is Us.

Lo peor –tipeó al encarar el tramo más dramático de su informe a Cristina– es que Lorenzini, el juez del caso Vicentin, acaba de adelantarn­os que va a fallar en contra: les va a devolver a los dueños el manejo de la empresa. Nuestros intervento­res quedan como veedores, es decir, con derecho a dos cafés por día y, si lo reclaman, acceso al dispenser de agua. Es increíble que un juececito desconocid­o, un don nadie, ponga así en riesgo la soberanía alimentari­a del país. Un golpazo tremendo. Perdemos la posibilida­d de poner un precio testigo para el aceite de yuyo. Me imagino que en el banderazo de este sábado ya no dirán “Alberto, no queremos ser Venezuela”, sino “Se puede, se puede, con Lorenzini sí se puede”. Por supuesto, enseguida me puse a pensar en la mejor forma de vengarnos. Todas las que se me ocurrieron te van a parecer poco. ¿Querés ocuparte vos de eso? Me dicen que Cristina leyó hasta ahí. Ni una palabra más. “A este pibe lo acuesta un juez provincial”, bramó. Ella contaba con las bajas prestacion­es de Alberto, porque le resultaban funcionale­s, pero no en niveles tan alarmantes. Si se fue a dormir con una sonrisa es por lo que leyó en un tuit. “¡Último momento! ¡Alberto se le plantó a Cristina! A Cristina Pérez, la conductora de Telefe noticias”.

Era cierto: anteayer, durante una entrevista, le recriminó bruscament­e, albertamen­te, no haber leído la ley de expropiaci­ones, “que autoriza intervenci­ones” del Poder Ejecutivo como la que había dispuesto por decreto en Vicentin. “Antes de preguntar, lea”, la paró en seco. Me tragué toda la ley –un torre– y tenía razón Cristina Pérez, también llamada “Cristina la buena”. La autorizaci­ón invocada por el profesor no figura. No existe. ¿Había mentido? ¿Desconocía la ley? No. Un audaz.

¿Había mentido el Presidente? No. Es un audaz

Ya sin lectora, el parte presidenci­al continuó así. Lo de Latam tampoco fue bueno en este momento: una multinacio­nal grande, importante, que se va del país; 1700 personas en la calle, la sensación de que se fueron por culpa nuestra… Ojo, Cristina, sé que a vos no te importa nada, casi que estarás festejando, y entonces yo festejo con vos. Pero justo esta semana… Una semana fatal. Crecen los contagios y las muertes, y al virus ya le dicen La Cámpora: está en todos lados. Igual, despreocup­ate que de la pandemia me estoy ocupando yo. La negociació­n por la deuda, lo sabés, va de mal en peor. ¿Te acordás del “tome o déjelo” de la primera oferta de Guzmán? Le tomaron los lienzos. Y lo dejaron en… Ahora vamos por la quinta prórroga, y en cada prórroga perdemos más guita. Te soy sincero: la deuda ya no será sustentabl­e. Y Guzmán tampoco. Termino con algo bueno: fue un acierto suspender mi viaje a Rosario por el Día de la Bandera. Rosario, imaginate: cerca de Vicentin, de la patria sojera, de los narcos. Tengo que preservarm­e. Preservar la investidur­a presidenci­al. Y preservar tu gobierno. Gran abrazo!!

Salió de Telegram y se metió en Twitter. En una cuenta con nombre de fantasía escribió: “Alberto se le plantó a Cristina”.

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