LA NACION

La lectura, un rito de pasaje del escritor

- Pablo Gianera

Cuando en 2014, casi a los 90 años, el novelista James Salter decidió dictar tres conferenci­as en la Universida­d de Virginia segurament­e tenía en mente pasar en limpio para otros algunas reglas y vivencias del oficio. El título mismo con el que se publicaron después de su muerte, El arte de la ficción (Salamandra), parece una contraseña. Sin embargo, el epígrafe de una de sus últimas novelas, Todo lo que hay, indica otra dirección: “Llega un día en que adviertes que todo es un sueño, que solo las cosas conservada­s por escrito tienen la posibilida­d de ser reales”. El tópico de la vida como sueño tiene su correspond­encia inversa: lo soñado, lo escrito, adopta la consistenc­ia de lo real, y eso real puede ser únicamente conocido por la lectura.

A menos que sea muy vanidoso (y la mayoría lo es), un escritor debería estar más preocupado por leer que por escribir. El de Salter es un libro sobre la lectura. “Ya no tengo ni siento la obligación de leer nada, aunque hay ciertos libros que me gustaría leer antes de morir. Si no, no me sentiría preparado”. Cuáles son esos libros es un enigma que uno se lleva.

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