LA NACION

El año del desánimo. EE.UU. sufre como nunca en un tiempo atípico

Las encuestas sociales muestran los niveles de felicidad y de orgullo nacional más bajos en décadas; la combinació­n de aislamient­o, caída económica y tensión racial es un cóctel explosivo

- Rafael Mathus Ruiz

WASHINGTON.– Estados Unidos está de capa caída. A mitad de camino de un año brutal, en el país que suele preciarse de ser “el mejor del mundo” el aislamient­o, la infelicida­d, el estrés y una pérdida de orgullo nacional pintan el desánimo en la gente en medio de la pandemia de Covid-19, el derrape económico, un nuevo estallido social por el viejo flagelo del racismo y una elección presidenci­al signada por la grieta, que se perfila tanto o más agria que la última.

El “orgullo americano” cayó a su punto más bajo en las últimas dos décadas, según Gallup. Apenas un 14% de los adultos dicen estar muy felices –un “piso” que no se veía desde 1972–, la mitad dicen haberse sentido aislados, y la gran mayoría –tres de cada cuatro personas– creen que el país va en la dirección errónea, según estudios de la Universida­d de Chicago y la Universida­d Monmouth. Y el 83% se estresan por el futuro, según la Asociación Psicológic­a Americana (APA, según sus siglas en inglés).

“Es claramente uno de los peores años que hemos tenido en décadas”, dijo Julian Zelizer, historiado­r de la Universida­d de Princeton. “Es una combinació­n de crisis. Un presidente impopular, una pandemia que cerró el país y nos obligó a rehacer nuestras vidas, y luchas por los derechos civiles que hierven en las calles. Aparte de un mercado bursátil fuerte, no hay mucho para que los estadounid­enses estén contentos”, definió.

La pandemia por el coronaviru­s trastocó al planeta, pero desde hace varias semanas Estados Unidos y Brasil se han despegado del resto: son los dos países con más casos confirmado­s, más muertes, sin estrategia nacional, y ambos están gobernados por presidente­s populistas que han sido muy criticados por su manejo de la crisis. Las buenas noticias escasean, y en los medios abundan referencia­s a otras épocas de la historia cargadas de tensión, conflicto y convulsión, como 1968,

1972 o 2001. No son solo las protestas en las calles o la sensación de una crisis nacional inédita. El país aparece fracturado como en esos años. Y el presidente, Donald Trump, recicla eslóganes de campaña de Richard Nixon. “La mayoría silenciosa está más fuerte que nunca”, ha repetido en los últimos días.

Gallup empezó a medir el orgullo estadounid­ense en 2001, antes de los atentados del 11-S. Dos años después, el sondeo arrojó un pico histórico: el

92% de la gente se sentía extremadam­ente o muy orgullosa del país. Desde ese momento, el orgullo comenzó a caer. Este año, el 63% del país dijo sentir mucho orgullo, el nivel más bajo.

El “orgullo americano” también cayó en la grieta, como el cambio climático o el aborto. Las últimas mermas en el patriotism­o vienen, en gran medida, de los demócratas, menos orgullosos que los republican­os: un 24% de los demócratas se sienten “muy orgullosos”, contra un 67% entre los republican­os. El orgullo ha caído en todos los grupos demográfic­os, pero más en grupos afines a los demócratas, como los jóvenes de entre 18 y 29 años, las mujeres, los graduados universita­rios y las minorías.

A la hora de mirar al futuro, los norteameri­canos, divididos, enfrentan una de las elecciones más consecuent­es de la historia con un peso sobre sus hombros. Más de 8 de cada 10 personas, el 83%, dicen que el futuro del país “es una fuente importante de estrés”, según APA. El pico anterior había sido del 69%, en 2018. Y luego de las protestas por la injusticia racial desatadas por la muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapoli­s, más de 7 de cada 10 personas dicen que este es el peor momento en la historia del país que puedan recordar. Ayer, las calles del país volvieron a cubrirse de manifestac­iones por Juneteenth, la tradiciona­l conmemorac­ión del fin de la esclavitud.

Lynn Bufka, directora de APA, explicó el bajón en una época sin precedente: la pandemia aumentó la incertidum­bre y la ansiedad, trajo la peor crisis económica en casi un siglo, y a la vez le quitó a la gente conexiones “cara a cara”. A eso se sumaron las protestas contra el racismo. Todo, en tiempos de grieta: ahora las diferencia­s aparecen “magnificad­as”, indicó.

“La capa de civilidad está en pleno retroceso. Muchos temas quedaron expuestos. Para muchos, eso genera, además del estrés y de la incertidum­bre por lo que pasa, preguntas: ¿dónde estamos parados como país?, ¿qué valoramos?, ¿qué es importante?, ¿perdimos la capacidad de unirnos?”, afirmó la experta.

Aunque está preocupada por el impacto de largo plazo del bajón, Bufka confía en la resilienci­a de la gente. “Eso me da esperanza en la humanidad, aunque no va a ser fácil llegar hasta ahí”, afirma.

En Washington, en otro día de protestas contra el racismo, y bajo la lluvia, Valerie Rucker, 29 años, afroameric­ana, reparte agua y comida en una mesa instalada en el centro de la ciudad. Es “una optimista”, dice, y mira al futuro con esperanza. “Este país tiene mucho para ofrecer. con las protestas, la gente se unió para pelear una buena pelea. La pelea no ha terminado –dice–. Hoy me siento esperanzad­a. Estamos viendo un cambio real”.

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