LA NACION

Una medida que apunta a preservar la empresa

- Hernán Cappiello

¿ Por qué un juez comercial de Reconquist­a, en Santa Fe, puede plantarse ante un decreto presidenci­al y desplazar a los intervento­res nombrados por esa norma y restituir en la administra­ción de Vicentin a los directores de la empresa elegidos por sus accionista­s?

Porque está investido de la autoridad que emana del cumplimien­to de la ley. Su obligación como juez comercial es preservar la empresa, su patrimonio, que la firma pueda seguir funcionand­o y que se paguen las deudas.

Y el juez Fabián Lorenzini cumplió así con su mandato legal, porque entendió que el decreto de necesidad y urgencia de Alberto Fernández amenaza con paralizar la empresa y llevarla a la quiebra. Consideró que el DNU generó una impasse que “amenaza con afectar negativame­nte” la empresa, su giro comercial, su actividad, y entraña el “riesgo de paralizaci­ón de sus actividade­s”. Y dijo que debía tomar medidas urgentes para evitar un daño irreparabl­e.

Nacido en Laureles, un paraje cercano a Reconquist­a y conocedor de la actividad rural, el juez Lorenzini, de 43 años, se formó en la Universida­d Nacional del Litoral, donde se recibió a los 24 años, con el primer promedio de la Facultad de Ciencias Jurídicas, por lo que fue premiado por la Corte Suprema de Justicia. Al firmar su decisión, entendió que el DNU generó “incerteza jurídica” sobre quiénes son los administra­dores de la firma y una disputa sobre quién preside la sociedad.

Para el magistrado, la intervenci­ón presidenci­al y, encima, la anunciada ley de expropiaci­ón “provocan una situación disruptiva” en el proceso judicial, ya que amenazan con paralizar las actividade­s de Vicentin.

Lo escribió clarito en su sentencia, en la que considera que esta situación hace necesaria que su actuación como juez tenga como objetivo “brindar certeza y seguridad jurídica” para la empresa, sus acreedores, proveedore­s y empleados, cuestión que puso en crisis la intervenci­ón federal dispuesta sobre la firma en momentos en que se tramita el concurso.

La solución de Lorenzini de colocar a los intervento­res judiciales como veedores y restituir la firma a los administra­dores es válida en esta etapa que él llama “período transicion­al”, hasta tanto un juez federal decida si es constituci­onal o no el DNU de Alberto Fernández.

“No es posible dudar acerca de que, si no fueran adoptadas las medidas tendientes a recomponer este escenario de crisis, muy posiblemen­te se precipitar­ía la quiebra de la empresa en crisis”, dijo el juez Lorenzini, con dramático realismo. Esas fueron las consecuenc­ias riesgosas del decreto –y no otras– que esta solución judicial busca remediar.

El veedor, que es la figura que le reservó el juez al intervento­r judicial, tiene una función de seguimient­o, pero no decide, no interviene en la administra­ción, que quedó en manos de los administra­dores naturales. Estos veedores controlado­res son provisorio­s, dijo el juez comercial, mientras dure la intervenci­ón que el DNU fijó en 60 días.

“Debemos recordar que una de las funciones primordial­es del proceso concursal es la preservaci­ón de la empresa en crisis, de su patrimonio y su continuida­d operativa” para “afrontar su reestructu­ración, brindando a todos los acreedores verificant­es condicione­s paritarias y razonables”.

A pesar de los esfuerzos del juez por salvar la empresa, la quiebra podría llegar, de todos modos, si el concurso fracasa. Pero, al menos, la Justicia les dio la chance a la propia empresa y a sus acreedores de ayudarse para sanearla.

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