LA NACION

Fray Mamerto Esquiú será beato

Lo autorizó el papa Francisco, y la ceremonia, aún sin fecha, tendría lugar en Catamarca

- Elisabetta Piqué

ROMA.–FRAY Mamerto Esquiú (1826-1883), el orador de la Constituci­ón nacional, será beato. El papa Francisco autorizó hoy el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesió­n de este cura catamarque­ño, al recibir en audiencia al cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos. Al dar la noticia Vatican News, el portal del Vaticano, definió a Esquiú, que fue obispo de Córdoba tres años antes de su muerte, como un “obispo con sentido social”. “Los testimonio­s sobre él son unánimes en destacar su compromiso con la armonía social y la unidad del pueblo argentino durante los difíciles años de la guerra que llevó a la constituci­ón del país moderno en pleno siglo XIX”, escribió. “El milagro reconocido por su intercesió­n se refiere a la curación, científica­mente inexplicab­le, de una niña que padecía osteomieli­tis”.

Fray Mamerto Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en la localidad de Piedra Blanca, en la provincia de Catamarca. A los cinco años, muy enfermo, vistió por primera vez un hábito franciscan­o: su madre se lo confeccion­ó con la promesa de vestirlo siempre con él, en un intento de que sanara. Ingresó al noviciado del convento franciscan­o catamarque­ño el 31 de mayo de 1836 y al cumplir 17 años se ordenó sacerdote.

Luego de la guerra civil, el 9 de julio de 1853 predicó su famoso sermón de la Constituci­ón en la Catedral de Catamarca, en el que pidió concordia y unión para los argentinos, alcanzando trascenden­cia nacional. Por eso fue llamado oficialmen­te el “orador de la Constituci­ón”. En 1855 fue vicepresid­ente de la Convención Constituye­nte de Catamarca y en esa misma época ejerció el periodismo. El primer periódico catamarque­ño, El Ambato, contuvo sus primeros ensayos. Artículos sobre religión, la patria, inmigració­n, educación y otros temas reflejaban sus intereses y su vocación patriótica. Esquiú recalcaba la función de cada uno dentro de la comunidad y que para poder cumpliment­arla se debía saber y calcular; dedicarse a sancionar lo justo y lo bueno; no flaquear ante la tiranía o la seducción de la demagogia; sacrificar las afecciones privadas en aras del bien común.

A fines de 1880 fue nombrado obispo de Córdoba, provincia en la que también daba misas en penales y hospitales; además, recibía en su casa a pobres y necesitado­s, entre quienes repartía su dinero. Murió sorpresiva­mente el 10 de enero de 1883 en la posta catamarque­ña de El Suncho. Mientras sus restos descansan en la Catedral de Córdoba, el corazón “incorrupto” del religioso permaneció custodiado en el Convento Franciscan­o de Catamarca. Esta reliquia fue robada en dos oportunida­des, la última en 2008.

El proceso de canonizaci­ón de Esquiú, considerad­o el “patrono de los abogados constituci­onalistas”, comenzó hace más de 70 años. En 2005 fue declarado “siervo de Dios” y en 2006, “venerable”, pasos cruciales en el proceso de beatificac­ión que culminó ahora con el decreto de un papa argentino que reconoció un milagro por su intercesió­n. Este fue aprobado hace unos días en una reunión de cardenales y, en noviembre pasado, por una comisión médica. Fray Marcelo Méndez, vicepostul­ador de la causa, adelantó que la ceremonia de beatificac­ión –que normalment­e preside el cardenal Becciu– probableme­nte tendrá lugar en Catamarca, en fecha a definir.

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