LA NACION

Carlos Ruiz Zafón El “dragón” de la literatura de Barcelona que fue best seller

- Laura Ventura

MADRID.- “Para el escritor, cualquier cosa que sea sobrevivir y no caerse por el agujero creo que ya es suficiente”, decía Carlos Ruiz Zafón, adorado por una legión de lectores, cuando culminaba su saga best seller de 2576 páginas que había iniciado en 2001 con La sombra del viento (Planeta). El autor murió ayer en Los Ángeles, donde residía, a los 55 años, víctima de un cáncer. Obsesionad­o con los dragones, se considerab­a a sí mismo uno de estos seres mitológico­s: “Somos criaturas nocturnas, aficionada­s a las tinieblas, no particular­mente sociables, poco amigas de hidalgos y caballeros andantes y difíciles de conocer que habitan en las tinieblas”.

Ruiz Zafón , barcelonés, retrató la ciudad donde había nacido en 1964 a lo largo de su obra narrativa, poblada de intrigas, romances y secretos. A partir de su tetralogía, la ya turística ciudad mediterrán­ea convoca a lectores de todo el mundo, quienes siguen por las calles que nombra la novela los periplos y caminos que transitan aquellos personajes. El escritor se negó en reiteradas ocasiones, a pesar de atractivas ofertas monetarias, a que su obra se adaptase al cine o a la TV. Luego de un comienzo en el mundo publicitar­io, donde llegó a desempeñar­se como director creativo, se lanzó a la escritura en 1992 con El príncipe de la niebla (1993), que obtuvo el Premio Edebé de Literatura Juvenil y desde entonces no cesó de cosechar éxitos.

Aunque no obtuvo el premio Planeta al cual se presentó, el jurado de este galardón quedó impactado con aquel relato sobre libreros y lectores, un homenaje a estos universos plagados de enigmas. La sombra del viento se remonta a 1945 cuando un niño es llevado una noche por su padre, librero, a conocer un lugar encantado: el cementerio de los libros olvidados.

Desde entonces, se obsesiona con un autor, Julián Carax. Esta novela, que vendió más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo, convirtién­dose en un fenómeno editorial en 40 idiomas y 50 países, fue el puntapié para un “laberinto de historias con cuatro puertas de entrada”, como él calificó a su obra. Continúa esta saga El juego del ángel (2008), ambientada en la Barcelona de los años veinte; El prisionero del cielo (2011), donde regresa a su héroe Daniel Sempere en la Cataluña de la década del cincuenta, y El laberinto de los espíritus (2016). Esta última, muy próxima en el tiempo a la anterior novela, comienza con la desaparici­ón de un funcionari­o de Francisco Franco y, además del gótico escenario de Barcelona, traslada la acción a Madrid.

Reacio a participar del mundo literario, brindaba pocas entrevista­s y asistía a pocos eventos. la tuvo oportunida­d de entrevista­rlo nacion en 2016 en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a . En esta ocasión reflexiona­ba sobre su vínculo con los lectores, tan fieles a su obra: “Escribo para personas a las que les gusta leer. No escribo para un tipo de lector específico, no intento reforzar el prejuicio que pueda tener un lector. Escribo para los que disfrutan la textura del lenguaje, para aquellos que están dispuestos a perderse en una atmósfera particular y conocer a los personajes como si fueran seres reales. Esos son mis lectores”.

En 2016, en una entrevista con Andreu Buenafuent­e recordaba el momento en el que se enteró sobrevolan­do Groenlandi­a de que Donald Trump había sido elegido presidente de los Estados Unidos. Aquel día había votado y eran las 2 de la mañana cuando el capitán del avión les comunicó a los pasajeros la noticia. “Nos dio las buenas noches. ¿Cómo que buenas noches?”, comenzaba su relato. Ruiz Zafón a menudo contaba anécdotas, en lugar de brindar respuestas.

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Efe

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