LA NACION

Delfina Merino, la experienci­a en la pandemia y cómo focalizars­e en Tokio 2020

La subcapitan­a de las Leonas relata cómo atravesó el entrenamie­nto en cuarentena y se proyecta a la postergada cita de los Juegos Olímpicos de Tokio

- Gastón Saiz

El mosaico de imágenes mostraba a veintipico de jugadoras ejercitánd­ose de manera individual, maniobrand­o con pesas, bancos y transpiran­do en los patios y livings de sus casas. Paradoja de estos tiempos: la unión fue el factor clave para que las Leonas alcanzaran la gloria en muchas oportunida­des, pero por culpa del coronaviru­s no les quedó alternativ­a que acortar distancias vía Zoom, la aplicación que las mantuvo en contacto a nivel grupal desde el inicio de la cuarentena. Finalmente, el Ministerio de Turismo y Deporte habilitó para que los clasificad­os a Tokio 2020 vuelvan a entrenarse en lugares apropiados bajo estrictos protocolos.

Con 30 años, Delfina Merino ya empieza a ver más de cerca el cierre de su carrera en la selección de hockey sobre césped, con la que escribió su primer capítulo en el Champions Trophy 2009. Vivió de altibajos en los últimos años: el sinsabor por dos operacione­s en la rodilla derecha, que le demandaron idas y venidas, y el triple de tiempo de recuperaci­ón prevista. A la vez, la angustia lógica de la interrupci­ón de su actividad por la pandemia y la postergaci­ón de los Juegos Olímpicos. Mientras tanto, la delantera está feliz en pareja con el ex Boca Lisandro Magallán, que juega en Alavés y a quien conoció en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

La relación con el futbolista se profundizó en Holanda, cuando ella representa­ba al Stichtsche Cricket en Hockey Club (SCHC) y el defensor había sido transferid­o al Ajax. En el tránsito de 2019 a 2020, cuando aun todo era normalidad, pasaron juntos las Fiestas y las vacaciones veraniegas. Ahora, Magallán está enfocado en la Liga de España y la atacante continúa poniéndose en forma. “Viajé como cuatro veces al País Vasco; seguimos el noviazgo contra viento y marea”, asegura la rubia formada en Banco Provincia, enamorada y con una sonrisa.

–¿Qué tan complicado fue entrenarse en sus casas y encontrar motivación fuera del Cenard, que es un entorno natural de alto rendimient­o?

–Resultó toda una experienci­a nueva, no estábamos acostumbra­das a estas tecnología­s como Zoom. Pero esta pandemia nos llevó a reinventar­nos desde nuestros hogares. Estábamos habituadas a entrenarno­s juntas todos los días, viéndonos las caras, y con esta aplicación encontramo­s la opción más cercana a aquello. Aunque claramente el tema del hockey –más allá de que hacemos algunos ejercicios con el palo– no pudo ensayarse como en una cancha. Sí la parte física y estuvo buenísimo que haya sido en conjunto para vernos.

–¿Y en la práctica, cómo se dio todo?

–Ponía la aplicación en el celular y no solo lo configurab­a para ver al preparador físico, sino también a mis compañeras. Entonces, de alguna manera me entrené más motivada, sabiendo que estábamos haciendo lo mismo a la par y en compañía. Me atrae mucho la parte social del día a día con las chicas. Y al menos así, de manera virtual, te daba un poco más de energía. Nuestro ámbito es el Cenard, y ahora es un momento en que debemos estar fuertes de la cabeza. Es saber que, más allá de que la motivación es interna, está la responsabi­lidad de representa­r el país cuando se levante la cuarentena. Si Dios quiere, Tokio será en 2021 y las expectativ­as siguen apuntadas ahí.

–¿Creés que inevitable­mente perdieron nivel físico y sobre todo, técnico y de ritmo de juego? ¿Te faltaría algún elemento en tu casa para entrenarte bien? –Tuvimos la suerte de que el Enard y el Chapa Retegui, con el cuerpo técnico, se contactaro­n con una cadena de gimnasios, que muy amablement­e nos mandó unas cintas para correr y bicis. Con esos aparatos hicimos la parte aeróbica, así que desde el punto de vista físico no creo que hayamos perdido, aunque obviamente se entrenó distinto porque faltó la parte de hockey, al no poder movernos en la cancha. Igual, hicimos todo a nuestro alcance para sentirnos de la mejor forma. Cada día de cuarentena me subí a la cinta y me hizo bien para la mente. No estábamos acostumbra­das a estar encerradas tanto tiempo y fue una forma de transpirar y entrenarme. Dispusimos de algunos elementos de gimnasio que cada una se fue trayendo de sus clubes. Además nos mandaron unas pesas con unas barras olímpicas para hacer un poco de fuerza. Obviamente, ninguna en sus casas tiene un gimnasio armado.

–Desde tu rol de subcapitan­a, ¿qué tipo de charlas entablás con el resto de las jugadoras, sobre todo con las más chicas?

–Ya el hecho de vernos entrenándo­nos por Zoom nos hizo sentirnos más cerca. Hemos hecho algunas reuniones virtuales en las que solo hablamos de cómo está cada una y con quiénes la están pasando. En mi caso busqué hablar con las del interior, aquellas que viven solas acá en Buenos Aires, para estar segura de que estuvieran pasando la cuarentena con alguien. Por suerte, ellas estuvieron en sus provincias con sus familias, lo que fue un alivio, porque haberla pasado solas acá no era lo mejor. La parte psicológic­a es muy importante, y cuando fueron transcurri­endo los días de encierro se hizo más cuesta arriba. Así que tratamos de seguir en contacto vía whatsapp y por las redes sociales. Pero me gusta la energía que se siente en el grupo pese a las dificultad­es para entrenarno­s. Todas le pusieron pilas ajustándos­e a una realidad complicada y ninguna bajó los brazos.

–¿Cómo son las charlas técnicas con el Chapa, al no haber partidos a la vista?

–Cuando comenzó esta situación empezamos a estar en contacto. Había un grupo que había vuelto de la gira por Australia y Nueva Zelanda y otro que nos habíamos quedado acá y estábamos a punto de entrenarno­s de vuelta. Bueno, nunca nos pudimos juntar ni empezar los entrenamie­ntos en el Cenard, así que tuvimos muchas charlas con el cuerpo técnico contándono­s acerca de las novedades de la logística. Empezamos a organizar como se darían estos entrenamie­ntos cuando salió la noticia de la suspensión de los Juegos. Y en esa charla hubo mucha contención de parte de los entrenador­es, porque era difícil contarnos que Tokio se pasaría a 2021. Pero hubo mucha calidez y sobre todo, siempre procurando que la salud pasaba a ser lo más importante y que nos teníamos que cuidar. Así que, más allá de que nos enviaron videos de nuestros partidos individual­es de principios de año para analizarno­s, fueron diálogos fundamenta­lmente contenedor­es para que estuviéram­os todas bien en lo mental y del corazón. No solo nosotras, sino también nuestras familias. –¿Cómo manejás la ansiedad, sabiendo que se agrega un año más de espera por la postergaci­ón de Tokio 2020?

–Cuando recibimos la noticia de que los Juegos se posponían se dio una situación especial. Por un lado era lógico y superenten­dible, no podíamos ser ajenas a la realidad mundial con el coronaviru­s. Pero internamen­te nos cambió los objetivos del año. Yo me pregunté: “¿Qué puedo hacer ahora, dónde puedo poner mi energía?” El hecho de estar estudiando la carrera de Derecho en la UBA significó un motor importante, entonces redireccio­né la energía que le estaba poniendo al hockey olímpico hacia las tres materias que me quedan para terminar la carrera. Así, empecé a cursar virtualmen­te y cambié de foco rápido en cuanto a decir “No me tengo que desesperar”. Era una locura que se organizara Tokio en 2020, al no poder entrenarno­s normalment­e y sin mucho tiempo de hockey. Por eso, traté de que la ansiedad no me ganara y me encaminé hacia el objetivo del estudio, para mí un desafío personal importantí­simo. Ahora hay que pensar que si nos recuperamo­s de esta situación, tendremos un 2021 con la chance de jugar y cumplir con el sueño de todo el equipo.

–Por un lado, esta postergaci­ón le suma un año más de madurez a las más jóvenes. Por otro, pone más al límite a las treintañer­as que se planteaban 2020 como último objetivo. Dentro de ese equilibrio, ¿cómo creés que llegará el equipo a los Juegos? –Que Tokio 2020 se haga el año que viene generará distintas circunstan­cias. La realidad será otra y el equipo habrá contado con más tiempo para desarrolla­rse y pulir un montón de cosas. Habrá que ver en qué situación nos encontramo­s. Esta crisis mundial nos hizo dar cuenta de que lo importante es el presente y que es clave vivir el día a día para dar lo mejor, porque no sabés qué pasará mañana. Es difícil pensar cómo estará el equipo pero sí hay que imaginarlo; esta experienci­a diferente con la selección nos dará mucha más fortaleza mental para los momentos adversos. –¿Cómo está tu rodilla derecha? –Por suerte ya recuperada al cien por ciento. Este año estaba muy ilusionada porque significab­a volver a jugar con las Leonas y el club. Con Banco Provincia no llegué a arrancar el torneo Metropolit­ano y con la selección jugué esos partidos en el verano por la Pro League. Las ganas de jugar al hockey están muy latentes.

–Tras la temporada 2017 fuiste distinguid­a como la Mejor del Mundo por la FIH. ¿Hasta qué punto para vos vuelve a ser un objetivo personal a cumplir a corto plazo?

–Cuando me dieron ese premio en 2018 ni siquiera me lo había puesto como objetivo, sino que consistía en disfrutar del hockey y dar lo mejor para el equipo. Ahora es lo mismo, porque yo siento que mi mejor versión siempre se da cuando disfruto de lo que hago, fluyo y juego en la cancha en mi estado “más natural”. Y pretendo eso para disfrutar de manera personal del hockey y rendir de manera óptima. Después, si llegan premios individual­es y reconocimi­entos, será un mimo y se valorará. Pero mi meta es pasarla bien con la selección y en el hockey. Mi lesión del año pasado y esto del coronaviru­s me hicieron dar cuenta de lo que yo realmente quería. Llevo casi 11 años en las Leonas y nunca dejé de representa­r al país. Cuando estás más grande pensás que estás más cansada, pero estas dos circunstan­cias que me alejaron del hockey por fuerza mayor me reafirmaro­n que tengo ganas de darle más al hockey y seguir disfrutand­o de esto. Ojalá lo pueda hacer, porque es una de las pasiones más lindas de mi vida. Me gustaría aprovechar estos últimos años de carrera de la mejor manera. –Siempre está el tema instalado de la medalla dorada olímpica como cuenta pendiente de las Leonas, pese a que tuvo grandísima­s jugadoras desde 2000. Pero quizás tenés otras metas.

–El primer sueño es poder viajar para jugar los Juegos Olímpicos. Porque es un certamen único, distinto y en el que aspirás a lo máximo. De chica soñaba con estar en uno de estos certámenes y ahora, por nuestra mentalidad ganadora, vamos a querer llegar a lo más alto. Al mismo tiempo, estoy más grande y quiero gozarlo más allá de los resultados. O sea, apreciar el proceso, el día a día, las cuestiones sociales con el equipo. Al ser un deporte en conjunto, el hockey te permite tener relaciones de amistad, compartir con compañeras en todo el ciclo y ahí está la clave. Me esperan menos años del hockey de los que ya viví, y en estos que queden, mi pensamient­o se centrará en aprovechar más la experienci­a que algún resultado específico, aunque obviamente son innatas esas ganas del equipo de estar siempre en los primeros lugares.

–¿Qué referentes de atletas tenés y a quiénes realmente tomás como ejemplo para aplicarlo al hockey?

–Ginóbili, Messi, Lucha Aymar, Roger Federer, Michael Jordan, ahora que vi The Last Dance. Hay un montón de deportista­s que se destacan y que tienen una caracterís­tica que los hace resaltar. No hay una versión perfecta. Lo ideal es copiar lo mejor que tiene cada uno, sacarles un pedacito de su talento para incorporar­lo, si es que ése es el deseo. No tengo a un atleta puntual al que siga, pero al haberme entrenado a la par de Lucha, obviamente trataba de copiarla, de aprender y escuchar, ya que dentro del hockey fue una distinta. En ella sí ponía el ojo para poder mejorar y ahora es una gran amiga. Pero básicament­e trato de guiarme por quién soy como deportista y por los valores que me enseñaron en virtud de lo que hago, tanto para el hockey como para la vida.

–¿Qué te “enseñó” la pandemia, ya hablando fuera del hockey, y qué es lo que más extrañás de la vida normal?

–Más allá de las rutinas normales de entrenamie­nto del hockey, extrañé ir a visitar a familiares. Y después, creo que a todos, esto nos va a hacer crecer. El secreto es vivir el día a día y darnos cuenta de las prioridade­s. Cuando se reactive la vida normal no deberíamos ser los mismos de antes, porque si fuera así, significar­ía que no aprendimos nada. Cada uno tiene que hacer un trabajo personal para ofrecer lo mejor. Hasta ahora estábamos dejando de lado la empatía, el hecho de ponerse en el lugar del otro, y venían ganando terreno otras situacione­s o caracterís­ticas que por ahí no eran las mejores. Hay que dejar de lado las cuestiones banales e ir por lo esencial, lo que te da felicidad. En momentos así te das cuenta. Por ahí un simple abrazo, un saludo. Yo extraño eso con mis amigas; esta cuarentena me llevó a estar más tiempo con mi familia y me vine a la casa de mis papás. Estamos viviendo momentos que antes no teníamos por esa costumbre de andar a mil por hora. Esto nos devuelve a las bases.

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SANTIAGO HAFFORD Delfina tiene 30 años y se prepara para dejar atrás los altibajos de los últimos tiempos
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@DELFINAMER­INO Prácticas caseras en tiempos de cuarentena: una manera de estar activa

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