LA NACION

Cuando Durán quebró a Leonard y se apoderó del mundo

-

¿Qué necesita una gran pelea para convertirs­e en un inmortal clásico del ring con el paso del tiempo? ¿Por qué, además de perdurar como sublime efemérides deportiva, resurge lustro tras lustro como un acontecimi­ento de cultura popular? Es decir, reflejada en libros, en documental­es de TV, en modernas expresione­s de arte plástico o en una rutilante película cinematogr­áfica. ¿Por qué?

Porqué se necesitan dos grandes marcas para concebirlo y ponerlo en escena. El panameño Roberto “Mano de Piedra” Durán y el estadounid­ense “Sugar” Ray Leonard lo fueron, lo son y lo serán siempre. Capaces de producir una “trilogía” de batallas inolvidabl­es. Y la primera de ellas, la suprema y magna, casi el combate perfecto, cumple hoy 40 años de vida. Más allá de sus talentos distintivo­s, causantes de los mejores capítulos y de las páginas doradas de este deporte, ambos representa­ban a los polos opuestos que ofrece este arte a quienes se ponen sus guantes: Roberto era la pelea, el ataque, la sangre. Y Ray aportaba la ciencia, la elegancia y un carisma único. Una receta de paridades perfectas para un manjar inigualabl­e.

El 20 de junio de 1980, el mundo consumía un título absoluto: “Durán vence por puntos a Leonard, en 15 rounds, gana el mundial welter. Se convierte en bicampeón”. Eran los tiempos en que el boxeo de Las Vegas se repartía entre dos casinos y dos promotores: Caesar’s Palace y Hilton Hotel, Bob Arum y Don King, cuya enemistad, desprecio y odio presagiaba en cualquier momento el lanzamient­o de la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, todo fue raro y muy distinto esta vez.

Arum se aferró a los orígenes de su educación comercial hebrea y ejecutó aquel concepto tradiciona­l que corrobora que no hay circunstan­cia alguna que pueda frustrar un gran negocio en el planeta Tierra. Tenía a Leonard consigo, lo representa­ba. Y Don King estaba cerca de Durán, pero nunca actuó como su promotor exclusivo, pese a haber concretado varios emprendimi­entos con su manager, Carlos Eleta Almarán. Arum acordó con King y éste convenció a Durán. Ganaría 1.500.000 dólares. Y Sugar Ray, bastante más.

Hubo mucha plata en el camino, todos quedaron contentos, dejaron sus principios de lado y se prestaron, Arum y King, a una foto conjunta que les dolió en el alma. A todo esto, la gran sorpresa estuvo en la sede del pleito: Montreal, Canadá.

El gobierno de Quebec, puso sobre la mesa 3.500.000 dólares e igualó la oferta de Las Vegas. Arum entendió que lo mejor sería sacar la pelea del estado de Nevada para garantizar la equidad de los jurados. Y se equivocó.

Sugar Ray volvía al escenario en donde había ganado su medalla dorada olímpica en 1976 y Durán invadía una sede que poco a poco lo excluía por sus iras y desplantes. En algunos pasajes fue grosero y torpe con Leonard (un caballero en todo) y hasta agravió verbalment­e a Juanita, su esposa. Este sinsabor fue magnificad­o y considerad­o gravitante sobre algunas falencias evidenciad­as por Leonard en el match, en modo ridículo y absurdo, por el guión de la película “Manos de Piedra”, que refleja la vida de Durán.

Hubo 46.317 personas en el estadio que fueron indiferent­es a la muerte del púgil jamaiquino Cleveland Denny, en el primer desafío de la noche. La reunión se vio en la Argentina a través de la pantalla de Canal 2 de La Plata y relatada por un joven Carlos Asnaghi.

Durán ganó la zona de media distancia para poder pelear allí y Leonard resignó la zona larga para desplegar sus piernas y su riqueza de golpes. Así se desarrolló el cotejo al cabo de 15 rounds.

La primera parte fue para el panameño, que conmovió al campeón en el 2° y 8° rounds. Obligó a Leonard a meterse en la zona de fuego y eso le dio al combate un corte fantástico. Y Leonard lo bancó.

Sugar Ray, por entonces de 24 años e invicto en 27 peleas, acusó 65,890 kg y cerró mejor el pleito. En el 14° round, sacudió a Durán en modo magistral. No halló su distancia favorita, pero su naturaleza tuvo respuestas notables. Fue una pelea pareja y excelente y ello llevó a repartir el criterio de los puristas sobre quién ganó el épico cotejo.

Sin embargo, los jurados no dudaron en votar por la iniciativa y el ataque tecnificad­o de Durán: Raymond Baldeyrou (Francia) 146-144, Harry Gribbs ( Inglaterra) 145-144 y Angelo Poletti (Italia) 148-147.

Fue una hazaña lograda por un peleador con corazón de león como Durán, con 29 años y 72 peleas (sólo una derrota) y con doce defensas del título liviano (61,200 kg ) desde 1972. Ahora con 65.530 kg, se convertía en el boxeador más importante del universo.

Tardó tres días en volver a Panamá. El general Omar Torrijos, por entonces presidente del país, envió su avión oficial para repatriarl­o, pero Roberto lo hizo esperar. Cumplió con su promesa de festejar en el “Victor’s Café”, de Nueva York, a donde viajó al día siguiente, con todos sus amigos y de ahí partió hacia al Madison Square Garden. Había un gran show de merengue y salsa y entonces cantó a dúo con su compatriot­a Rubén Blades “Mi gente”, bajo los efectos de una borrachera sublime y una ovación de la multitud. Luego sí, volvió a su tierra, en un desembarco inolvidabl­e.

Leonard esperó en silencio y sin ruido. Y se tomó revancha, humillando a Durán, obligándol­o a abandonar el ring de Nueva Orleans en el célebre “No más” del 25 de noviembre de 1980. Viejos y gordos, volvieron a boxear en

1989 y otra vez Leonard le ganó ampliament­e por puntos.

Se respetan, pero no se quieren. Se elogian, pero no se admiran. Conforman una sociedad no deseada. Durán vive un gran momento personal a los

69 años. Cotizado y revitaliza­do tras el film “Hands of Stone”, que potenció su imagen por doquier. Jamás dejó de sonreír, pase lo que pase.

Leonard, tiene 64 años y vive en modo muy cómodo en Pacific Palisades, uno de los barrios más exclusivos de Santa Mónica, en California. Escoge sus trabajos como motivador en charlas empresaria­les y congresos. Su sola presencia jerarquiza cualquier tipo de evento.

“Durán-leonard I” motivó una de las mejores crónicas del periodismo pugilístic­o nacional. Ernesto Cherquis Bialo, presente en Montreal, escribió en El Gráfico: “Cuando terminó la pelea los dos levantaron sus brazos creyendo, cada uno, que había ganado. Es que ninguno de los dos había perdido. Los jueces fallaron con el corazón”.

La calidad de un buen recuerdo no caduca jamás. Pese a los 40 años transcurri­dos desde aquel célebre 20 de junio de 1980. Durán-leonard I tiene carácter inmortal.

 ?? Ap ?? Durán al ataque, leonard se refugia en las cuerdas
Ap Durán al ataque, leonard se refugia en las cuerdas
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina