LA NACION

Jóvenes en “modo espera”: sin motivacion­es ni estructura

Sin poder empezar una carrera o buscar trabajo, integran uno de los grupos con mayor sufrimient­o emocional, revela una encuesta

- Laura Reina

Martín se había anotado en el CBC para la carrera de Economía. Por la pandemia, la cursada jamás se concretó y en mayo empezó con las clases virtuales por UBA XXI. Pero abandonó. “No me enganché, no es lo que esperaba de mi primer año de facultad. A varios de mis amigos les pasó lo mismo. Volveré cuando todo esto pase”, asegura, y dice que hoy solo continúa con sus clases de inglés de manera remota. El resto del día ayuda en la casa y toca la guitarra. Y espera.

Javier se lamenta por ese trabajo –el primero– que le iba a permitir tener, al fin, su propia plata. Pero sigue dependiend­o de sus padres y piensa que lo hará por muchos meses más. No cree que en 2020 pueda conseguir trabajo. Mucho menos alquilar algo pequeño con algún amigo como había soñado en el brindis de fin de año.

En modo espera. Así están los jóvenes que acaban de dejar atrás el colegio secundario y que hoy se debaten qué hacer en una especie de limbo en donde no encuentran ni motivacion­es ni una estructura que los sostenga. Un estudio de las consultora­s Wonder y Navarro Research sobre la salud emocional de la población durante la cuarentena revela que los resultados “son particular­mente alarmantes para los jóvenes de entre 20 y 29 años” y afirma que en ellos el sufrimient­o emocional es significat­ivamente más acentuado. Algunos resultados del estudio brindan un panorama claro de la situación: 1 de cada 2 jóvenes de

20 a 29 años siente miedo, ansiedad, tristeza o frustració­n, mientras que

4 de cada 10 se sienten deprimidos o enojados y 3 de cada 10 afirman sentirse solos.

“Prácticame­nte no se habla de los jóvenes. Hicimos una encuesta general y analizando por segmento, nos pareció preocupant­e lo que pasaba entre los de 20 a 29 años, que es el momento en que empiezan a armarse como seres independie­ntes y no pueden. Están en un limbo, sin perspectiv­a de futuro y con mucha incertidum­bre. Para los que buscan ingresar en mundo laboral, no existe posibilida­d. Por eso creemos importante que se atienda esta realidad”, sostiene Carolina Yellati, directora de la consultora Wonder.

Precisamen­te el tema laboral y económico es una de las principale­s preocupaci­ones: el 12,5% ya estaba desocupado antes de que empezara la cuarentena, y del 47% que sí tenía trabajo, el 42% dejó de percibir ingresos, es decir, un 10% más que los ocupados mayores de 35 años. “Son los que en mayor proporción perdieron los ingresos. Probableme­nte deciden prescindir de ellos porque privilegia­n a los que tienen familia o sus trabajos son precarios o no están registrado­s”, analiza Yellati.

Algunos, incluso, temen no poder siquiera cubrir sus necesidade­s alimentari­as y el pago de servicios básicos como el alquiler.

“En un país donde es tan difícil para los jóvenes forjarse un futuro, la pandemia clausuró de un plumazo cualquier iniciativa juvenil, sumiéndolo­s en una incertidum­bre profunda. Solo queda la certeza de que tendrán que esperar mucho para retomar sus proyectos y para recuperar el tiempo perdido”, sostiene Cristina Navarro, la otra autora del estudio, que destaca, a pesar de todo, que el 45% de los jóvenes tiene esperanza y el 55% cree que la cuarentena tiene que durar tanto como sea necesario. A nivel emocional, la radiografí­a trazada acerca de los jóvenes de veintipico en cuarentena, no difiere mucho del cuadro de situación que hace unos años describió el psicólogo especialis­ta en adolescenc­ia y familia Alejandro Schujman en su libro Generación Ni-ni: “Hoy la pandemia es un agravante. Esta es una generación que está atravesand­o la primera gran frustració­n concreta de su vida frente a la cual muchos padres no pueden sostenerlo­s porque también se ven afectados. Es una dificultad”, sostiene el especialis­ta.

“En una videollama­da un chico me dijo: ‘Soy estudiante universita­rio pero no empecé la facultad’. Es muy frustrante soltar los trapos de la adolescenc­ia y no poder ponerse la pilcha de la adultez –afirma Schujman–. Muchos están en el limbo, se quedaron entre un portal y otro. Los adultos tenemos que ayudarlos a ‘balconear’, que salgan de su propio ombligo. Hacerles entender que la vida de todos entró en pausa”.

Para la psicóloga y socióloga Claudia Messing, muchos de los jóvenes están desmotivad­os. “A ellos la cuarentena los conmueve profundame­nte, les hace dejar proyectos o les cuesta mucho sostenerlo. Algunos no se enganchan con la modalidad virtual y abandonan la facultad. Les aumenta la intoleranc­ia a la frustració­n. Es un contexto que los coloca en una situación de víctimas”, describe.

Uno de los caminos es romper con la simetría paterna. “Lo que recomiendo es reforzar el lugar de hijo dentro de la estructura familiar. Es un lugar que se recupera valorizand­o el vínculo con los padres. Muchos jóvenes no tienen ese lugar y entonces la soledad es muy profunda porque los padres no se ven como una figura valorizada a la cual acudir. Hay jóvenes que creen que son autosufici­entes a nivel emocional y eso les genera una terrible sensación de soledad. Y hay padres que creen que porque sus hijos son jóvenes e independie­ntes no los necesitan. Eso es mentira. Nadie puede solo, a ninguna edad”.

Espera productiva

Aunque a muchos les gana las desmotivac­ión y el desgano, los especialis­tas sostienen que es posible –y deseable– que la espera sea productiva. “Desde la apatía y la abulia rumiar la sensación de tristeza y agonía no sirve. Es la generación de la inmediatez, es la primera vez que tienen que esperar algo. Pero la espera puede ser productiva, es posible autogestio­narse un mejor tiempo –asegura Schujman–. Ahí los adultos podemos tirar centros para ayudarlos a salir del estado de autovictim­ización. Hacerles ver que esto va a pasar, que tienen toda la vida por delante. Que no es un drama o una tragedia no poder empezar la facultad como querían. Incluso esto les permite una entrada ‘más light’ a la universida­d”.

Por su parte, Messing agrega: “Vivir en espera no es una buena posición. Pueden aprovechar el tiempo para trabajar sobre ellos mismos, sus temas vocacional­es, laborales. Hoy hay cursos gratuitos online de todo tipo. Lo más importante es la espera activa. Hay una peligrosa tendencia a la victimizac­ión que pasado un cierto tiempo no se puede sostener. Es importante frenar el contagio emocional, tener cuidado de contagiars­e de lo malo y recuperar el propio eje”. ●

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