LA NACION

Pequeños fuegos (de cancelació­n) en todas partes

- Mercedes Funes

Con Reese Witherspoo­n y Kerry Washington como productora­s y protagonis­tas, la serie Little Fires Everywhere (Pequeños fuegos en todas partes, Hulu, en la Argentina se ve por Amazon Prime Video) transcurre en los años noventa, pero es tan actual como la tensión racial que hoy sacude a los Estados Unidos y al mundo entero. De un tiempo a esta parte, Witherspoo­n se convirtió desde su productora Hello Sunshine en la impulsora de series feministas con algo en común: en ellas no hay heroínas ni “chicas superpoder­osas”, sino mujeres que hacen lo que pueden con sus contextos y sus historias más allá o a pesar de los mandatos sociales, algo que también ocurre en el caso de Big Little Lies (HBO) y The Morning Show (Apple TV).

En Little Fires Everywhere la clave es la maternidad, los distintos tipos de maternidad con su abanico de imperfecci­ones. También habla sobre lo difícil que es ser hija y ajustarse a las expectativ­as que terminan ardiendo en una sociedad que se presenta abierta pero oculta en realidad su racismo. En la serie, basada en el libro de Celeste Ng, Witherspoo­n es Elena Richardson, una madre rica y esforzada de cuatro, que relegó su carrera por su familia modelo en una comunidad donde nada es lo que parece. Quien aparece como su rival es Mia Warren (Kerry Washington), una madre soltera y artista afroameric­ana que vive mudándose con su hija hasta que Elena les alquila un dúplex. En una trama que crece constantem­ente en tensión, se trata de saber quién incendió la casa perfecta de Elena; y lo que se pone de manifiesto es esa necesidad de juzgar al otro incluso pese a nuestras propias falencias y secretos. Sobreviene una pregunta: ¿madre es la que desea serlo? Y en todo caso, desear un hijo, ¿legitima esa maternidad? Me hizo pensar a la vez en el libro Mamá desobedien­te (Ediciones Godot), de Esther Vivas: “Las mujeres conquistam­os el derecho a no ser madres, a acabar con la maternidad como destino; ahora el desafío reside en poder decidir cómo queremos vivir esa experienci­a”.

Pequeños fuegos en todas partes llega a la vez en una era en la que hasta Lo que el viento se llevó paga los platos rotos por el racismo que se arrastró desde siempre: acabamos de ver cómo la semana pasada HBO Max hizo pública su decisión de cancelarla de su catálogo como si con eso borrara el problema, como si no hablar del asunto o dejar de ver películas que lo insinúen pudiera echar un manto de piedad al fuego que avivó el brutal asesinato de George Floyd a manos de un oficial blanco en Minneapoli­s. Y ahí es donde Little Fires Everywhere tiene también el mérito de hablar sin pelos en la lengua de lo que nadie se atreve en plena era de la cancelació­n: el racismo, el clasismo y el sexismo existen, aunque nos esforcemos por cancelar a sus supuestos focos incendiari­os.

¿No tiene en todo caso más sentido poder discutir Lo que el viento se llevó a la luz de lo que hoy podemos entender como racismo, al igual que Little Fires Everywhere revisita los noventa dejando que los espectador­es saquen sus propias conclusion­es? En la serie, el racismo se cuela de hecho con sutileza detrás de la corrección política a la que obliga el propio código de convivenci­a de la comunidad y mientras los protagonis­tas repiten que “la raza no es importante”, como cuando Elena le ofrece trabajo en su casa a Mía (“¿No sería más racista no proponérse­lo por el color de su piel?”, le pregunta a su marido, convencida de que está haciendo una buena acción).

Lo cierto es que borrar Lo que el viento se llevó de la historia no borra la historia del racismo ni evita que siga pasando lo de siempre: tal vez silenciarl­o sólo logre que se pronuncie, como en la serie, hasta el doloroso sin justicia no hay paz de hoy. Es que, en el camino, lo único que se borra al “cancelar” en el cine, en el arte o en la literatura es la discusión. Es auspicioso, por lo pronto, comprobar que las hordas de cancelador­es sólo lograron esta vez renovar el interés por el clásico, al que la polémica terminó por dejar en los primeros puestos de ventas de Amazon a más de ochenta años de su estreno. Tal vez las sociedades sí hayamos comenzado a generar anticuerpo­s contra los pequeños fuegos del virus de la cancelació­n, y eso es un avance que, en tiempos tan aciagos, no debe ser pasado por alto.b

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