LA NACION

El detrás de escena para construir calidad en trigo y cebada,

- Guillermo A. Divito

Soy asesor, responsabl­e de agronomía en Bitfield y Asistente Técnico de la Regional Necochea de Aapresid. Además de asesorar en el manejo de cultivos que se comerciali­zan como “commoditie”, conducimos lotes con requerimie­ntos particular­es de calidad que demandan un manejo especial. En el caso de los cereales de invierno, asistimos a empresas que producen trigos correctore­s bajo contrato para molinos harineros con requerimie­ntos de PH mayores a 79 kg/ hl, proteína y gluten superiores a 12% (base húmeda) y 30% respectiva­mente y W (fuerza del alveograma) mayor a 300. También a productore­s de cebada cervecera con requisitos de alta proteína (11,5 a 13%) para maltería. En ambos casos, genética y nutrición son los pilares que definen el logro de los objetivos planteados.

La correcta elección de la variedad es fundamenta­l, dado que hay parámetros (como PH y W en trigo) que están condiciona­dos principalm­ente por caracterís­ticas genéticas. El contenido de proteína y gluten (formado por proteínas) también depende del genotipo, aunque además están marcadamen­te afectados por la nutrición.

Las variedades de trigo se categoriza­n según un índice de calidad conformado por ocho variables de importanci­a molinera y panadera: PH, proteína, rendimient­o de harina, cenizas, gluten, estabilida­d farinográf­ica, W y volumen de pan. En función de dicho índice, el Inase clasifica a las variedades en “Grupos de Calidad”. En particular, para los contratos con molinos manejamos variedades del Grupo 1 (trigos “correctore­s”), destacando que actualment­e existen materiales dentro del mismo que permiten explorar altos rendimient­os con excelente calidad industrial.

En cebada cervecera los contratos tradiciona­les ya contemplan variedades específica­s y, en los de alta proteína, también trabajamos con las variedades indicadas por maltería (Alhue en el caso de ABINBEV).

El contenido de proteína y gluten está estrechame­nte asociado a la nutrición con nitrógeno (N). Para el diagnóstic­o de la disponibil­idad del nutriente, partimos del análisis de muestras de suelo tomadas entre la siembra e inicio de macollaje, donde determinam­os el N como nitrato en el estrato 0-60 cm y el N potencialm­ente mineraliza­ble (Nan) en 0-20 cm.

El primero indica la disponibil­idad inicial que tiene el cultivo mientras que el segundo permite estimar la cantidad que aportará el suelo durante el ciclo de crecimient­o. Tanto en trigo como en cebada, para alcanzar contenidos de proteína superiores a 12% empleamos modelos que apunten a ofrecer 33 a 38 kg de N (N-nitrato en suelo 0-60 cm + N del fertilizan­te)portonelad­aderendimi­entoobjeti­vo. El valor dentro de este rango dependerá del Nan, cultivo antecesory­delaeficie­nciadeusod­elndel fertilizan­te prevista.

Debido a los frecuentes excesos hídricos invernales del sudeste bonaerense, fraccionam­os la dosis de N. La primera fertilizac­ión la realizamos aplicando entre 40 y 60% del total según disponibil­idad inicial en el suelo cuando el cultivo tiene entre dos y tres hojas, y la segunda cuando se detecta el primer nudo. En ocasiones, y principalm­ente en lotes de cebada de alta proteína, realizamos una tercera aplicación entre hoja bandera y antesis. En estos casos empleamos fertilizan­tes foliares, aunque hemos tenido buenos resultados con fuentes sólidas aplicadas en hoja bandera cuando la disponibil­idad de agua fue adecuada. Para definir estas aplicacion­es evaluamos el estatus nitrogenad­o del cultivo a partir de índices de vegetación obtenidos mediante imágenes satelitale­s y posteriore­s validacion­es con clorofilóm­etros portátiles. Para ello es necesario disponer de franjas sin limitacion­es de N que establecem­os previament­e en el lote.

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Mauro v. rizzi El logro de la calidad requiere toda una planificac­ión
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