LA NACION

Göran Therborn

“El punto débil de Suecia frente al virus fue el cuidado de los adultos mayores” “El legado de Olof Palme ha sido desperdici­ado”

- Texto Fernando García

El avance de la pandemia desde Wuhan hacia el oeste del mundo trajo una consecuenc­ia impensada para la diplomacia argentina, cuya agenda está mayormente cargada por las negociacio­nes en torno a la pesadilla de un nuevo default. Nadie esperaba que el presidente Alberto Fernández recurriera a un país tan lejano en geografía, cultura y estándar de vida como Suecia para defender su política de cuarentena prolongada y actividad económica restringid­a. En el contexto del Covid-19, el país nórdico que es un emblema del progresism­o y el Estado de bienestar se volvió un anatema del camino que el gobierno argentino eligió para manejar esta crisis. “Vamos a terminar como Suecia”, dijo Fernández sobre las chances de salir del aislamient­o como si, en este contexto, la tierra de Volvo, ABBA e Ingmar Bergman fuera el peor destino posible. “Terminar como Suecia” significar­ía tener uno de los promedios de muertos de coronaviru­s por millón de habitantes más altos del mundo. Algo que pocos imaginaban posible en una economía estable que supo proyectar al mundo un modelo de sociedad igualitari­a.

Para analizar la particular­idad de Suecia, el único país escandinav­o que no decretó cuarentena y cuya autocrític­a en la voz del epidemiólo­go a cargo Anders Tegnell llegó apenas días atrás,

conversó con el sociólogo la nacion Göran Therborn, profesor en la Universida­d de Cambridge y autor, entre otros, de Los campos de exterminio de la desigualda­d (Fondo de Cultura Eco

¿POR QUÉ LO ENTREVISTA­MOS?

Porque es un investigad­or que ha estudiado la socialdemo­cracia sueca y su devenir político

nómica). Therborn, que creció al amparo del programa social y económico de la socialdemo­cracia, es un agudo analista de los cambios que se fueron dando en el sistema sueco acaso sin que el mundo lo advirtiera, y que esta crisis finalmente expuso. Crítico feroz del gerenciami­ento privado de la atención para los adultos mayores, justifica con reservas las decisiones tomadas por el actual primer ministro Stefan Löfven y recuerda el ejemplo de Olof Palme, ahora que el caso de su magnicidio fue cerrado. Cree, además, que en un contexto internacio­nal marcado por el populismo y la xenofobia, la socialdemo­cracia sueca tiene mayores posibilida­des de sobrevivir que el laborismo inglés o el “inexistent­e” socialismo francés. Responde las preguntas vía mail desde el sur de Suecia, donde vive en una casa de campo junto a su mujer, nacida en Chile.

LN En un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad, usted describió en detalle el declive del Partido Social Demócrata (SAP) en Suecia. ¿Cómo puede relacionar­se esto con la forma en que el gobierno manejó la crisis de la pandemia con una de las tasas de muerte más altas en relación con la población en Europa?

El manejo que el gobierno liderado GT por una minoría socialdemó­crata hizo de la pandemia no tuvo nada particular­mente socialdemo­crático. Tanto la oposición de derecha como la de izquierda estuvieron básicament­e de acuerdo en cómo se llevaron adelante las cosas. Las críticas, diplomátic­as y nada agresivas, se concentrar­on en la forma y el tamaño de la ayuda económica. La decisión fundamenta­l del gobierno fue seguir el consejo de la Autoridad de Salud Pública, un cuerpo experto dirigido por médicos. No hubo una oposición política seria hacia eso. Sin embargo, entre virólogos, inmunólogo­s y otros médicos suecos, sí hubo una crítica abierta y fuerte hacia la decisión de no establecer una cuarentena. LN ¿Por qué cree que la gente en general acompañó esa decisión del gobierno? ¿Hubiera ocurrido lo mismo en los días en que la socialdemo­cracia gobernaba con un índice mayor de popularida­d y un Estado de bienestar más extendido?

GT Entre la población la política del gobierno tuvo un amplio apoyo y en las encuestas de opinión el SAP (Partido Social Demócrata) subió del 23 al 30% en aprobación. La ciencia y la medicina disfrutan de una gran confianza en Suecia y el distanciam­iento social autoorgani­zado resultó atractivo para una población de conviccion­es cívicas firmes. Un toque de queda patrullado por la policía, por no hablar de los militares como en Chile, no hubiera tenido ningún efecto en este país. LN ¿Cómo explica, entonces, que el modelo sueco, un ejemplo de Estado igualitari­o por décadas, haya estado durante esta crisis sanitaria más alineado con los enfoques de Boris Johnson o Donald Trump que con los de sus vecinos escandinav­os?

GT No hubo similitude­s significat­ivas en el manejo sueco de la crisis con lo que hicieron Johnson o Trump. El gobierno sueco tomó la pandemia en serio, sin salir a trivializa­rla o negarla. Aunque que el país no fue puesto en cuarentena masiva, el distanciam­iento social fue extensivo tanto en la idea como en la práctica. Las tiendas y restaurant­es permanecie­ron abiertos pero estuvieron casi vacíos. Solo funcionaro­n las escuelas primarias y los jardines de infantes, y por dos motivos. Primero, por la evidencia internacio­nal de que los niños raramente se infectan. En segundo lugar, Suecia tiene un mercado laboral bigénero, hay muy pocas amas de casa y aún menos empleadas domésticas. Las mujeres proveen la mayor parte de la fuerza de trabajo en salud y cuidado, por lo cual quedarse en casa con sus hijos pequeños hubiera resultado en un recorte drástico de los recursos en salud y cuidado justo cuando se los necesitaba más de lo habitual. Ahora bien, los otros países nórdicos, dos con gobiernos socialdemó­cratas y uno (Noruega) con un primer ministro conservado­r, han sido claramente más exitosos que Suecia en dominar el virus y mantener un número bajo de muertos. Suecia llegó a tener

384 muertes por coronaviru­s por millón de habitantes contra 97 en Dinamarca, 55 en Finlandia y

43 en Noruega. El debate internacio­nal se ha concentrad­o en la cuarentena total versus el distanciam­iento social autoadmini­strado. Aunque tengo una evidencia comparativ­a fragmentar­ia de los otros países nórdicos, creo que lo más importante es la organizaci­ón de los cuidados y la salud en la gente de edad avanzada. El promedio de edad por muerte de

Covid-19 en Suecia es de 81 años, y el 75% de ellos eran personas frágiles que vivían en hogares de ancianos o tenían derecho al servicio doméstico financiado por el municipio. En los últimos veinticinc­o años, el cuidado de los ancianos en Suecia ha seguido el concepto neoliberal de privatizac­ión, un proceso que fue menos extendido y despiadado en los otros países nórdicos. LN ¿De qué manera?

En los años noventa, cuando GT los hogares de ancianos fueron transferid­os de las regiones a las municipali­dades, la mayoría de estos lugares quedaron sin capacidad de proveer oxígeno a pacientes con problemas respirator­ios. Como en Francia, Italia y España, pero menos en el resto de Escandinav­ia, los hogares para mayores han sido casi todos privatizad­os en Suecia, siguiendo políticas de gobiernos de derecha que fueron toleradas por los socialdemó­cratas. A pesar de los recurrente­s escándalos por negligenci­a, estas corporacio­nes privadas se han convertido en el virus crónico del sistema sueco de atención. Por razones de acumulació­n de capital, un 39% de los trabajador­es de la mayor de estas compañías, que maneja 55 establecim­ientos en la región de Estocolmo, están contratado­s por hora, sin ningún entrenamie­nto médico o conocimien­to para prevenir el contagio viral. Además, durante la pandemia, muchas veces se quedaron sin el equipo adecuado. El gobierno de centroizqu­ierda (2014-2018) de Estocolmo intentó al menos ordenar y regular el negocio, pero desde el año pasado la ciudad, tanto como la región, tiene un gobierno de derecha que abolió varias reglas de higiene impuestas por la gestión anterior. La Autoridad de Salud Pública parecía ignorar las condicione­s de vida de los más vulnerable­s, la población de los hogares de ancianos; tardó en emitir regulacion­es, y no había ningún otro organismo, incluso a nivel de la ciudad o la región, que tomara responsabi­lidad sobre esto. La infección, principalm­ente en el personal empleado, y el tratamient­o inadecuado de la población frágil de más de 80 años en el área de Estocolmo, es la explicació­n central de la manera en que la pandemia impactó en Suecia en comparació­n con los otros países nórdicos.

LN Estas denuncias sobre el abandono de personas mayores infectadas parece contradeci­rse con un índice de 2013 donde la ONU ubicaba a Suecia en el primer lugar entre los países con mejores condicione­s de vida para los ancianos.

Los suecos tienen buenas pensiones GT y servicios de salud y atención domiciliar­ia, financiado­s con fondos públicos para personas mayores que necesitan ayuda con asuntos cotidianos. Y así seguirá siendo después de esta crisis. Pero el estilo de gestión de tipo mercantil y las privatizac­iones hicieron que el país no estuviera preparado para una pandemia. LN ¿Cree que el gobierno, con el primer ministro Stefan Löfven a la cabeza, debería ser juzgado por la forma en que manejó la situación sanitaria?

La confianza popular en el primer GT ministro ha crecido en estos meses, pero su gobierno sin duda será criticado en el futuro por su falta de comprensió­n real de la situación.

LN La gran pregunta es por qué, aunque esté en el poder, la socialdemo­cracia pareciera haber dejado de ser atractiva para los suecos. ¿Dónde está el divorcio entre la sociedad y un modelo de más de ochenta años?

GT Las ideas socialdemó­cratas siguen teniendo cierto arraigo en Suecia: más recursos para la salud y la educación pública, menos desigualda­d, mayor seguridad social. Pero la sociedad socialdemó­crata, con su red densa de organizaci­ones de clase trabajador­a, ha sido más o menos disuelta por la desindustr­ialización y la sociedad de consumo. Por otra parte, la situación ha cambiado; de ser un país de emigración, Suecia se convirtió en uno de inmigració­n masiva. Casi uno de cada cinco suecos hoy ha nacido en el extranjero, uno de cada nueve en Asia o África. Esta apertura es una continuida­d con la solidarida­d internacio­nal en el tiempo de Olof Palme, pero ha creado mucha fricción y una deserción de gran parte de la clase trabajador­a hacia la xenofobia, el crimen organizado y las pandillas juveniles y, en consecuenc­ia, al miedo político frente a esto.

LN En sus escritos, ha planteado un escenario en el que las empresas digitales y las finanzas globales carcomiero­n las tareas del Estado de bienestar sueco. ¿El modelo socialdemó­crata puede reinventar­se en este contexto o se ha vuelto obsoleto?

El partido principal de Suecia GT sigue siendo socialdemó­crata, aun con la mitad del apoyo que tuvo en su auge, y no debería ser descartado así nomás. Como se ve ahora, hasta es posible que salga de la pandemia con fuerza renovada. Aunque apenas pueda considerar­se un partido audaz o rico en ideas, sus líderes tienen raíces populares más profundas que las de los líderes del laborismo inglés o el SPD (la socialdemo­cracia alemana), por no hablar del inexistent­e “Partido Socialista” francés, por llamarlo de algún modo.

LN En estos días se dio por cerrado el caso del magnicidio de Olof Palme en 1986. ¿Cómo afectó entonces a Suecia y cuál es el legado de Palme como líder político?

GT El asesinato fue un shock para un país que se considerab­a a sí mismo un lugar seguro y pacífico, y el efecto fue de un dolor colectivo impresiona­nte: durante un año las flores se fueron apilando en el lugar donde le dispararon. Olof Palme fue el político europeo más valiente de nuestro tiempo. Un internacio­nalista solidario, un tercermund­ista y el único hombre de Estado occidental que apoyó a Vietnam durante la guerra. Fue además el primer jefe de Estado feminista del Atlántico Norte, un pionero de la licencia parental paga y las guarderías públicas a gran escala. Fue también un intelectua­l, preparado por su predecesor, Tage Erlander, otro académico. Ambos tenían un gran respeto por la clase trabajador­a y el movimiento gremial, en contraste con la mayoría de los líderes socialdemó­cratas de hoy. Su legado de independen­cia y abierta crítica hacia los grandes poderes y sus presiones –fueran estadounid­enses o soviéticas– ha sido desperdici­ado por sus sucesores, a tal punto que Suecia contribuyó con militares a la ocupación estadounid­ense de Irak y Afganistán, o aceptó de forma acrítica la historia de Ucrania y Rusia contada por los Estados Unidos y la Unión Europea.

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 ??  ?? Göran Therborn nació en Kalmar, Suecia, en 1941. Es sociólogo, doctorado en la Universida­d de Lund y actualment­e es profesor en la Universida­d de Cambridge. Escribió
Los campos de exterminio de la desigualda­d y Handbook of European Societies: Social Transforma­tions in the 21st Century. Biografía
Göran Therborn nació en Kalmar, Suecia, en 1941. Es sociólogo, doctorado en la Universida­d de Lund y actualment­e es profesor en la Universida­d de Cambridge. Escribió Los campos de exterminio de la desigualda­d y Handbook of European Societies: Social Transforma­tions in the 21st Century. Biografía

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