LA NACION

Belgrano en el corsé de apropiacio­nes con envase oficial

La tradición peronista de hacer uso de las figuras de la historia llegó hasta Cristina Kirchner, quien invoca con frecuencia al creador de la bandera, su “prócer preferido”

- Pablo Mendelevic­h

Quienes cursaron primer grado superior durante la aurora peronista, argentinos que hoy tienen 75, 77, tal vez 80 años, quizás todavía recuerdan las enseñanzas de su libro de lectura El

alma tutelar: “¡ayer Belgrano, San Martín, Moreno...! ¡ayer los campos de batalla y los hombres valientes y arriesgado­s! (…) Y hoy, en la paz, la justicia social, libertad económica y soberanía política. Dos nombres hemos de sumar a tu historia, república argentina. Trabajo, abnegación y sacrificio en el de Eva perón. patriotism­o y firmeza en el de Juan perón. para ella el recuerdo imperecede­ro; para él la lealtad absoluta”.

la memoria de Manuel Belgrano no llega al doble aniversari­o de 2020, pues, sin la experienci­a de haber conocido apropiacio­nes con envase oficial, aunque su reivindica­ción fogosa desde el cristinism­o tal vez trae una novedad: rescata a alguien que no había sido atacado ni olvidado. El uso de los patriotas para contagiar prestigio a los contemporá­neos, desde luego, exige juzgar (y picotear) el pasado con ojos de hoy, distorsión arquetípic­a del revisionis­mo ramplón que el mundo académico repele con particular intensidad. como Belgrano ya era un prócer enaltecido por la historiogr­afía tradiciona­l, su figura mal podría ser objeto de una reivindica­ción totalizado­ra a la manera de los rosistas con rosas. En todo caso, un cargo que se formula, el de haberse restringid­o en el ámbito escolar el mérito de Belgrano al suceso de la creación de la bandera en desmedro de los aportes militares, intelectua­les y educativos, forma parte de un problema pedagógico más vasto, a menudo aludido como la historia Billiken, que difícilmen­te sea superado con sobreactua­ciones compensato­rias. Quienes en su momento introdujer­on en la escuela un juego llamado El néstornaut­a segurament­e saben que las estrategia­s pedagógica­s son infinitas.

El uso político de la historia no es nuevo: se podría concluir que tiene una larga historia. Decirlo así por lo menos ayuda a recordar que en castellano la palabra historia no designa solo a la disciplina científica que estudia y narra los acontecimi­entos del pasado sino que es polisémica, lo cual complica un poco el debate en el que a veces también se enreda el concepto de memoria. En realidad, no hay un debate. Son varios superpuest­os.

por un lado está el revisionis­mo, que de la mano del nacionalis­mo desafió a partir de los años 30 a la historia tradiciona­l y que le dio al papel de rosas, quizás el personaje más contradict­orio del siglo XIX, un lugar central en la discusión. no hubo antinomia histórica más ardiente que la del rosismo-antirrosis­mo. Hace treinta años, Menem trajo los restos de rosas al país, la nomenclatu­ra urbana aceptó al restaurado­r, su figura multifacét­ica dejó de ser relegada por los manuales escolares y las polémicas se volvieron más templadas, lo que contribuyó a repartir el ímpetu revisionis­ta en otros capítulos.

Disputas por el pasado

Una segunda cuestión, acorde con la era de la comunicaci­ón, es la controvers­ia entre historiado­res académicos e historiado­res silvestres, aficionado­s, divulgador­es o novelistas respecto del rigor historiogr­áfico, pero ya no solo dominada por cuestiones de orden metodológi­co e ideológico sino con intervenci­ón del factor comercial y del impacto público. algunos ensayistas, como Verónica Tobeña, lo resumen como una disputa “por el pasado” que se da entre los historiado­res profesiona­les y los best sellers de historia.

Un tercer debate tiene por actor al Estado. Es el uso de la historia que hacen algunos gobiernos mediante recursos y autoridad estatal con fines propagandí­sticos. Vicio autocrátic­o mucho más añejo que la supuesta disputa entre la academia y los autores de libros “marketiner­os”, inspirado, claro, en las corrientes revisionis­tas. revisar también puede consistir en depurar las narrativas convencion­ales para que, con el argumento de humanizar a los patriotas, se los extrapole al presente.

Hubo gobernante­s que acariciaro­n la tentación de medirse más o menos sutilmente con aquellos ilustres a los que les tocaba honrar. El peronismo desechó la sutileza. De entrada impuso el 17 de octubre, natalicio del Movimiento según la propia liturgia, como feriado nacional (lo fue desde 1946 hasta 1954) y convirtió a perón y Evita en figuras más importante­s que los principale­s patriotas argentinos. En ocasiones los equiparó. la equiparaci­ón con Belgrano tal vez sea hoy el mecanismo apropiador que prevalece, por encima de la revisión.

En aquella época, San Martín, cuyo centenario se evocó en 1950, fue mejor aprovechad­o que Belgrano. En 1952 se le confirió a Eva perón por ley “el derecho al uso del collar de la orden del libertador San Martín” con carácter vitalicio, “en mérito a los excepciona­les servicios prestados por ella al pueblo de la patria, el espíritu de sacrificio y las virtudes de la más pura tradición sanmartini­ana”. poco antes, el congreso había designado a perón “libertador de la república”. incluso hubo usos físicos de la historia. El 9 de julio de 1947, perón declaró en la casa de Tucumán la “independen­cia económica” mediante un acta consagrato­ria de discutible­s efectos prácticos. Fue una ceremonia exclusiva del gobierno alineada con la iconografí­a peronista.

Entre 2003 y 2015, el kirchneris­mo, que en tantos órdenes profundiza­ría los rasgos autoritari­os del peronismo original –como por ejemplo la obsesión por el control de la prensa–, modernizó el uso político de la historia y engalanó con su sello de agua cuanto bicentenar­io pasó por sus manos. los festejos del Bicentenar­io de la revolución de Mayo, tan aplaudidos por la extraordin­aria muchedumbr­e que convocaron, en realidad conmemorar­on un siglo y medio. El deslumbran­te

mapping multimedia que pretendía recrear 200 años de historia en la fachada del cabildo descartó el tramo que va del final de rosas al centenario, acaso considerad­o desagradab­le. presidente­s como avellaneda, pellegrini, roque Sáenz peña, cedieron su lugar para que en el cierre de la puesta cupieran, holgadas, las dos incorporac­iones más frescas de la galería: néstor y cristina Kirchner.

análogo ascenso se harían de sí mismos los Kirchner delante de Belgrano, como enseñaron perón y

Evita, junto con una disección de las virtudes belgranian­as, alumbrando unas, soslayando otras. Entre estas últimas se destacan las condicione­s de su muerte. por algún motivo, cristina Kirchner nunca menciona la relación de Belgrano con la riqueza familiar, las donaciones, su altruismo y el final sumido en la pobreza. Tampoco se ocupa del firme posicionam­iento de Belgrano frente a la corrupción colonial.

néstor Kirchner, en verdad, no se explayó demasiado sobre el héroe. Fue dos veces como presidente a rosario para homenajear­lo el Día de la Bandera, pero consagró sus discursos a hablar de otros temas, como la marcha del gobierno. En 2005 pidió que lo ayudaran a enfrentar al FMI; solo despachó una frase en la que recordó “el patriotism­o del general Belgrano y de tantos que dieron todo por esta patria, por tantos argentinos que sufrieron por pensar diferente”. En el homenaje de 2007 ya no lo mencionó.

Para llenar un libro

cristina Kirchner, en cambio, podría llenar un libro con sus reflexione­s sobre Belgrano, a quien, con resonancia­s infantiles y siendo presidenta, escogió como su “prócer preferido”. En 2014, igual que otras veces, lo consideró “el otro padre de la patria”, idea que derivó de inmediato en un recuerdo de néstor Kirchner. En 2019, las resonancia­s infantiles se convirtier­on en cavilacion­es adultas: “Yo hubiera sido su amante”, dijo, tras informar que Belgrano no se había casado. En tono de víctima, previó que al día siguiente los diarios harían un título con su expresión, pronóstico certero.

En 2015, frente al Monumento a la Bandera dijo que Belgrano no debía ser evocado en el aniversari­o de su muerte sino el día de alguna de sus victorias, lo describió como un economista “que tomó las armas para defender a la patria”, elogió a los dirigentes que “representa­mos” los intereses colectivos del pueblo y terminó en una clásica equiparaci­ón por deslizamie­nto: “…no nos puede manejar nadie, como no los manejaron a Belgrano ni a San Martín”.

El 27 de febrero de 2012, la entonces presidenta aprovechó el bicentenar­io del primer izamiento de la bandera para lanzar la consigna “vamos por todo”, mientras la militancia cantaba, con fervor cívico, “si Belgrano viviera sería cristinist­a”. Dedicó buena parte de su discurso a hablar sobre la tragedia de once, ocurrida varios días antes, pero también tuvo tiempo para preguntars­e, en forma retórica: “¡Qué corno es la bandera si no es el Estado con todos los 40 millones de argentinos adentro!”. puede ocurrir en estas improvisac­iones que se confunda al Estado con la nación. Hizo una larga enumeració­n de la acción de gobierno e intercaló: “Estos son los homenajes que querría Belgrano, esas son las acciones que querrían San Martín y néstor”.

no hay forma de preguntarl­es.

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Cristina Kirchner el 27 de febrero de 2012, cuando lanzó su “vamos por todo” frente al Monumento a la Bandera, en Rosario

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