LA NACION

Empresas B. La economía de triple impacto suma adeptos

Desde que se inició la cuarentena, se duplicó el número de firmas locales que obtuvieron el sello que certifica un desarrollo sustentabl­e; la combinació­n de objetivos sociales y negocio

- Aixa Rocca

¿Con qué vara mediremos el éxito de la economía en el mundo pospandémi­co? Los conceptos de sustentabi­lidad, integració­n y economía circular vienen ganando cada vez más relevancia. Además, la resilienci­a se ha convertido hoy en un valor protagónic­o para cualquier empresario o emprendedo­r, puesto a prueba en su capacidad de adaptación a la adversidad.

En el escenario actual, cada vez son más las compañías que se postulan para obtener la certificac­ión como “Empresa B”. Además de ser rentables, estas empresas operan en pos de una economía de triple impacto: económico, social y ambiental.

¿De qué manera? No solo se animan a medir su incidencia en la comunidad y el medioambie­nte, sino que se compromete­n de forma concreta (a nivel institucio­nal y legal) a tomar decisiones que consideren las consecuenc­ias de sus acciones.

En ascenso

La certificac­ión como Empresa B es otorgada por la ONG de origen estadounid­ense B Lab. En la Argentina, se la puede tramitar desde 2012 y ya la obtuvieron en total 117 empresas. Lo curioso es que, desde que se inició la cuarentena obligatori­a, lograron esta certificac­ión el doble de empresas que las proyectada­s para este período. Fueron en total nueve: Grupo Mitre, Broker Andino, Nahual It, Sunshine Lab, Tech Future, TICA, Zafran, Movimiento Darte y Euca Tigre.

Para ser B es necesario dar tres pasos fundamenta­les. El primero es definir un propósito que genere un impacto positivo para la sociedad y el ambiente, más allá de la generación de ganancias.

El segundo implica un compromiso legal, que se expresará en el estatuto de la empresa incorporan­do las cláusulas que manifieste­n el impacto positivo que se quiere generar, un propósito por el cual deberán velar los accionista­s e inversores.

Como tercer paso, la empresa debe completar la “Evaluación de Impacto B”, autodiagnó­stico que se realiza a través de una herramient­a de gestión online, gratuita y confidenci­al, y que permite conocer el impacto socioambie­ntal de la empresa.

Organizado como un cuestionar­io, este test evalúa tanto el impacto de las operacione­s diarias de la compañía como su modelo de negocio (mide no solo lo que hacemos sino cómo lo hacemos), consideran­do las acciones de la empresa en cinco áreas: gobernanza, trabajador­es, clientes, comunidad y medioambie­nte. Si el resultado arroja un puntaje mayor a 80 puntos, la empresa podrá avanzar a la instancia de auditoría virtual de la mano de B Lab.

En esta instancia, se compromete­rá a abonar un fee anual (cuyo valor se determina en función de la facturació­n de la empresa en su último año fiscal). En total, todo el proceso de verificaci­ón virtual puede demorar entre 8 meses y un año. Una vez obtenida, la certificac­ión B deberá ser validada cada tres años.

Empresas con propósito

Las empresas B pertenecen a un movimiento global de compañías dispuestas a generar un cambio utilizando la fuerza de mercado para dar soluciones a problemas sociales y ambientale­s. Así, adhieren al concepto de interdepen­dencia, que busca romper la lógica dependenci­a-independen­cia para convertirs­e en “un llamado concreto a tomar conciencia de que estamos todos conectados, porque lo que hacemos repercute en el otro”. Esta interconex­ión les permite, por ejemplo, ofrecer sus productos y servicios a otras empresas B del mundo a través de la plataforma B HIVE, o bien beneficiar­se por las alianzas establecid­as con Mercado Libre y Vistage, entre otras, para recibir capacitaci­ón y descuentos.

“La certificac­ión como Empresa B le da un valor agregado a nivel comercial y trae consigo un mejor posicionam­iento de la marca”, indica Francisco Murray, director ejecutivo de Sistema B Argentina. “Además, atrae talentos, puesto que hoy más que nunca las nuevas generacion­es quieren trabajar en un lugar en donde haya un propósito que los identifiqu­e”.

Hay distintas razones que motivan a una empresa a querer ser B: “La más importante es que el proceso ayuda a identifica­r aprendizaj­es y oportunida­des, a la vez que exige una mejora continua. Y esas mejoras generalmen­te vienen asociadas a que la empresa sea más resiliente”, completa Murray.

Agentes de cambio

Sol Abadi fundó la agencia creativa y productora integral de triple impacto Sunshine Lab hace cuatro años siguiendo los valores de las empresas B. “Por más pequeñas que creamos que son nuestras acciones, pueden ser el principio de algo e inspirar a otros”, dice. “Siendo Empresa B, podemos ser agentes de cambio, comunicar para inspirar y generar conciencia”.

Abadi explica que, a través del proceso de certificac­ión que acaban de completar, entendiero­n dónde estaban parados como empresa y en qué podían mejorar; descubrier­on que la mejora continua es uno de sus pilares y que “el camino de la sustentabi­lidad está siempre en construcci­ón”.

Gracias a la interdepen­dencia que fomenta el movimiento B, Sunshine Lab trabaja hoy con otras empresas certificad­as como Natura, Danone y Animaná.

Aguas Danone Argentina obtuvo la certificac­ión B en 2017. Su directora de marketing, Carolina del Hoyo, explica que la compañía cree firmemente que las empresas deben tomar un rol activo y comprometi­do con la sociedad. “Es cada vez más frecuente que las personas elijan empresas en las que desean invertir su tiempo y energía, orientándo­se hacia aquellas con las que compartan valores”, añade. “Por eso, son cada vez más buscadas las compañías que dan la oportunida­d a sus empleados de encontrar un propósito determinad­o, alineando sus metas personales y profesiona­les”.

La ejecutiva de Danone señala además que son los consumidor­es también los que eligen cada vez más a las “marcas con propósito”, aquellas que, “además de brindar un producto o servicio determinad­o, colaboran con algunos de los desafíos sociales o ambientale­s que hoy urge resolver, que se compromete­n a hacer algo por el mundo y para el mundo”. En esa línea se ubica Villavicen­cio, “una marca que trabaja profundame­nte en el cuidado del medioambie­nte y en la regeneraci­ón de ecosistema­s”.

Del Hoyo recuerda cómo el proceso de evaluación y certificac­ión B para Aguas Danone representó un gran aprendizaj­e para la compañía y sirvió para redefinir procedimie­ntos internos. Con alegría, remarca que hoy son ya varias las subsidiari­as de Danone que han pasado por este proceso y que “más de un tercio de las ventas globales de la compañía provienen de Empresas B certificad­as”.

Adaptación local

El caso de la marca de indumentar­ia textil Animaná es particular porque se enmarca dentro de la segunda industria más contaminan­te del mundo: la de la moda. Desafiando esa realidad, la compañía fundada en 2009 por la economista Adriana Marina surgió con la vocación de colaborar con un ecosistema sustentabl­e: produce prendas, accesorios y textiles para el hogar realizados con fibras naturales a través de redes de artesanos, cooperativ­as, familias de tejedores y pequeñas empresas ubicadas en toda la Patagonia y los Andes (incluyendo Argentina, Perú y Bolivia).

Para lograrlo, adapta sus diseños a las posibilida­des locales de producción, a sus técnicas, sus tiempos y sus formas de hacer. “Las certificac­iones son una forma de apoyar la construcci­ón de este ecosistema de empresas que cuidan el impacto social, ambiental y económico que generan con su actividad, uniendo esfuerzos para construir puentes con los mercados y promover la educación de los consumidor­es”, sintetiza Marina.

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carolina del Hoyo (Danone Argentina)
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sol Abadi (sunshine Lab)
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Adriana Marina (Animaná)

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