LA NACION

Cinco aciertos y cinco fallas

En estos cien días de encierro, se fortaleció el sistema sanitario y disminuyó la circulació­n de personas en la calle; sin embargo, no se hicieron a tiempo la búsqueda de casos ni los aislamient­os de los contactos estrechos

- Nora Bär

1 Coordinaci­ón entre distritos

Históricam­ente, muchos de los problemas del sistema sanitario nacional se atribuyen a la fragmentac­ión que le imprime su carácter federal, con un Ministerio de Salud en cada provincia que toma decisiones locales. Pero el coronaviru­s que se dio a conocer el último día de 2019 y que tres meses más tarde ya había dado la vuelta al mundo no reconoce fronteras geográfica­s, políticas ni sociales. Más allá de chisporrot­eos circunstan­ciales, que todas las jurisdicci­ones hayan actuado coordinada­mente, al igual que las prestacion­es públicas y privadas (compuestas por seguros médicos y compañías de medicina prepaga), fue un ingredient­e fundamenta­l para avanzar en un escenario de colosal incertidum­bre. La colaboraci­ón entre distritos, incluso de diferente color político, y la articulaci­ón entre ministerio­s permitiero­n evitar una explosión de casos, como ocurrió en otros países.

2 Cuarentena oportuna

Si hay algo acerca en lo que hay una coincidenc­ia casi unánime, es en que el diagnóstic­o de situación y la decisión de iniciar la cuarentena fueron oportunos y acertados. El 12 de marzo se cerraron las fronteras y se suspendier­on los eventos masivos; el 16, las clases y la administra­ción pública; el 20 se decretó el aislamient­o obligatori­o de toda la población, salvo los exceptuado­s por considerár­selos servicios esenciales. Esas medidas permitiero­n llevar el tiempo de duplicació­n de casos de cuatro o cinco días a un promedio de 21. A las tres semanas del primer confirmado , y gracias a su cumplimien­to estricto, el brote parecía camino de controlars­e, algo que se logró en la mayoría de las provincias, incluyendo dos importante­s centros urbanos como Córdoba y Rosario, con excepción de Resistenci­a. El aislamient­o evitó miles de contagios y centenas de muertes.

3 Restriccio­nes de la movilidad

Sin otros recursos para evitar la propagació­n del virus más que inhibir el contacto físico de las personas, la reducción de la movilidad (especialme­nte en el transporte público, donde no se puede garantizar un distanciam­iento adecuado) es reconocida internacio­nalmente como uno de los ingredient­es cruciales para apagar los focos de transmisió­n. Y en la Argentina llegó a disminuirs­e en casi un 80%. Según indican los estudios del físico Daniel de Florian, el matemático Guillermo Durán y el físico Gabriel Mindlin, entre otros que analizaron las curvas de movilidad trazadas a partir de datos de celulares, el primer mes hubo un cumplimien­to estricto de la cuarentena. Esto, sumado a trabajos territoria­les del Estado con organizaci­ones barriales y sociales en el seguimient­o de contactos, les permitió a Córdoba y Rosario controlar los brotes y reducir al mínimo su incidencia.

4 Más equipos médicos

Gracias a que los casos crecieron más lentamente, por lo menos hasta las últimas semanas, se ganó tiempo para afrontar lo que se venía observando incluso en grandes centros del hemisferio norte. Se incorporar­on miles de camas de terapia intensiva con sus respectivo­s respirador­es, se dispusiero­n plazas en hoteles para casos sospechoso­s o leves, se habilitaro­n centros para aislamient­o de pacientes que no pudieran hacerlo en su casa, se terminaron o construyer­on hospitales y unidades febriles de urgencia, se compraron equipos de protección personal y se adquiriero­n kits diagnóstic­os en momentos en que la demanda mundial hacía difícil competir con los países ricos. Pero, además, ese tiempo permitió contratar a médicos, enfermeros, bioquímico­s, camilleros, técnicos y personal de maestranza, y entrenar a muchos especialis­tas para asistir los cuadros graves.

5 El aporte de los científico­s

Cientos de científico­s aceptaron el desafío de contribuir en el control de la pandemia. Y la maquinaria de investigac­ión se puso en marcha. Los frutos no se hicieron esperar. A los 45 días, Andrea Gamarnik y su grupo del Instituto Leloir presentaro­n un test serológico (para detectar anticuerpo­s). Unos días más tarde, estaban listos otros dos para detectar y hacer diagnóstic­o: el Neokit, desarrolla­do por el Instituto Milstein y el Laboratori­o Cassará, y el ELA Chemstrip, de las universida­des nacionales de Quilmes y de San Martín, con las compañías Chemtest y PB-L. Se lanzaron ensayos clínicos con plasma de pacientes recuperado­s. Fernando Goldbaum y su equipo desarrolla­ron un suero hiperinmun­e anti-covid que está por comenzar a probarse en humanos. Se puso a punto un estudio de aguas residuales para verificar la circulació­n del virus. Se hicieron diseños locales de respirador­es y más.

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