Del consenso generalizado a la polarización, cómo varió la imagen de Fernández
Según las encuestadoras, el Presidente alcanzó una cima de 80% de adhesión entre marzo y abril, al inicio de la cuarentena; el apoyo bajó a partir del cansancio de la gente y de medidas como el intento de expropiar Vicentin
La cuarentena provocó una situación inédita en la opinión pública que no se veía desde hacía por lo menos 15 años en la Argentina. Pero duró poco. El 20 de marzo, cuando se decretó el aislamiento, la imagen de Alberto Fernández inició una escalada que lo dejó en niveles tan altos que lo apoyaban hasta quienes habían votado a Mauricio Macri en las elecciones presidenciales. ¿Ya no había más grieta?
El consenso generalizado para reducir al mínimo la circulación y evitar la propagación del coronavirus generó, aseguran los analistas, una suerte de ilusión de que habían quedado atrás años de divisiones aparentemente indisolubles en la sociedad. Abonaban esa nueva tendencia la predisposición del Presidente al diálogo con la oposición, el aprovechamiento de su experiencia como docente para explicar los alcances del virus con cierto dejo paternalista y aparentes señales de que su presidencia iba a ser moderada, alejada de expresiones del kirchnerismo duro.
Sin embargo, a poco de cumplirse 100 días de la cuarentena, la foto ya no es la misma y el Presidente ya no tiene aquellos niveles de popularidad que se asemejaban a los de los primeros años de Néstor Kirchner. El anuncio del plan para expropiar Vicentin, las salidas masivas de presos alentadas desde algunos sectores del Gobierno, los enojos cada vez más frecuentes de Fernández y las sospechas de una mayor influencia de Cristina Kirchner en las decisiones del Gobierno empujaron esa percepción del liderazgo de Fernández por una pendiente que –de acuerdo con los analistas consultados por la nacion– todavía no se aplanó. Las consultoras muestran que la imagen presidencial rondaba el 80% en promedio a fines de marzo, pero en los informes más recientes ese porcentaje bajó, con algunas variaciones, al 65%. En ese mismo tiempo también creció con fuerza la imagen negativa.
Aunque está en caída, la imagen del mandatario se mantiene en niveles superiores a los que mantuvieron sus predecesores más recientes cuando cumplieron los seis meses de gestión. La gestión de Fernández, marcada por la lucha contra el coronavirus, todavía conserva parte del apoyo entre votantes opositores.
“Parte de la morigeración en la valoración del Presidente es por algún resurgimiento de la grieta, pero no con la intensidad que habíamos visto en los últimos años”, explica Federico Aurelio, director de la consultora Aresco.
El último informe de la encuestadora, del 20 de junio, indica que Fernández cuenta con un 65,2% de imagen positiva. En las primeras semanas de la cuarentena, la valoración se había disparado desde el 53,3% al 79,7%. La curva, sin embargo, entró en una etapa descendente a mediados de abril. La fecha coincide no solo con la extensión del aislamiento, sino también con la fuerte polémica que se generó tras la autorización para que los presos que integren grupo de riesgo frente al coronavirus puedan ser beneficiados con la prisión domiciliaria.
En el mejor momento de valoración de Fernández, la imagen negativa era apenas del 16%. La última medición de Aresco registró un rechazo del 32,5%. El sondeo señala como factores determinantes de la nueva foto el cansancio de la cuarentena.
Las reiteradas extensiones de la cuarentena también tuvieron su impacto en la valoración sobre cómo el Presidente manejó, puntualmente, la crisis del coronavirus. La última encuesta de Poliarquía, por ejemplo, muestra una aprobación mayoritaria del 66% de las medidas adoptadas, pero esa cifra está 18 puntos debajo del 84% que exhibió en el pico del apoyo, entre el 10 y el 16 de abril. Desde esa fecha la curva también comenzó a descender con algunos altibajos al igual que la imagen positiva de Fernández. En la última medición, del 18 de junio, la aprobación de las medidas recuperó tres puntos.
La desaprobación de las medidas está hoy en el 25%, apenas un punto por debajo del 26% que no valoraba la gestión en los días previos al inicio de la cuarentena. Se trata del mayor nivel de rechazo desde que comenzó el aislamiento.
La caída en la imagen del Presidente marca, en palabras del politólogo Marcos Novaro, una salida de la “segunda luna de miel” de Fernández. El mandatario cuenta con una valoración variable que recibió un primer impulso tras llegar a la Casa Rosada –un fenómeno común en los nuevos gobiernos por la expectativa que generan– y un segundo espaldarazo, más fuerte, cuando decretó la cuarentena. Pero ese respaldo generalizado que envolvió a la administración de Alberto se enfrentó con un shock, sostiene Novaro.
“Hubo un shock de confianza el 20 de marzo con su intervención oportuna. Pero eso se empezó debilitar hasta que llegó el 8 de junio, el shock de desconfianza”, dice el politólogo, en referencia al anuncio de la intervención y posterior expropiación de Vicentin. Novaro agregó: “Después hubo una caída muy abrupta de la gente que cree que Alberto tiene un estilo propio. Se pegó a Cristina y no se lo diferencia. Se radicalizó”.
En ese plazo, el Presidente exhibió además un giro en su discurso y una transformación en su estilo de liderazgo, de uno más conciliador a otro más asertivo. Así lo describe Ana Iparraguirre, politóloga y directora de Dynamis Consulting: “Con la pandemia parecen resurgir liderazgos deliberativos, cálidos y empáticos, como el de Jacinda [Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda] o basados en la ciencia y los datos, como el de Angela Merkel. Son menos asertivos en el sentido de ‘yo te digo para dónde ir’ y buscan puntos de apoyo en contextos de incertidumbre. Estos liderazgos generan mayor recepción en la opinión pública”, describe Iparraguirre. Y agrega: “Hace unas semanas el de Fernández era un liderazgo parecido. A medida que empezó a complicarse la situación y puso en la agenda componentes problemáticos, empezó a aparecer un Alberto más aseverativo, que se pelea con periodistas e introduce temas polarizantes”.
Si bien Fernández no logró mantener los niveles altos de aprobación desde abril, todavía mantiene una “base de sustentación con actores de la oposición”, señalan en Isonomía. La consultora, que mantiene sus números en reserva, también registró una “tensión” en la imagen presidencial, pero destaca un atributo que todavía alimenta el apoyo: la noción de “cuidado” de los argentinos.
Los números muestran que la preocupación creciente por el futuro de la economía, dinamitada por el impacto del aislamiento y el arrastre de una crisis que ya lleva dos años, comenzó a sentirse no solo en la imagen presidencial, sino también en el apoyo a la cuarentena.