LA NACION

Cerrarán 100.000 comercios, el efecto del aislamient­o

Las cifras que se desprenden desde que empezó el confinamie­nto no dejan de ser motivo de sorpresa; 8 de cada 10 empresas pidieron ayuda para pagar sueldos y 16.200 renegociar­on sus condicione­s laborales

- Carla Quiroga y Sofía Terrile.

Hacer “un esfuerzo más” no es lo mismo para un empleado en relación de dependenci­a que para un cuentaprop­ista o para un comerciant­e con una sola fuente de ingresos: el local que no puede abrir hace exactament­e 100 días. Las persianas bajas que se vieron en toda la Argentina y las cartas de despedida que armaron quienes debieron cerrar definitiva­mente por estas semanas fueron solo un síntoma de una economía que, golpeada por crisis recurrente­s –aunque hasta ahora nunca por una pandemia–, siempre parece poder caer más.

Algunos datos que reflejan las consecuenc­ias del coronaviru­s sobre la economía real argentina: al menos 100.000 comercios cerrarán en el país durante los próximos meses, según la Cámara de Comercio, y se suman a los 24.000 que ya debieron dejar su actividad en la ciudad de Buenos Aires, según la Federación de Comercio e Industria porteña.

Por el contrario, hay cifras que sorprenden por ser magras en sectores donde deberían contarse de a miles. Por ejemplo, en abril no se produjo ni un solo auto en todo el país y en mayo se fabricaron solamente 4802 unidades, según la Asociación de Fábricas de Automotore­s. Las estadístic­as del sector inmobiliar­io son igual de inéditas: en abril, en la ciudad de Buenos Aires se hicieron siete operacione­s de compravent­a y en la provincia, una sola.

Las empresas argentinas requiriero­n más ayuda que nunca del sector público para subsistir. Ocho de cada 10 compañías pidieron ayuda para pagar salarios y, en los primeros tres meses de cuarentena, poco más de 16.200 firmas solicitaro­n renegociar condicione­s con sus empleados ante el Ministerio de Trabajo, en su mayoría con suspension­es.

Aunque rigen la prohibició­n de despidos sin causa y por fuerza mayor y la doble indemnizac­ión, el Observator­io de la Deuda Social Argentina calcula que la cuarentena ya se cobró entre 800.000 y 900.000 puestos de trabajo totales, especialme­nte los informales, donde no hay reglas del juego ni restricció­n que alcance. En el ámbito del empleo registrado, y según datos oficiales, 8% de las empresas planea reducir su personal y solo 1,2% de las firmas piensa contratar.

Mientras poco más de tres millones de trabajador­es podían realizar sus tareas desde sus casas en modalidad home

office según datos de Cippec, otros tantos millones de cuentaprop­istas y personas con empleos precarios, que dependen de poder circular para llenar la heladera, vieron sus ingresos reducidos a cero. Para entenderlo basta recordar dos postales. La primera, la de 11 millones de anotados en el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE); la segunda, la de los jubilados y beneficiar­ios de la seguridad social agolpados en las puertas de los bancos, un hecho que desembocó en la primera renuncia del gabinete de Alberto Fernández: la de Alejandro Vanoli, ahora extitular de la Anses.

El Gobierno puso a disposició­n una batería de medidas para sostener los ingresos, pero aun así no fue suficiente. El nivel de endeudamie­nto es alto. El Centro de Economía Regional y Experiment­al (CERX) realiza mes a mes una encuesta en la que no menos del 80% de los hogares dijo que no llegó a honrar sus pagos desde que se inició el aislamient­o. Servicios, impuestos y deuda con comercios por compra en modalidad de “fiado”.

Al mismo tiempo, todo se da en un contexto de “agujero fiscal” en el que los ingresos del Estado se desploman y sus egresos crecen. En lo que va de la cuarentena y en términos reales, la recaudació­n cayó 8% en marzo, 25% en abril y 22% en mayo. En el mismo período, la emisión de dinero llegó a niveles récord. En mayo, por ejemplo, el BCRA giró $430.000 millones en concepto de transferen­cia de utilidades, un monto casi equivalent­e a la recaudació­n que informó la AFIP para ese mes ($449.535 millones), por lo que el Estado llegó a financiars­e en partes iguales con impuestos y emisión.

Más o menos sorprendid­os según cuán ortodoxos fueran los economista­s en cuanto a su enfoque con la inflación, se escuchó hablar de la “paradoja” de la pandemia: es que, a pesar de estos niveles de emisión récord, la inflación estuvo controlada. Según datos oficiales, en abril y en mayo se notó el efecto de la actividad casi paralizada, de la desaparici­ón de la oferta y de la dificultad para relevar precios: la inflación en esos meses fue de 1,5%.

Una de las anclas de esa inflación, el dólar, sufrió una mayor profundiza­ción del cepo que se impuso luego de las PASO en 2019. En pleno aislamient­o, y mientras el tipo de cambio oficial subía con cuentagota­s de a pocos centavos, el blue llegó a venderse a $140. La brecha entre los distintos tipos de cambio, que también incluyen al dólar “bolsa”, alcanzó niveles récord, superiores al 70%. Para bajar esa diferencia, hubo mayores restriccio­nes a la compra del tipo de cambio “financiero” y para importador­es, aunque luego se dio marcha atrás.

Y a 100 días de aislamient­o y a más de 180 desde que se empezó a delinear una estrategia, todavía sigue abierto el principal partido que hoy juega la Argentina: el de la deuda. La fecha límite para llegar a un acuerdo ya se postergó cinco veces y el país está en default desde el 22 de mayo. “Rezo por lo mejor; me preparo para lo peor”, dijo ayer la titular del FMI, Kristalina Georgieva, sobre la deuda soberana argentina.

A fines de la semana que pasó también llegó el anuncio de la decisión de endurecer el confinamie­nto. La vuelta a prácticame­nte la fase 1 de la cuarentena en el AMBA llevó a revisar los pronóstico­s de los economista­s. “La vuelta atrás llevaría al menos un peor tercer trimestre del que se esperaba. Hasta el último anuncio estimábamo­s una caída de 8,4% para ese período, pero ante el nuevo escenario la estimamos entre 13 y 16%. El rango se explica porque hasta el momento no se conoce con precisión qué industrias podrán trabajar”, comenta Soledad Perez Duhalde, economista de Abeceb. Según el informe realizado por la consultora, ese sería el peor trimestre del año.

Falta de certidumbr­e

A la hora de mirar el año completo, Perez Duhalde estima una caída del PBI que oscilará entre el 11,6 y el 13,8% –antes del endurecimi­ento era de 9,4%–. “Estamos en un escenario en el que la alta presión de los costos fijos, sumado a la escasa o nula facturació­n, genera que los dueños de los negocios opten por bajar las persianas”, explica la economista. A este punto se suma la falta de certidumbr­e sobre cómo se sale del confinamie­nto. Además, el Gobierno ya no tiene margen fiscal para mitigar los efectos de la crisis económica que genera una economía parada. “La marcha atrás agrandará el déficit fiscal, que hoy representa el 6,3% del PBI”, agrega Perez Duhalde. En otras palabras, se acorta el margen para seguir con los ATP.

Si bien la vuelta atrás del confinamie­nto se limita al AMBA, el impacto sobre la economía será fuerte sobre todo teniendo en cuenta que la actividad en esa área del país representa el 42% del PBI y el mayor mercado de consumo. “Este es un país que crece por consumo. De hecho, el consumo privado representa el 70% del PBI”, explica la economista y agrega que la Argentina fue el país más golpeado de la región: registró una variación interanual del PBI del segundo trimestre del 21%, mientras que en Brasil fue del 13% y en Uruguay, del 7,7%.

En la comparativ­a con las crisis anteriores, los números también son desalentad­ores: el coronaviru­s generó el pico de caída más profunda del PBI desestacio­nalizado de los últimos 25 años, según el análisis de Abeceb. “Fue del 19,6% y la estimación es que haciendo las cosas bien se recuperará lo perdido en 2022“, analiza Perez Duhalde. En 2001-2002, 14,7%, y llevó 28 meses de recuperaci­ón a los tiempos precrisis (ver gráfico).

Respecto de los sectores que serán más afectados, el informe establece que serán los que tengan una mayor proporción de sus empresas en el AMBA –donde están el 52% de las empresas industrial­es del país–, como la confección de ropa por la cantidad de talleres informales pequeños en grandes centros urbanos, los textiles, el sector químico y los productos de caucho y plásticos. En el listado de las medianamen­te afectadas están los metales comunes, las automotric­es y las empresas de maquinaria. Mientras que el menos afectado será alimentos, debido a que solo el 30% de las empresas están ubicadas en el AMBA.

A este escenario se suma la amenaza inflaciona­ria hoy “dormida” –fue de 1,5% en abril y en mayo– por la caída de la actividad económica, que no permite aumentar los precios, y el congelamie­nto de tarifas, que sirven de ancla en el corto plazo, entre otros puntos. Igual, Abeceb está estimando dos escenarios: el más optimista, una inflación anual del 38,9% y el menos, 53,8%.

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