Conurbano. Más circulación en las calles y comercios en crisis
Es alto el incumplimiento del aislamiento en algunos distritos bonaerenses; lo la nacion comprobó en recorridos por una misma zona de La Matanza en marzo y otro hace dos días
Hace cuatro años que Gladys vende panchos en un puesto frente a la estación de Laferrere, en La Matanza. “Uno por 40 pesos, dos por 70, en ningún lado conseguís este precio”, dice con orgullo parada detrás de un plástico transparente que recubre su carrito. Lleva guantes y barbijo. En un día normal, en el centro comercial que se despliega sobre la avenida Luro, Gladys vendía más de 60 panchos. Por la cuarentena, su puesto estuvo cerrado hasta mayo y, una vez que pudo abrir, la poca circulación de gente le complicó el negocio. En el último mes vendió entre 6 y 8 panchos por jornada.
Hoy tiene la esperanza de poder vender más: es día de pago del IFE y todos los bancos cercanos tienen una fila que serpentea sobre la vereda y se extiende por más de una cuadra. Las calles de Laferrere están activas. Si todos se quitaran las máscaras y los barbijos, podría resultar una mañana cualquiera antes del coronavirus.
En la puerta de los bancos, mujeres con pechera de la municipalidad rocían con alcohol las manos de quienes ingresan a cobrar. También caminan entre la fila y reniegan para lograr que la gente cumpla con el distanciamiento social. Alrededor, algunos manteros despliegan mercadería. Venden anteojos, carteras, medias. Buscan, como Gladys, tener un poco de suerte.
Definitivamente es un panorama mucho más concurrido que el que vio la nacion cuando visitó la misma zona hace tres meses, al comienzo de la cuarentena. Entonces, en plena fase 1, solo circulaban colectivos, las calles estaban vacías y los únicos comercios abiertos eran los esenciales.
La provincia de Buenos Aires acumula más de 23.000 contagiados de coronavirus. La Matanza, el municipio más populoso del conurbano, reportó hasta el comienzo de esta semana 3180. Es el municipio con más casos, aunque en tasa de contagios cada 100.000 habitantes (139) está por debajo de, por ejemplo, Avellaneda (426) o San Martín (225).
Sin embargo, el martes pasado, después de una reunión con infectólogos, el intendente Fernando Espinoza reconoció que el movimiento en la calle está potenciando los contagios. “Vemos que un porcentaje importante de vecinos sale a la calle y no cumple con el aislamiento social”, dijo Espinoza.
“Estuvimos un mes cerrados y ahora volvimos a abrir, pero solo medio día. Mantuvimos los precios iguales e incluso los bajamos para atraer clientes, pero estamos vendiendo poco más de la mitad que antes”, cuenta Alan, dueño de una artística que atiende junto a su novia y a una empleada. “Si tenemos que volver a la fase uno, directamente no puedo laburar. Puedo tener entrega a domicilio, pero no me alcanza. No sé qué voy a hacer”, contesta, anticipándose a un eventual endurecimiento del aislamiento. Para cumplir con el protocolo Alan tiene una soga cruzada en la puerta para que nadie pase y la cortina metálica del local subida hasta la mitad.
En las principales arterias de Laferrere los locales comerciales se dividen en dos: aquellos con las persianas cerradas definitivamente y otros que tienen carteles escritos a mano con marcador en las vidrieras con las instrucciones para seguir los protocolos de seguridad o para comprar a través de Facebook o Instagram. En varios la leyenda “liquidación por cierre” busca atraer a potenciales compradores con ofertas finales.
Unas calles más adentro, Miguel limpia el mostrador del bodegón en el que trabaja. El lugar está vacío y todas las sillas están sobre las mesas. El menú está desplegado en pizarrones: sirven chivito, ancas de rana y hasta carne de yacaré, pero con la llegada de la pandemia solo venden pizzas y empanadas a domicilio”.