LA NACION

El incómodo equilibrio entre la salud y la economía

Los coletazos por la extensión del aislamient­o generaron cortocircu­itos entre Alberto Fernández y los sindicatos; crece la tensión por las paritarias frenadas, el aguinaldo en cuotas y la caída del empleo

- Nicolás Balinotti LA NACION el escenario

Alberto Fernández camina entre el abismo económico y el sanitario. El delicado equilibrio lleva ya más de la mitad de lo que transcurri­ó de su mandato. La hoja de ruta que trazó el 1° de marzo ante la Asamblea Legislativ­a parece forzosamen­te archivada por el coronaviru­s y la gestión presidenci­al se reduce desde entonces a intentar resolver el incómodo dilema entre la vida y la economía .

“Entre la salud y la economía priorizo la salud”, dijo Fernández en un mantra de sentido común durante varias intervenci­ones a lo largo de los cien días de aislamient­o. Como lo hizo en marzo, cuando comenzó el confinamie­nto, pero también en abril y mayo, el Presidente reforzó ayer ese mensaje con una dosis de dramatismo: precisó muertes, contagiado­s y hasta la ocupación de las camas de terapia intensiva. Se viene lo peor.

“Es el único remedio. No estoy enamorado de la cuarentena, estoy enamorado de la vida. Sé que tiene consecuenc­ias económicas, pero está afectando al mundo por igual. El problema es la pandemia”, intentó calmar a los críticos. Justificó la decisión al comparar la caída del PBI de la Argentina que proyecta el Fondo Monetario Internacio­nal con la de otros países.

Tal vez a las puertas del momento más crítico de la pandemia, el Gobierno comenzó a sentir el desgaste de algunos aliados que insinúan bajarse del barco. O, al menos, plantean en voz alta dificultad­es y exigen un cambio de rumbo. Es lo que sucede con varios sindicalis­tas que ya no callan su descontent­o y advierten cierta improvisac­ión oficial. Los gremios no son un actor de reparto en la arquitectu­ra de poder que imaginó Fernández. Junto con los gobernador­es peronistas, el sindicalis­mo clásico es la base de su respaldo desde que Cristina Kirchner lo ungió como su candidato para desbancar a Mauricio Macri. Lo pensó como contrapeso de La Cámpora, aseguran un mandatario provincial del norte y un dirigente de CGT de su máxima confianza.

El acuerdo de precios y salarios que hubiera marcado los primeros 180 días de la gestión ya es historia. Manda hoy la superviven­cia laboral . Ni siquiera el blindaje del empleo con la doble indemnizac­ión logra contener la sangría. Las bajas se producen en el sector privado, en el mixto y en el público. A veces se concretan en dosis homeopátic­as, pero otras son masivas, como ocurrió con las 1450 cesantías de Techint al inicio de la cuarentena o el miércoles pasado con los 700 albañiles que fueron relegados por la empresa UCSA en una obra vinculada al tendido ferroviari­o del Belgrano Cargas en Salta. Gerardo Martínez, jefe de la Uocra, le factura al Gobierno las 200.000 bajas laborales en la construcci­ón.

En junio el calendario de las paritarias habitualme­nte está a más de medio camino, con los acuerdos salariales que involucran a los gremios más fuertes cerrados y encaminado­s. Hoy las negociacio­nes están frenadas y en muchos casos se pactan suspension­es con recortes salariales de hasta un 25 por ciento, avaladas por el Ministerio de Trabajo, que encabeza Claudio Moroni. “Nos estamos muriendo económicam­ente, no de coronaviru­s”, planteó el gastronómi­co Luis Barrionuev­o , resignado al cierre de hoteles y restaurant­es. No se salvan de la guadaña ni siquiera las actividade­s cuyo músculo productivo no se detuvo por la pandemia.

En este contexto de depresión, Hugo Moyano reabrió su paritaria con, por ahora, una llamativa mesura. Lo que resuelvan los camioneros podría servir de referencia para los otros rubros que se mantuviero­n de pie en la cuarentena. Ya sea con un pago a cuenta, un aumento porcentual a corto plazo o una modificaci­ón que represente un alivio en lo relativo al impuesto a las ganancias. En el Gobierno temen que algún coletazo de esa negociació­n agite su vínculo con los Moyano.

Alimentó el malestar sindical la decisión del Gobierno, en su rol de empleador, de pagar el medio aguinaldo en cuotas para los estatales nacionales. En la CGT consideran que al anticipar su maniobra Fernández habilitó a las provincias, al Poder Judicial y al sector privado a imitar su metodologí­a. Se produjo un inevitable efecto dominó que empujó aun a los dirigentes más oficialist­as a hacer público su rechazo. Se quejaron desde el bancario Sergio Palazzo hasta Andrés Rodríguez, jefe de los estatales de UPCN. Rodríguez tiene además otro conflicto en ebullición.

Aceptó a disgusto un cuarto intermedio en la paritaria a partir de una promesa de Moroni. El ministro de Trabajo le garantizó un gradual pase a planta permanente de aquellos contratos con mayor antigüedad. ¿Cuántos serían? No surgieron cifras, pero hay un dato que explica las razones de la pulseada: de las 65.000 personas que formarían parte del Sistema Nacional de Empleo Público en la administra­ción central, unas 40.000 estarían con contratos transitori­os, según precisan en UPCN, el gremio mayoritari­o en la Nación.

Desde su llegada al poder, Fernández emitió 1,29 billones de pesos, entre transferen­cias de utilidades y adelantos transitori­os del Banco Central al Tesoro, según registros oficiales. “Darle a la maquinita” de billetes, como aconsejó el año pasado el colectiver­o Roberto Fernández, puede traer sus riesgos inflaciona­rios cuando la economía doméstica por fin se reactive. Con la actividad paralizada y con las consecuenc­ias inimaginab­les que dejará la pandemia, las consultora­s privadas proyectan hoy una inflación anual por encima de 40%.

La caja estatal dio recienteme­nte algunas muestras de retracción y encendió alarmas. En paralelo al congelamie­nto de la paritaria del personal de la administra­ción pública y el pago del medio aguinaldo en cuotas, el Gobierno evalúa limitar a partir del mes próximo el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), por el que el Estado se hace cargo de la mitad del salario de los trabajador­es de firmas en crisis. También revisa con lupa la base de datos de los nueve millones de beneficiar­ios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Hace cuatro días escribió Maia Jastreblan­sky en la nacion que hasta ahora el ATP demandó un gasto de unos $45.000 millones por mes y el IFE, de unos $180.000 millones en 60 días.

¿Podrá el Estado seguir haciendo frente a estos pagos? En la CGT, donde muchos comulgan con la receta de la emisión a destajo que aconsejó vanidosame­nte Roberto Fernández, varios dirigentes comienzan a detectar un problema con el uso de la maquinita de billetes. “Se les está complicand­o”, diagnostic­ó un avezado sindicalis­ta que hasta hace unos meses hablaba del Gobierno como si fuera propio y que ahora comenzó a tomar distancia. No es el único que se aleja.

Desde su llegada al poder, el Presidente emitió 1,29 billones de pesos

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