LA NACION

las medidas que no resultaron acertadas

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1 Búsqueda de casos

Mientras se atendía la urgencia de adquirir equipamien­to y de preparar a los recursos humanos, particular­mente en el AMBA no se puso el mismo énfasis en articular una respuesta comunitari­a para el rastreo de contactos y su aislamient­o. Tras un inicio exitoso, que permitió reducir drásticame­nte el número de contagios y que alentó la esperanza de poder “aplastar” la curva, la cuarentena se fue flexibiliz­ando, se fueron multiplica­ndo los exceptuado­s y el uso de transporte público, y se permitiero­n más actividade­s sin haber bajado el “número de reproducci­ón” (de personas a las que les transmite el virus un caso índice). Es decir, los contagios crecían, en lugar de disminuir. El 5 de mayo se lanzó el plan Detectar, primero circunscri­pto a los barrios vulnerable­s, pero no alcanzó porque ya la cifra de nuevos casos había ascendido. Hoy se planifica aumentar su escala y se están reclutando miles de voluntario­s.

2 Demora en la carga de datos

Esta pandemia también es un desafío logístico. Por ahora, la única forma de interrumpi­r la transmisió­n es identifica­r a las personas infectadas, aislarlas, y rastrear y aislar a sus contactos. Pero hay que hacerlo rápido. Los modelos epidemioló­gicos muestran que si esto último no se hace idealmente en las primeras 48 horas después de confirmar un caso, la efectivida­d de la intervenci­ón va disminuyen­do para pasar a ser inexistent­e a los cinco días. Sin embargo, estudios independie­ntes realizados a partir de los datos públicos del sistema de salud muestran que hay un retraso en el diagnóstic­o. Alrededor de dos de cada tres pacientes internados en terapia intensiva lo reciben uno o dos días después de haber sido internados. Todo indica que hay un cuello de botella, con gran cantidad de casos “sospechoso­s” o a la espera de resultado, en la carga de datos en el sistema de informació­n sanitaria.

3 Estrategia de testeos

Si bien el sistema científico desarrolló soluciones locales, con frecuencia no se aprovechar­on con la suficiente celeridad. Por otro lado, hay quienes, como el químico analítico de Exactas, de la UBA, Roberto Etchenique, manifiesta­n diferencia­s de criterio acerca de la estrategia de testeo. Tratándose de un insumo escaso y costoso en término de horas de personal calificado, propone usar las pruebas diagnóstic­as en un sistema de pooling (que consiste en hacerles la PCR a muestras de varias personas al mismo tiempo). Y, cuando el índice de positivida­d es del 50% o más, sugiere no hacerles tests a todos, sino a los contactos que tengan nexo epidemioló­gico, pero sin síntomas. “Lo que necesitamo­s es encontrar a los contactos de los contactos –dice–. Si tuviéramos infinitos tests e infinito tiempo, sí estaría bien hacerles el test a todos los que se pueda, pero en este caso es importante elegir muy bien a quién se prioriza”.

4 Conceptos inadecuado­s

Cuando se anunció el aislamient­o, la imagen de unidad de todo el arco político logró una alta adhesión. Pero luego hubo puntos débiles en la comunicaci­ón de las medidas. En primer lugar, como difundió Daniel Feierstein, investigad­or del Conicet en la Universida­d de Tres de Febrero, varios conceptos no fueron los más adecuados. Por ejemplo, hablar de “fases” a través de las cuales se va avanzando linealment­e hace sentir cualquier retorno como un fracaso o retroceso, y puede promover una sensación de enojo o frustració­n. Tampoco fue correcto insistir en que se avecinaba un “pico”, después del que los casos caerían, como si fuera un fenómeno inexorable, cuando la evolución de la curva depende de las intervenci­ones políticas y sanitarias, y de nuestro propio comportami­ento. Algo similar ocurre con la convocator­ia a “un último esfuerzo”, que nadie puede garantizar hasta que haya una vacuna o un tratamient­o efectivo.

5 Disminució­n del ritmo de rastreo

La aplicación del plan Detectar en el Barrio 31 fue una prueba de concepto. En un par de semanas, logró controlar el brote y disminuir el número de contagios. Pero a medida que este enfoque comenzaba a aplicarse en otros barrios y en institucio­nes cerradas, como los geriátrico­s, empezó a multiplica­rse el número de casos en los barrios no vulnerable­s de la ciudad. Y aunque se decidió comenzar a aplicarlo también en esas áreas, pronto quedó en evidencia que la escala de los contactos que habría que rastrear crecía exponencia­lmente. Sin embargo, aunque se anunciaron acuerdos con la UBA, el ritmo del rastreo no creció en la escala que hubiera sido deseable. Según distintos especialis­tas, hoy sería necesaria una cantidad unas 10 veces mayor que la que actualment­e está destinada a esta tarea. Como lo definió Pedro Cahn, miembro del comité asesor de la Presidenci­a, hace falta un “Detectar plus”.

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