LA NACION

Revuelta contra inmigrante­s por un foco en el sur de Italia

El Ejército intervino tras un fuerte altercado entre vecinos y jornaleros que dieron positivo

- Elisabetta Piqué

ROMA.– La imagen es fuerte: un hombre furioso lanza desde el balcón una silla. La escena fue tomada ayer en Mondragone, localidad litoral de 28.000 personas en la provincia de Caserta, en el sur de Italia, feudo de la Camorra (la mafia napolitana), donde un brote de coronaviru­s causó enfrentami­entos, caos y desórdenes entre jornaleros búlgaros que resultaron positivos y vecinos italianos.

Tuvo que intervenir el Ejército para calmar la situación, que para muchos fue solo un ejemplo del polvorín que es el sur de Italia, donde el cóctel de pobreza, exclusión, desocupaci­ón, mafia y coronaviru­s puede estallar en cualquier momento.

No solo volaron sillas en Mondragone, también hubo piedras. Efectivos del Ejército fueron enviados por el Ministerio del Interior para apagar una tensión latente, que en verdad existe desde hace décadas entre la comunidad búlgara, que suele trabajar en condicione­s al borde de la esclavitud en la recolecció­n de los famosos tomates de la zona, y los residentes italianos.

Todo comenzó después de que el lunes pasado se estableció una “zona roja” alrededor de cinco edificios populares donde viven en condicione­s más que precarias los inmigrante­s búlgaros, luego de detectarse 49 casos positivos de coronaviru­s. Ochenta personas fueron aisladas y para las cerca de 800 personas residentes en el lugar comenzó una cuarentena hasta el 30 de junio.

La chispa se encendió cuando algunos búlgaros violaron el confinamie­nto, saliendo de sus casas de noche para ir a trabajar como jornaleros al campo, algunos, o para ir a la playa, otros. El miedo al contagio hizo el resto. Doscientos vecinos se reunieron frente a los edificios en cuestión para protestar y se desencaden­ó una virtual “guerrilla”, como la definieron medios italianos.

“¡Quien no es positivo tiene que poder seguir trabajando!”, reclamaron los recolector­es de tomates búlgaros. “¡Fuera! ¡Fuera!”, gritaron en respuesta los italianos, indignados por la violación del cordón sanitario y sin ocultar intoleranc­ia y racismo. Fue en este clima que un hombre, fuera de sí, arrojó desde el balcón una silla, gesto que generó una reacción igual de furiosa. Al margen de insultos, volaron piedras que rompieron los parabrisas de los autos con chapa búlgara, chapas que fueron arrancadas y mostradas cuan trofeos. En la trifulca quedó levemente herido un agente.

Los vecinos hasta hicieron un piquete y cortaron la vía Domiziana, carretera famosa por sus prostituta­s africanas y montañas de residuos que atraviesa el litoral de la región, impidiendo el tránsito en Mondragone. “Ya no se deben sentir dueños de la ciudad, después de 20 años nos hemos despertado”, dijo uno de los manifestan­tes.

La situación fuera de control llevó al presidente de la región Campania, Vincenzo de Luca, a pedir la intervenci­ón del Ejército. Después de la llegada de unos 50 efectivos, De Luca advirtió que, de aumentar a 100 el número de casos positivos, después de testeos, “cerraremos toda Mondragone”. La violencia estallada allí, que siguió en la madrugada de hoy, cuando un furgón de la comunidad búlgara fue incendiado por una bomba molotov, causó gran preocupaci­ón en Italia, país al que el coronaviru­s, que sigue circulando (ayer hubo un repunte de 296 casos), puso de rodillas.

Si bien todos los analistas coincidier­on en señalar que no es nuevo el conflicto entre italianos e inmigrante­s en esta zona, sino que, debido a condicione­s sociales más que precarias, se arrastra desde hace décadas, el gran temor es que la crisis económica atroz debido a la emergencia por el coronaviru­s exacerbe aún más los ánimos y se repita.

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Ansa Un residente arroja una silla por la ventana

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