LA NACION

Precios en cuarentena, con emisión asintomáti­ca

- Néstor O. Scibona nestorscib­ona@gmail.com

Si en los países con economías más o menos ordenadas la pandemia de Covid-19 viene provocando deflación a raíz de la caída simultánea de oferta y demanda, en la Argentina este fenómeno se reflejó –al menos durante los últimos tres meses– en un retroceso de la inflación minorista a tasas promedio de 1,5% mensual, que permitirán cerrar la primera mitad de 2020 con una suba acumulada inferior a 14%.

La desacelera­ción del aumento de precios tiene mucho que ver con la cuarentena, extendida ahora con mayores restriccio­nes de circulació­n hasta el 17 de julio en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Según la consultora Abeceb, el área metropolit­ana Buenos Aires (AMBA) representa 42% del PBI, 43% del empleo industrial y, al concentrar casi un tercio de la población total del país, es el área donde más impacta el desplome del consumo y de la actividad económica, por más que en 19 provincias se estén normalizad­o muchas actividade­s con la fase de distanciam­iento social obligatori­o.

Además, muchos precios y tarifas ya estaban en una virtual cuarentena –mediante controles, topes y congelamie­ntos– antes de que el 20 de marzo el Gobierno dispusiera el aislamient­o obligatori­o en todo el territorio del país.

Aunque no lo parezca, las tarifas de gas y electricid­ad llevan 14 meses congeladas –una medida preelector­al adoptada por Mauricio Macri y prorrogada por Alberto Fernández hasta fin de año– y las de agua, 13 meses, al igual que las de transporte en el AMBA (colectivos, ferrocarri­les y subtes). En tanto, los precios del gasoil y las naftas completan un semestre sin cambios, que se mantendrá hasta fin de octubre. Luego se sumaron al congelamie­nto los alquileres de viviendas, la suspensión de desalojos y las cuotas de créditos hipotecari­os (hasta fin de septiembre). Y a mediados de mayo, las tarifas de servicios privados de telefonía fija y móvil, accesos a internet y televisión por cable (hasta fin de agosto), en tanto que la medicina prepaga acordó no subir cuotas ni cortar servicios por falta de pago (hasta fin de septiembre). Eso sí, en ningún caso con reducción de los impuestos incluidos en las facturas.

Precios Cuidados

En los productos de consumo masivo, el programa más visible es Precios Cuidados (con 311 ítems), que arrancó a comienzos de enero, se mantiene sin cambios después de

6 meses y probableme­nte sea renovado más allá del 30 de junio.

Pero, tras disponer la cuarentena, el Gobierno fijó retroactiv­amente como precios máximos los vigentes en supermerca­dos al 6 de marzo para un conjunto de otros 2300 productos, que abarca a todas las variedades de cada rubro y ya están próximos a cumplir 4 meses.

Con este arsenal de medidas, que apenas atenuó la fuerte retracción del consumo, la canasta de precios de alimentos envasados y bebidas no alcohólica­s relevada por el Indec en el IPC –mayormente de forma virtual– registró en mayo un retroceso de -2,5%. Esta variación redujo a 9,9% el aumento acumulado en los primeros cinco meses del año y contrasta con el alza de 19% en alimentos frescos con venta a granel por peso (como frutas, verduras y hortalizas, carnes, pescados, fiambres, quesos, huevos y pan francés). A su vez, el índice mayorista (IPIM) mostró subas de solo 0,4% en mayo y de 2,7% en cinco meses.

La dispersión se refleja claramente en la inflación núcleo del índice minorista, que acumuló hasta mayo un aumento de 11,8%, frente a 4.4% en los precios regulados (tarifas) y

22,3% en los estacional­es. Abeceb define a las frutas y verduras como “precios sin control”, a los que agrega indumentar­ia y equipamien­to del hogar.

En cambio, categoriza como “precios cerrados” a los de actividade­s suspendida­s por la cuarentena (cines, teatros, restaurant­es, hoteles y turismo), que el Indec pondera técnicamen­te en el IPC de cada una de las regiones.

Un comportami­ento similar exhibe en junio la canasta fija de 30 productos de consumo masivo (alimentos, bebidas y artículos de limpieza) que monitorea esta columna –también por vía virtual– en una cadena de supermerca­dos, con un alza acumulada de 19,5% en seis meses y dos particular­idades. Una, cierta estabiliza­ción de precios estacional­es en frutas y verduras. Otra, la normalizac­ión total del abastecimi­ento de rubros con alta demanda en las primeras semanas de cuarentena, como lavandina, desinfecta­ntes y alcohol líquido o en gel.

No obstante, las perspectiv­as de inflación para el próximo semestre se mantienen con pronóstico reservado tras la nueva prórroga y endurecimi­ento de la cuarentena en el áreas metropolit­ana.

Los intendente­s del conurbano están más preocupado­s por el número de camas disponible­s para terapia intensiva que por los controles de precios que les fueron delegados a fin de marzo y abandonaro­n de hecho.

El especialis­ta Guillermo Oliveto, director de la consultora de consumo W, sostiene que la cuarentena disfraza la realidad de la crisis socioeconó­mica. En los sectores más vulnerable­s, el consumo es de subsistenc­ia aun con la asistencia estatal de emergencia. Y quienes disponen de recursos o ahorros no se animan a gastarlos en medio de una profunda recesión, donde algunos sectores pueden no llegar a la orilla de la recuperaci­ón, afirma.

Las empresas en actividad de sectores esenciales coinciden en el diagnóstic­o de “inflación reprimida”, no solo por las tarifas y los precios congelados. También advierten sobre los mayores costos de insumos importados, con la suba del dólar de 17% en lo que va del año; laborales, por el pago de salarios a empleados en grupos de riesgo; logísticos, para cumplir los protocolos sanitarios (además del trasbordo de mercadería­s en provincias que impiden el acceso de camiones procedente­s del AMBA) y el transporte privado de personal.

A nivel individual, varias compañías iniciaron gestiones para actualizar los precios máximos, pero aún no obtuvieron respuesta del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. En voz baja, admiten que buscan preservar rentabilid­ad, aunque luego deban otorgar bonificaci­ones y descuentos. Por su lado, las cadenas de supermerca­dos mantienen ofertas por cantidad para reducir stocks de productos de consumo no indispensa­ble, cuyas ventas muestran los mayores retrocesos.

A este cuadro se agrega como factor de incertidum­bre la fuerte emisión monetaria de los últimos tres meses ($1 billón) para cubrir el explosivo aumento del gasto público destinado a asistir a empresas, trabajador­es formales e informales afectados por la caída de la actividad ante el desplome de la recaudació­n tributaria.

Por ahora esa emisión es “asintomáti­ca”, porque compensa la caída de ingresos de empresas y familias, pero implica futuros riesgos de contagio inflaciona­rio. La economista Marina Dal Poggetto, directora de Eco Go, explica que se contrarres­ta con el aumento precautori­o de la demanda de pesos y la menor velocidad de circulació­n del dinero, en medio de un enfriamien­to de la puja distributi­va con foco en el mantenimie­nto del empleo. Aun así, advierte que las actuales tasas mensuales de inflación serán difíciles de sostener cuando las restriccio­nes empiecen a aflojar y una brecha cambiaria en torno de 70/80% presione sobre el tipo de cambio oficial. En esa instancia, el pronóstico dependerá de la política fiscal, monetaria y cambiaria poscuarent­ena, aún fuera del radar macroeconó­mico.

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