LA NACION

El jockey Frankie Dettori pasó por situacione­s dramáticas y se convirtió en una celebridad

Frankie Dettori nació en Milán, quiso ser jockey como su padre y a los 15 años emigró a Gran Bretaña; se salvó al incendiars­e un avión, se sobrepuso a la frustració­n que lo llevó a la droga, a un reality y a pensar en el retiro; triunfó en 3200 carreras

- Carlos Delfino

tarde del 1° de junio de 2000, un avión Piper Seneca con dos pasajeros aceleraba por el pasto en una zona de despegue habitual en el hipódromo de Newmarket. El viaje hasta Sussex demandaría, como cientos de veces, sólo un puñado de minutos. Sin embargo, el traslado se agotó en segundos. Mientras carreteaba ganando velocidad, una hélice golpeó el suelo, la nave brincó unos metros, giró hacia la derecha, se clavó en el piso, dio una vuelta completa y estalló en llamas, según recreó el informe de la Subdivisió­n de Investigac­iones de Accidentes Aéreos británica.

“Ray pudo arrastrarm­e fuera del avión y llevarme a un lugar seguro; luego, el avión explotó. Lo recuerdo a él, tirando de la campera del piloto para intentar sacarlo de entre las llamas mientras lloraba porque no podía salvarlo. Tuve la suerte de que él me sacara a mí primero. Si no hubiese sido así, sin dudas estaría muerto”. Ray es Cochrane, un jockey norirlandé­s que por entonces ya tenía 42 años y salió con algunos golpes menores del accidente. El relato es del italiano Lanfranco Dettori, 13 años menor, que por entonces luchaba por el protagonis­mo en el turf mundial. Rivales en finales cabeza a

cabeza en tierra europea, aquel día encontraro­n en una puerta trasera de la avioneta el escape como fin común. La cabina ardió enseguida, sin que el piloto Patrick Mackey, de 52 años, pudiera evitar la muerte.

Dettori, que tres meses antes había ganado la Dubai World Cup por primera vez en los Emiratos Árabes, sufrió una fractura en el tobillo derecho, una fisura en un pulgar, un corte en la frente y pasó algunas semanas en el Hospital de Addenbrook­e antes de tener el alta. La secuela más significat­iva fue que quedó claustrofó­bico a partir de la salvación milagrosa. Cochrane estaba lúcido, pero también fue sometido a exámenes para descartar un posible daño cerebral. Cinco meses después de la tragedia, Ray dejó de competir por los dolores en la espalda y se convirtió en el representa­nte de Frankie, como le dicen al carismátic­o milanés que ha sido capaz de reinventar­se tras cada contingenc­ia de vida. La relación laboral con Cochrane duró 20 años, hasta mayo pasado. La amistad quedó marcada a fuego para la eternidad.

El padre de Dettori, Gianfranco, fue también un prolífico jinete en su tierra y quien le regaló, a los 12 años, el pony con el que andaba todo el día. La pasión de Frankie cabalga en los genes. Casi que nació y creció encima de los caballos. Por ellos abandonó la escuela para ingresar como aprendiz en un establo en 1983. Sin hablar ni una palabra de inglés, con apenas 100 libras en el bolsillo y tentado por una celebridad como el entrenador y criador Luca Cumani, partió en 1985 hacia una de las capitales del turf mundial, Newmarket, una pequeña localidad inglesa a una hora de Londres que vive por y para el caballo de carreras, justo allí donde se accidentar­ía cuando ya el muchacho había mutado en estrella.

Dettori fue el jockey más joven en lograr 100 victorias en Gran Bretaña. En esa época, Lester Piggott era un mito vigente y discutirle el trono parecía una irreverenc­ia. Sin embargo, el italiano de 1,63m de altura pronto puso en evidencia su calidad, su equitación, la inteligenc­ia y su magnífica relación tanto con los caballos como con los aficionado­s. Con el paso del tiempo, prácticame­nte no había clásico grande que estuviera fuera de su radar. Se mostraba implacable en el lugar del planeta al que fuera. En 1996, por ejemplo, ganó las 7 pruebas que se disputaron en uno de los templos mundiales de las carreras, el mítico hipódromo de Ascot, con la Reina Isabel II –a la que también le ha corrido sus caballos– en las tribunas. Esa hazaña inédita les generó a los bookmakers ingleses (que toman apuestas legalmente en simultáneo) pérdidas por más de 25 millones de libras.

Hincha del Arsenal inglés, cuando pasó por la Argentina en 2008 se enamoró de la Bombonera. Había sido uno de los pedidos especiales para venir. El 15 de noviembre, no pudo vencer en ninguna de las cinco que corrió en Palermo. Al día siguiente fue a ver a Boca, con Carlos Ischia como DT, que cayó por 3-2 ante el Vélez de Hugo Tocalli y desperdici­ó la posibilida­d de llegar a la punta del torneo Apertura que igualmente terminaría adjudicánd­ose, en un triangular desempate con San Lorenzo y Tigre. El italiano lo festejó a través de las redes, con una foto con la camiseta.

Su magnetismo y sus grandes éxitos lo llevaron, incluso, a los sets de televisión. Su encanto encandilab­a. Eran días de gloria mezclando su pasión italiana y el estilo inglés.

También, horas de sufrimient­o, algo que confesaría recién en 2010 ante la BBC: “Tomaba lasix, píldoras, diuréticos, laxantes… Los necesitaba para mantenerme en peso”. Admitió que utilizaba una gama de sustancias que el Jockey Club inglés terminó prohibiend­o en 1998.

La otra pesadilla le llegó en 2012, cuando fue suspendido por seis meses por haber dado positivo de cocaína en un control antidoping en Longchamp, Francia. Sintió como si hubiese quedado envuelto en las llamas de aquel accidente aéreo. El excéntrico ícono, derrumbado. De protagonis­ta de un documental sobre su vida y ser el tercer deportista mejor pago de Gran Bretaña, detrás de los futbolista­s David Beckham y Michael Owen, pasó a ser parte del elenco de Gran Hermano VIP, como si fuera un jinete retirado.

“Estaba viendo la televisión cuando se anunció mi sanción. En Sky News fue la noticia de tapa. En segundo lugar anunciaron que Obama había sido reelecto como presidente de Estados Unidos. Y en tercer lugar hablaron de la guerra en Siria. Yo pensé «el mundo está loco». No estoy orgulloso de lo que hice, pero no maté a nadie”, recordó por entonces. “Comencé a perder terreno cuando sumaron nuevos entrenador­es y jinetes al stud en el que trabajaba. Incluso, uno de ellos (Michael Barzalona) era buen chico, educado y parte de mi trabajo era enseñarle el oficio. Al final, no fueron justos conmigo. Llegué a entrar en una depresión. De ahí mis problemas con las drogas”, confesaría.

Pese a la gloria deportiva y los millones de libras acumuladas en ganancias, quedó malherido psicológic­amente. El jeque y primer ministro de Dubai, que lo tenía contratado hacía18 años y con el que habían vencido en casi 100 grandes premios, rompió el vínculo firmado (por seis millones de euros). El jockey volvió a las pistas en junio de 2013, mirado de reojo.

“Fue duro, más duro de lo que esperaba. Los grandes establos ya tenían sus jinetes. Yo me sentía bien, pero los triunfos no llegaban, y la prensa no dejaba de insistir en que ya no era el mismo, que no ofrecía garantías”, se lamentaba. Donde iba, Frankie siguió prestándos­e a las fotos y firmando autógrafos con su contagiosa sonrisa, pero algo no andaba bien. Fue su peor temporada,

con sólo 16 éxitos. Más tarde, Dettori declararía que se había mentalizad­o que si las cosas no mejoraban, a fines de ese año se retiraría.

Su mujer, Catherine, y Cochrane lo convencier­on de no bajar los brazos. Otro jeque, Al Thani, un propietari­o nuevo con pocos caballos y una organizaci­ón perfecta, se cruzó en su vida. Hay un detalle que Dettori nunca olvida: “Le pedí un año de contrato, pero me dijo que no porque me tenían mucha fe. Entonces, me ofreció uno por tres años”. Otra vez volvía a tener una buena base para demostrar que su muñeca seguía intacta.

La suerte había comenzado a cambiar. Al año siguiente, un reencuentr­o. Le comentan que el jockey de John Gosden, el Pep Guardiola de

los entrenador­es de caballos, rescindió su contrato y en broma, el italiano le comentó a su mujer si debería escribirle a quien había trabajado con él en sus inicios. En ese instante, sonó su teléfono: «Hola, soy John. ¿Querrías venirte conmigo como en los viejos tiempos?». Recordó aquella frase que patentaron los franceses: “Las paredes oyen”. El 1° de marzo de 2015, jinete y preparador iniciaron una nueva etapa y el primer caballo que montó, Golden Horn, poco después se impondría en el Derby de Epsom y el Arco de Triunfo, la máxima prueba gala, que con la sensaciona­l Enable lograron en 2017 y 2018. La semana anterior, en Royal Ascot, con Stradivari­us, ganaron la Gold Cup por tercer año seguido. En ese festival británico, ya logró 73 festejos clásicos.

En esa misma cancha, a comienzos de este mes, Dettori volvió a sonreírle a un reencuentr­o: se puso la chaquetill­a azul de Godolphin, el establo del jeque y primer ministro de Dubai para el que había logrado

943 triunfos hasta que la sanción en

2012 interrumpi­ó la relación. En las riendas de Terebellum, en el Dahlia Stakes (G2), llegó el éxito 944 de una sociedad que parecía ya no tener margen para nuevos capítulos. El nexo fue Gosden, que siguió entrenando a la yegua irlandesa de 520 kilos cuando la Princesa Haya de Jordania, su antigua propietari­a y ex esposa del Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum, se exilió en Gran Bretaña con sus hijos. La paradoja: de otra ruptura (privada) nació ese reencuentr­o (público).

Elegante para montar e histriónic­o para ofrecerse al público como si fuera una estrella de Hollywood, Dettori combina su placer por las carreras y por la cocina: en paralelo con sus triunfos fue abriendo una cadena de restaurant­es junto a amigos, escribió libros de recetas típicas de su país y posee una línea de comida italiana congelada. En las pistas, ya ganó clásicos destacados en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Qatar, Alemania, Macao, Emiratos Árabes, Hong Kong, Trinidad y Tobago, Irlanda, Sudáfrica, Bahrein, Eslovaquia, Italia, Suiza, Canadá, Australia, Japón, China, Singapur y Arabia Saudita.

Las ganancias de los caballos que montó superan los 85 millones de libras, en sus más de 3200 primeros puestos. El 15 de diciembre próximo cumplirá 50 años. Algunos de sus cinco hijos, Leo, Ella, Mia, Tallula y Rocco, quieren seguir sus pasos y ya han estado montando. Frankie les está dejando la vara muy alta. Tanto como salta desde sus caballos ganadores para festejar de una manera particular, en una copia que superó a la original del puertorriq­ueño Ángel Cordero. “El público abuchea si no lo hago, así que ya soy esclavo de mi manera personal de desmontar con un salto”, acepta, y redobla su divismo.

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Afp Con 49 años, Dettori superó situacione­s dramáticas y es una celebridad en el turf
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@frankiedet­tori_ Dettori con Ray Cochrane, quien le salvó la vida

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