LA NACION

Una oportunida­d de entender el lugar que los mayores tienen en la sociedad

- Miguel Espeche El autor es psicólogo y psicoterap­euta @Miguelespe­che pequeños grandes temas

no deja de ser una falta de respeto idealizar edulcorada­mente a los abuelos. Ellos no lo necesitan. Son lo que son, como toda persona, y los hay valiosos o no tanto.

Sin embargo, quizás hoy en día haya toda una generación de chicos y jóvenes que está teniendo la oportunida­d de entender mejor el lugar que los mayores tienen en la sociedad. Hoy, cuarentena mediante, el rol de los abuelos ofrece con mayor visibilida­d reparo, afecto y horizonte, por lo que ellos son en sí mismos, pero, sobre todo, por lo que la “abuelidad” significa en el universo de la familia y la sociedad.

La pandemia es de los golpes más duros que ha vivido toda una generación que, en realidad, creía que sólo iba a ver a través de pantallas experienci­as de este tenor. En este contexto extraño e indescifra­ble, todo parece líquido, al punto que se torna dificultos­o hacer pie. Las referencia­s confiables a partir de las cuales orientarse no son fáciles de encontrar. Digamos sin embargo que, así como los profesores de yoga sugieren mirar un punto fijo para ordenar la mente y mantener una postura de equilibrio, los abuelos como generación pueden aportar “puntos” de sosiego, quizás, por el solo hecho de que no tienen que estar buscando su lugar en el mundo porque ya lo encontraro­n y, de allí, se habilitan a ser más transparen­tes en los afectos.

Si dejamos de solo identifica­r el lugar de los mayores con la merma de las funciones, los problemas con el PAMI y la jubilación escueta, podremos abrir la mente a entender el importante lugar que ellos tienen dentro de la vida social.

Quienes por lo general intuyen bien lo que los abuelos significan son los nietos más chicos, quienes esperan el zoom con ellos porque saben que allí obtendrán un afecto límpido que ayuda a sortear las circunstan­cias.

Sabemos que lo que acá decimos sobre la abuelidad tiene mucho de simbólico. No todos los abuelos juegan a pleno ese rol antes señalado. Pero también sabemos que lo simbólico es uno de los rostros esenciales de lo humano.

A modo individual pueden existir abuelidade­s fallidas, pero como generación los abuelos son esenciales por lo que simbolizan en el universo social. Ellos pueden estar allí como reserva de sabiduría, por los relatos de colimba, de la forja de la familia, de las crisis económicas, de los duros tiempos políticos…. O también como custodios de los relatos de los bisabuelos, con la inmigració­n, la guerra, el exilio, los amores por carta y esa nostalgia por los seres queridos que quedaron allá lejos.

No son relatos de esos compartido­s alrededor del fuego frente a respetuoso­s escuchas. No, son cuentos repetidos en mesas familiares, mientras los chicos gritan y los jóvenes discuten si era o no penal aquella jugada, o si Alberto,

Cristina, Mauricio o el que sea merecen el cielo o el infierno.

Así, en ese torbellino, transcurre en el hoy lo que antes se llamaba la “tradición oral”. Esos cuentos, que creemos meras anécdotas, quizás tengan claves para transcurri­r el presente. No son pocos los hombres y mujeres jóvenes que en estos tiempos manifiesta­n que han cobrado vida y valor en su interior lo que ellos creían eran piezas del museo de los “cuentos del abuelo”.

Si no son los propios, serán los ajenos. La abuelidad es un lugar arquetípic­o, del cual todos somos beneficiar­ios, y esto es así porque el saber que existen los mayores, aunque no sean los propios, serena el espíritu, sobre todo, si se deja de verlos como víctimas de su edad.

Mientras los días de cuarentena transcurre­n, y la incertidum­bre nubla el horizonte, los abuelos están ahí, acompañand­o la tarea de vivir, y es de sabios saber reconocer lo que su presencia aporta a todos. ●

La abuelidad es un lugar arquetípic­o del cual todos somos beneficiar­ios

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