Al margen de una gran biografía
En paralelo a la escritura de Derrida, libro aparecido en 2010, Benoît peeters escribió Tres años con
Derrida, un cuaderno de notas, un diario que finalmente publicó junto a la biografía del gran filósofo de la deconstrucción, nacido en argelia en 1930 y muerto en parís, en 2004.
“las biografías tienen muchos lectores. pero como género, no tiene demasiados defensores”, anota peeters. podría agregarse también que las biografías tienen mercado. Quizá por eso, el autor quiso desdoblarse, replegarse y guarecerse de las varias demandas del proyecto, escribiendo sus impresiones en paralelo a su trabajo como biógrafo. irse leyendo como ascesis, purga y presupuesto de trabajo. ir escuchando lo que escribía sobre sí mismo mientras escribía sobre otro. Tres años con Derrida es también un conjunto de reflexiones sobre el género e incluye la lectura comentada de muchas otras biografías: “Estoy convencido: una vida es un proceso esencialmente discontinuo” o “leerlo todo, saberlo todo, comprenderlo todo (de un hombre): puro fantasma, pura locura. Bastante será si logro girar a su alrededor”. peeters nunca deja de preguntarse cómo se cuenta una vida, cómo se atrapa la insistencia, contradicción, ambigüedad e inestabilidad que toda vida bien leída parece exhibir.
El volumen es además un diario sobre la producción, sobre las condiciones de producción de una biografía y sobre las condiciones de producción literaria a secas. para el lector, funciona como un manual de producción y escritura comparada, porque permite pensar las condiciones para llevar a cabo un libro así (y la casi inverosimilitud de que un proyecto así pueda llevarse adelante en tres años).
En el prólogo, el crítico alberto Giordano señala tensiones e influencias tanto del ensayo como de la novela en la construcción de una biografía, algo que está presente en estos cuadernos. Si toda biografía es una novela de amor, con sus altas dosis de vértigo, redundancia y dolor, estas notas parecen en cambio, el diario íntimo de un enamoramiento y una reconciliación a la vez: “Escribir la biografía será un auténtico trabajo –con su retórica, sus pasajes obligados, su aparato de referencias. Estos cuadernos por el contrario crecen casi sin esfuerzo, al ritmo de las lecturas y los encuentros: son como una recompensa, pero una recompensa preventiva, inmerecida”, anota peeters.