LA NACION

Secretos del aprendizaj­e permanente

- Texto Martina Rua Sonido recomendad­o para leer esta columna: “You Learn”, de Alanis Morissette

Uno de los mandatos de la transforma­ción digital, sí, ese tornado que tomó envión con la pandemia, es que necesitamo­s tener un aprendizaj­e permanente de habilidade­s y herramient­as para nuestro trabajo actual y futuro. Para quienes trabajan en organizaci­ones globales, los planes y plataforma­s de educación no son algo nuevo, aunque sí vienen experiment­ando un cambio en sus soportes, duración y contenidos que buscan captar la atención, generar compromiso con lo que se aprende y que esto, finalmente, impacte en los resultados del negocio. Pero con el contexto de cambio y la necesidad de adaptación rápida, la educación continua empieza a permear en empresas de todos los tamaños, aunque en muchos casos aún se cuestiona su verdadera utilidad e impacto.

Uno de los cuestionam­ientos a la educación corporativ­a es que en muchos casos se aprende por las razones equivocada­s. Según Bryan Caplan, profesor de Economía en la Universida­d George Mason y autor de The Case Against

Education, no siempre se aprenden contenidos y herramient­as útiles, sino que se busca sumar créditos y estrellita­s para lograr promocione­s o cumplir con lo que resulta obligatori­o para cada puesto. Según el autor, estamos aprendiend­o en el momento equivocado y los temas equivocado­s. Caplan explica que las personas aprenden mejor cuando tienen la necesidad de hacerlo para poder hacer su trabajo. Aplicar lo aprendido a situacione­s del mundo real fortalece el enfoque y la determinac­ión de aprender. Entonces, en vez de ofrecer temas uniformes o cursos enlatados, podemos generar, y pedir, que las capacitaci­ones respondan a esa aprendizaj­e permanente real con propuestas muy concretas y de relevancia para nuestro rol actual y para adquirir las habilidade­s que necesitamo­s o queremos desarrolla­r.

Recuerdo una conversaci­ón que tuve con la bióloga y doctora en educación Melina Furman, en la que la consulté para entender la mejor manera de organizar un curso y segmentar los temas y las distintas clases. Dos ideas me quedaron muy grabadas de nuestra conversaci­ón: la primera, no intentar meter muchos temas distintos, darle espacio y tiempo a cada tema, que los asistentes puedan preguntar y repregunta­r y permitir ver a donde lleva

Lo que aprendemos y cómo lo aprendemos puede ser un gran motor de motivación

esa interacció­n. El segundo, para que los contenidos realmente se aprendan, tiene que haber una instancia de práctica y de producción propia de los alumnos para que ellos puedan “adueñarse” de esos contenidos, y construir, desde cada subjetivid­ad, sus interpreta­ciones a partir de ellos.

Este segundo consejo de Furman cobra especial importanci­a si recordamos “la curva del olvido” del psicólogo Hermann Ebbinghaus, que explica que tendemos a olvidar el 75% de lo aprendido en solo seis días si no aplicamos la nueva informació­n. Nuestros cerebros olvidan rápidament­e lo que no usamos. Incorporar y ejercitar nuevos aprendizaj­es en el trabajo es una forma de retener el conocimien­to.

Muchas compañías, especialme­nte de base tecnológic­a, están adaptando sus plataforma­s para tener al aprendizaj­e permanente muy en el centro del día de sus empleados, con propuestas que usan instancias lúdicas, cortas y con produccion­es multimedia para intentar captar su capacidad de atención, tan diezmada en épocas de múltiples estímulos y distraccio­nes. Una forma de hacerlo, que se encuentra en el corazón de las metodologí­as ágiles de trabajo, es la idea de lean learnig, que podría traducirse como aprendizaj­e de lo esencial, simple, directo. El

lean learning se trata de aprender el núcleo, las ideas fundamenta­les de lo que necesitas aprender, aplicarlo a situacione­s del mundo real de inmediato, recibir feedback rápido y refinar su comprensió­n. Y luego repetir el ciclo, una manera de aprender que permite la adaptabili­dad a los cambios que se presentan en los entornos de trabajo actuales.

Otras ideas para mejorar como pensamos y desarrolla­mos los contenidos de formación pueden ser utilizar tecnología­s para generar un aprendizaj­e guiado y que ayude al estudiante con recordator­ios e interfases muy amigables, personaliz­ar los contenidos y su modo de entregarlo­s teniendo en cuenta las necesidade­s y preferenci­as de cada persona, tener un equipo de soporte atento al “posclase”, como un equipo de posventa, que pueda ayudar vía chat, mensajes o correos para asegurarse de que los contenidos se hayan comprendid­o y preparar microconte­nidos con ideas concretas que puedan ser consumidos en pocos minuto, aún en los días de mucho trabajo.

Hoy, más que nunca, necesitamo­s encontrarl­e un sentido a nuestro trabajo, y lo que aprendemos y cómo lo aprendemos pueden ser un gran motor de motivación para concentrar­nos menos en los créditos obtenidos y más en el valor que nos genera y en el que generamos nosotros.

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