De Río 2016 a Tokio 2020: los Atletas Refugiados, sus sueños de paz y una vida renovada
Yonas Kinde, atleta de Etiopía, y Rami Anis, nadador de Siria, integraron un equipo muy especial; el sentir de quienes a través del deporte encontraron un camino distinto
experiencia que viví en Río 2016 fue muy importante ya que me ayudó a darle un cambio a mi vida. Me ayudó a conectarme con la sociedad, a hacerme nuevos amigos y también para sentir el cariño y la solidaridad del mundo. El camino hasta ese momento no fue fácil, pero me mantuve seguro y terminé más fuerte, me dio las fuerzas para seguir adelante y prepararme mejor para todo lo que siguió”, describe el maratonista Yonas Kinde, desde Luxemburgo.
Kinde fue uno de los 10 atletas seleccionados (de una preselección de 50) para formar parte del Primer Equipo Olímpico de Refugiados en ese Juego Olímpico. Este equipo contó con la presencia de deportistas de cuatro países, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Etiopía y Siria, que participaron en tres deportes: judo, natación y atletismo. Además, la bandera olímpica fue su representación en las ceremonias, y la unidad de sus miembros, un símbolo imborrable. Todo lo ocurrido dio visibilidad a la realidad de los más de 26 millones de refugiados en todo el mundo y sentó un precedente para el futuro.
Luego de la experiencia de Río 2016, se creó una beca especial de atletas para ellos, administrada por Olympic Solidarity y asistida por ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). Los 10 representantes en 2016 fueron revalidados con la beca y otros 27 deportistas fueron asistidos junto a ellos. Tokio es su nuevo objetivo, por el que trabajan desde hace cuatros años y en el que dirán presente en ocho deportes. Y si bien los Juegos fueron pospuestos un año, ninguno de ellos pierde las esperanzas y trabaja duro para poder estar presente.
En medio de la pandemia mundial, dos atletas olímpicos dialogaron con sobre cómo estaban la nacion pasando estos días, sus objetivos, sus experiencias deportivas y acerca de cómo el deporte transformó sus vidas.
Yonas Kinde nació en Etiopía el 7 de mayo de 1980. Siempre disfrutó del deporte y del aspecto social que convella. Su modo de hablar es amable, divertido y agradecido. Sabe lo que es valorar la vida, las segundas oportunidades y de la fuerza que tiene el deporte. De hecho, una de sus frases más repetidas fue: “El deporte puede cambiar el mundo”. Pero para llegar a este punto debió atravesar días no tan diáfanos.
“Dejé mi país, solo, en 2012. Fue un viaje largo. Sólamente buscaba estar a salvo del caos y del sufrimiento. Primero llegué hasta Kenia y luego a Amsterdam, un lugar que no conocía, al punto de que pensaba que era un país. Luego de algunos meses me mudé para Luxemburgo. ¡Hacía un frío! Nunca me olvido de lo helado que estaba y encima yo casi no tenía ropas para esas temperaturas. Esos primeros meses fueron difíciles, no conocía a nadie, no entendía el idioma. Por suerte, después de un tiempo sin entrenar, volví a correr. Pero de tanto correr ese primer día me perdí, no sabía lo que decían los carteles y llegué a otra ciudad (se ríe). Finalmente, luego de casi seis meses de vivir en el campo de refugiados, me aceptaron y dieron asilo”, relata el atleta que se desempeña en maratón.
“A mi familia no la veo hace diez años, más o menos. Fue difícil irme de mi país y empezar de cero en otro. Correr me dio muchos amigos, a pesar de estar la mayoría del tiempo solo. Hay momentos en los que recuerdo las celebraciones en familia. Me acuerdo de eso y me hace emocionar, me toca el corazón. Me aparecen muchas imágenes de mi familia, especialmente en Año Nuevo. Ahora lo celebro solo en Luxemburgo”, explica en medio de tímidas risas y pausas prolongadas.
Competir contra... ¡Phelps!
Rami Anis nació en Siria el 18 de marzo de 1991. La natación es su pasión desde pequeño y donde siempre encontró refugio. Su primo y su tío (dos referentes de la natación siria) fueron quienes lo orientaron dentro del deporte. Se especializa en los 100 metros mariposa y, a pesar de haber terminado último en la carrera en Río, cumplió uno de sus mayores sueños: competir frente a Michael Phelps. “Ese momento, como todo lo vivido en Río 2016, cambiaron mi vida por completo, nunca lo voy a olvidar”, apunta Anis, desde Estambul.
“En 2011 era joven y lo único que se escuchaba en Siria era ‘guerra,
guerra, guerra’. No entendía mucho de qué se trataba. Pero en ese entonces comprendí, guiado por mis padres, que la única opción para estar seguro y seguir con nuestra vida era irnos de ahí. Todos en Siria pensaban que la guerra iba a durar dos o tres meses, así que me fui con una pequeña mochila para Turquía. Pero nunca más pude volver. Es triste no poder ver más a mis amigos. Allí quedaron todos mis recuerdos, mi infancia, mi casa, mi club”, describe.
“Primero viajamos junto a mi familia (tiene un hermano mayor y uno menor) a Estambul, Turquía. En esa ciudad nos pudimos acomodar bien e incluso empecé a entrenar en un club (Galatasaray). Estábamos cómodos, aprendiendo el idioma y haciendo amigos. Pero mis padres decidieron mudarse en 2015 a Bélgica e invitaron a que fuéramos cuando todos los papeles legales estuvieran listos”, recuerda quien pasó todo ese tiempo entrenando, sin competencia por cuestiones legales y sin recibir ninguna ayuda económica.
–¿Con qué situación te encontraste en Bélgica?
–Mi papá me convenció de que vaya porque la situación para los nadadores era más abierta que en Turquía. En Bélgica había más posibilidades de recibir ayuda económica y más competencia para extranjeros. Pero yo estaba contento en Estambul. Al principio no quería porque ir, ya me había sido difícil insertarme en Turquía, armar todo de cero: amigos, club, sueños. Y pensar en volver a pasar por eso, pero en Bélgica, con un nuevo idioma... Lo medité y después de dos meses decidí mudarme con mi hermano más chico para allá. Nos terminamos quedando tres años, y fue ahí cuando escuché de la propuesta del nuevo equipo de refugiados.
–¿Cómo te enteraste acerca de la nueva propuesta del Comité Olímpico Internacional, respecto del equipo de refugiados?
Rami: –Un compañero de equipo me comentó acerca de la nueva oportunidad que estaba dando el COI para competir en Río 2016. Leí todas las condiciones para la postulación, y envié mi currículum, mis marcas, conté mi historia. A los pocos meses me llegó la noticia de que había sido seleccionado. Soy un agradecido. Gracias a esta oportunidad, hoy sigo siendo parte de los becados y recibo mucha ayuda de su parte.
Yonas: –Un amigo cercano me comentó que vio un anuncio en el diario acerca de la búsqueda, pero yo no tenía aún mis autorización. Él me insistió, así que me decidí y presenté todos los papeles, ya que había logrado la marca mínima en el maratón de Frankfurt. A los pocos meses, me estaba bañando y mi amigo empezó a golpearme la puerta. ¡Estaba loco de la alegría! Y me contó la buena noticia. Fue el puntapié ini“la cial de todos los cambios en mi vida.
–¿Cuál es el recuerdo más lindo de la experiencia en Río 2016?
Yonas: –Muchos. La carrera la disfruté mucho. Pasé cada uno de los kilómetros pensando en los miles de refugiados, en los niños que estaban sufriendo y sufren del exilio como yo. Corrí por ellos y por mí. El clima olímpico lo viví intensamente. En la Villa Olímpica llegué a conocer muy lindas personas, hice amigos, y hasta me reencontré con un compañero de Etiopía con el que nunca más nos habíamos visto. Fui muy feliz.
Rami: –Siempre soñé en nadar con Phelps, y cuando me enteré de que iba a correr en la misma carrera que él no lo podía creer. El día previo a la carrera me dije “No lo mires, no te distraigas con su ritmo y con lo que hace, porque si no vas a perder tu foco, cerrá los ojos y no mires”. Pero no pude. Estábamos en la sala de precompetición y no podía dejar de mirarlo, veía lo que hacía. ¡Fue increíble! También fue una manera de probarme a mí mismo y un desafío para convertirme en un atleta olímpico, con el agregado de representar a más de miles de refugiados. Fuimos los representantes de ellos, que como nosotros, tuvieron que dejar su país, sus amigos, sus familias y volver a empezar. Fue una gran experiencia.
–¿Y qué expectativas tienen para los Juegos Olímpicos de Tokio? ¿Es el próximo sueño?
Rami: –Estaba entrenando mucho, muy duro y muy bien para clasificarme a Tokio, mi meta sin dudas. Pero esta crisis dejó todo parado, y si bien seguimos entrenando, los nadadores fuimos los más afectados. Es muy difícil mantener el nivel sin entrenar. La semana pasada recién volví a mis entrenamientos dentro del agua. ¡Fue una sensación tan linda! Pero tomé conciencia de todo el trabajo que hay por hacer. Tokio es mi objetivo, pero tengo que ser muy meticuloso, entrenar duro para obtener la clasificación. Yonas: –Como atleta estoy triste porque estaba muy emocionado y trabajando para poder clasificarme a los Juegos. Estaba muy preparado para ese objetivo, había corrido un maratón en Tokio en marzo y estaba en un muy buen nivel. Es triste, pero la salud y la seguridad vienen primero. ‘Esperanza’ es el símbolo del equipo de refugiados y el mío propio. Mi sueño sigue intacto, ilusionado con que todo se resuelva de la mejor manera y que pueda clasificarme y reencontrarme con todos mis compañeros de equipo.
El 20 de junio se celebró el Día del Refugiado, que honra el coraje y la determinación de quienes se han visto obligados a huir de sus hogares. El COI utiliza este día para realizar anuncios respecto del equipo (este año iba a anunciar los elegidos rumbo a Tokio), pero también para transmitir un mensaje de unidad y esperanza. Ese primer paso en 2016, abrió el camino. Así fue que se desarrollaron nuevos campos de entrenamiento para refugiados, se creó una fundación que brinda asistencia -económica y de relocación- y estrechó relaciones con ACNUR, para continuar intensificando el trabajo. El otorgamiento de las becas fue un gran paso para sumar nuevos atletas para que se entrenen con todos los recursos necesarios.
El equipo en Río dio la primera zancada. Y enseñó el camino para aquellos deportistas que debieron abandonar sus países y dejar atrás sus sueños en busca de paz, de un nuevo comienzo.