LA NACION

Lele Cristóbal y Cecilia Ergueta.

“Entendimos que esto lo sacábamos entre todos”

- Texto Cecilia Boullosa | Foto Diego Spivacow / AFV

“Estamos pedaleando y eso ya es un montón”. En tiempos en los que los planes son máximo a una semana y cada día los restaurant­es en Buenos Aires cierran de a decenas, esas palabras conjugadas en presente son el mantra que eligieron el cocinero Lele Cristóbal y su mujer y socia laboral, Cecilia Ergueta, para mantenerse en foco: hace más de

30 días que trabajan de corrido, sin francos, haciendo frente a jornadas que pueden incluir despachar 800 platos de ñoquis, llevar 120 porciones de comida a un hospital público o llegar por la noche, molidos a su casa, e igual hacer, grabar, mandar a editar y publicar una receta en Insta gr am, como vienen haciendo desde el día uno de la cuarentena, cuando Lele bajó a desayunar con ojeras y en pantuflas, se preparó una shakshuka y Cecilia lo filmó. Hoy esos videos promedio unas 100.000 reproducci­ones.

De una manera casi intuitiva, la pareja conectó con un público más grande del que tenían antes de la pandemia, a través de las redes, el trabajo comunitari­o y un sentido de pertenenci­a al barrio des antelmo, la zona surde la ciudad, dondecrist­ób al abrió su primer restaurant­e, hace 17 años, Café San Juan; el segundo, Café San Juan La Cantina, hace siete, además de una vermutería y un taller de cocina, conservas y enlatados, que hoy es el corazón de su reinvenció­n como gastronómi­co.

–La sensación es que en medio de la crisis ustedes encontraro­n rápido la vuelta.

Lele: –Desde el principio tuvimos algo claro: no queríamos echar a nadie, somos 45 familias trabajando. Y también tuvimos claro lo que les pasa al país y al mundo: están fundidos. No tenés que ser mago, solamente aceptar lo que es. Y la única manera de que la gente vuelva a consumir es vendiendo barato. Por eso pusimos el Menú del Barrio, con platos a 220 pesos.

–¿Qué clientes nuevos trajo la pandemia?

Cecilia: –Está el que baja de la ambulancia a buscar un plato de comida y que nunca hubiera venido al restaurant­e. Pero también el de Puerto Madero. Si bien estamos cerca, tampoco era nuestro cliente. Entonces la crisis sube y baja. De alguna manera se democratiz­ó el perfil del cliente.

–¿Qué diferencia un delivery de un restaurant­e?

L: –Para nosotros, es un flash cocinar en otras cantidades, pero el amor es el mismo. Aunque ahora prepare el guiso en recipiente­s de 150 litros le ponemos el mismo sofrito, el mismo sabor, la misma dedicación. Cuidamos mucho el emplatado. Tiene la misma onda que cuando emplatábam­os en el restaurant­e, por más que sea dentro de un plástico.

–¿Qué aprendiero­n? C.: –Fue difícil y fue prueba y error. La primera semana perdimos plata, íbamos a todos lados. Ahora lo pudimos encuadrar, con barrios y horarios. Hay chicos que eran camareros y hoy atienden lo que llamamos el call center, otros mozos ahora son “los bicivolado­res”, los autos con los que repartimos son nuestros. Ford nos dio una camioneta.

L.: –Fue un equipo que entendió que esto lo sacábamos entre todos. Las primeras semanas nadie tuvo franco. Nosotros seguimos sin franco. Son cuarenta y pico de personas 100 por ciento comprometi­das, un equipazo.

–¿Le cabe alguna autocrític­a a la gastronomí­a porteña en esta situación?

L.: –Buenos Aires es una muy buena plaza gastronómi­ca. Hay, o había, lugares buenísimos y cada cual mantenía su negocio como quería. Hoy todo el mundo se tiene que reinventar. Los que apuntaron solo al turismo

están más complicado­s porque no son tan conocidos por sus vecinos. Creo que lo que tienen que hacer es volver a enamorar a la gente de acá y acomodarse un poco, porque no nos va a quedar billetera de turista.

–¿Te replanteas­te tu oficio con esta crisis?

L.: –No, todo lo contrario. Me lo levantó. A mí me gusta trabajar fuerte y estas complicaci­ones me estimulan, fue una inyección de energía, pensar cómo levantar esto y conservar los trabajos de todos. Sacamos un crédito y compramos más maquinaria.

C.: –Fue como un volver a vivir. El primer crédito fue para pagar sueldos y el segundo, para comprar más maquinaria.

–¿Alcanza la asistencia del Estado?

C.: –La asistencia del Estado para pagar la mitad de los sueldos fue una gran ayuda. La verdad es que para nosotros fue un montón. No tuvimos ninguna complicaci­ón. Toda la nómina fue acreditada. No lo digo por una cuestión política, pero sucedió. Ahora nuestro único objetivo es el aguinaldo. Estar pensando en eso en el medio de la crisis y la pandemia es un orgullo, cuando sabemos que muchas empresas están haciendo cuotas o no saben cómo pagarlo. Si podemos llegar a eso, ¡nos vamos a tomar un franco!

–¿Tienen alguna otra fantasía poscuarent­ena?

C.: –Dormir hasta las 10 de la mañana.

L.: –Yo quiero hacer un comedor para el personal, nuevos vestuarios y una sala de recreo. Y clases de yoga. Estamos trabajando muchas horas y lo necesitamo­s.

–¿Cómo se conocieron? L.: –En el restaurant­e, hace ocho años. Vino a comer.

C.: –Fui a comer una noche con dos amigas. Esos domingos en los que creés que no tenés que salir. Terminamos en el Café San Juan, comiendo en la barra. No conocía el lugar ni a Lele, nunca cociné, nunca me importó nada de la cocina. El señor estaba tirando magia y todavía fumaba. Y me parecía un horror que estuviera fumando en la cocina. Y que fuera tan desfachata­do. Los dos estábamos recién divorciado­s. Era una vida nueva. Me invitó a comer. Le dije que no. Pero al mes volví.

L.: –A los tres días ya vivíamos juntos. Fue fulminante. A lo mejor no conocés nunca el amor de tu vida. O a lo mejor sí. A veces te toca, a veces no. Me siento contento: tengo el amor de mi vida, viajamos, somos amigos, somos compañeros, laburamos juntos.

–¿Por qué creen que pegaron tanto sus videos?

L.: –No es un falso programa de tele. Es un matrimonio que se está divirtiend­o. Es nuestra cocina, donde todas las noches preparo algo y nos tomamos una birra o un vinito. Nació de manera espontánea y como una manera de entretener al que está en la casa en cuarentena. Nunca abusamos del producto: nunca usamos ni pulpo ni langostino­s, siempre cosas accesibles. El que está viendo tal vez no tiene laburo o no sabe cómo llegar a fin de mes.

–¿Qué recetas funcionan más? C.: –En Instagram funciona más lo vegeta que lo carnívoro y en Youtube, al revés. La comida rápida la rompe, el pollo frito, el pulled pork fueron hits.

–¿Qué cambios van a incorporar cuando termine la cuarentena? C .:– creo que va a con vivir el menú del

Barrio con los restaurant­es.

L: –No creo que levanten la cuarentena y todo el mundo salga a comer afuera. No van a tener un mango. Por suerte el restaurant­e es grande y está impecable. Si abrimos serán 30 cubiertos, cuando antes hacíamos 100. No se puede sobrevivir haciendo ese tipo de negocio. O vas a cobrar un plato de comida cinco lucas y vas a trabajar para tres, con suerte, que te quieran.

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