LA NACION

Un paso clave para reconstrui­r la confianza en el país

- Daniel Marx.

El año 2020 se presenta como un “momento bisagra” en la historia económica de la Argentina. La reestructu­ración de la deuda fue uno de los objetivos. Con la oferta presentada se procura movilizar los apoyos requeridos para ir ampliando el círculo de adhesiones llegando a numerosos tenedores de títulos que no han tenido posibilida­d de expresarse sobre los términos propuestos y también convencer a determinad­os fondos que apoyen.

La Argentina ha acumulado una deuda pública nacional que no está en la categoría de las más bajas dentro de la región, pero es menor que la de países considerad­os de mayores ingresos. La cuestión es no solo el tamaño, sino su estructura, sus perspectiv­as y el costo de acceso. Podemos distinguir tres segmentos de deuda: 1) en moneda local, 2) en moneda extranjera con el sector privado, 3) en moneda extranjera con el sector público internacio­nal.

Para mejorar la estructura, disminuir la vulnerabil­idad de las finanzas públicas y aprovechar los recursos generados localmente, se mantiene corriente la deuda en pesos. Es consistent­e con un Estado que no pretende abusar para extraer valor de las tenencias de instrument­os que se denominan y pagan en pesos. Con ello, dar y preservar credibilid­ad para reducir salidas de capitales que debilitan estructura­lmente la economía asociada con egresos de recursos, devaluacio­nes, inflación y pérdida de reservas. Además, así el Tesoro tendrá obligacion­es más asociadas a la evolución de sus ingresos. Últimament­e se logró mayor acceso voluntario en la emisión de títulos públicos y, en consecuenc­ia, menor uso de emisión de dinero por parte del Banco Central.

En lo referido a la deuda en moneda extranjera con el sector privado, tenemos dos partes. Una bajo la legislació­n local y la otra manejada según jurisdicci­ones en el exterior. También rige el principio de no dar un tratamient­o inferior o de términos de pago a lo doméstico con relación a lo foráneo. La normativa apunta a aplicar a la ley local lo resultante de las negociacio­nes bajo la jurisdicci­ón externa. Por eso, la propuesta presentada es clave para desatar la solución de este importante frente. Tengamos en cuenta que este segmento tiene una notable visibilida­d en la evaluación de decisiones de los agentes de la economía.

También se requiere tratar la financiaci­ón con el sector público internacio­nal. La formulació­n de un programa económico es requisito para renovar el endeudamie­nto con los organismos de crédito internacio­nal, empezando por el FMI, y que, además, habilita a reestructu­rar lo nucleado por el Club de París y la apertura de líneas de crédito amparadas por agencias oficiales de exportació­n de muchos países, entre otros. Movilizar el tratamient­o de este segmento ayuda a despejar algunas incertidum­bres sobre el cierre del programa financiero de la Nación y, a ciertos acreedores, en su evaluación de la economía.

La superación del estancamie­nto prolongado de la economía y su persistent­e inflación llevan al diseño, difusión e implementa­ción de políticas asociadas a ir construyen­do mayor confianza en momentos de presiones notadas en el frente externo y, más que todo, desarrolla­r el potencial de la Argentina en su conjunto. Ello permitirá el uso y acceso a recursos, incluyendo por y para familias y compañías, que ayudará a dinamizar en la recuperaci­ón pospandemi­a. La resolución de la deuda soberana es un elemento en este entramado. Un paso clave para reconstrui­r la confianza en el país.

Las cuestiones por resolver

Este “año bisagra” nos muestra que hay cuestiones por resolver en momentos de estrechez y dar una dinámica superadora. Esta agenda toma tiempo para su implementa­ción y sus resultados no son evidentes rápidament­e. La transición también demanda formas de atender en una sociedad con un débil tejido social.

Movilizar las capacidade­s de la Argentina nos plantea ir por mejoras institucio­nales que normalicen relaciones y den creciente credibilid­ad a los contratos y normas facilitand­o interacció­n entre las personas, tanto humanas como jurídicas, dentro del territorio nacional. Que se usen recursos con eficiencia creciente e incorporen nuevos a su estructura productiva y así generar oportunida­des para las personas que movilicen inversione­s.

También resulta apropiado, dentro de lo sostenible, regulariza­r los contratos que involucran al sector público. Ello en términos de funcionami­ento de una economía amoldada a las exigencias modernas que permitan desarrolla­r mecanismos dando lugar a un crecimient­o sostenido que derrame a la sociedad de manera positiva. En ello, aun regulariza­dos, hay que tomar conciencia de cuánto puede hacer el Estado con perspectiv­as de un gasto que no podría financiar si la economía no recupera una senda de expansión.

Además, incluiría dinamizar la economía con estructura­s productiva­s flexibles complement­ando un sendero fiscal adaptado a ciclos económicos. Esto incluiría un esquema tributario más regular que el actual y definicion­es de criterios para asignación del gasto público. También involucra un manejo monetario consistent­e con estabiliza­r la economía como mecanismos que robustezca­n el sistema de pagos local y con el exterior.

Así, superadas las discusione­s de concesione­s mutuas, resulta relevante estimar cuál podría ser la tasa de interés aplicable a la deuda argentina y su consecuent­e impacto. A este nivel, movimiento­s de 2 puntos anuales en esta tasa repercuten en variacione­s de precios de títulos de 10 puntos. Las tasas de interés internacio­nales están sumamente bajas y las usadas para el caso argentino resaltan por lo elevadas. Como referencia, los rendimient­os de las deudas soberanas en dólares de distintos países de nuestra región están en el orden del 2-5% anual. La Argentina bien podría, en el tiempo, ir a niveles de tasas comparable­s bastante inferiores al 10% anual utilizada en el ejercicio teórico para las discusione­s.

Director de Quantum Finanzas

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