LA NACION

Peso y cuarentena. El 80% de los argentinos aumentaron entre 1,5 y 3 kilos

Surge de una encuesta de la Sociedad Argentina de Nutrición; el sedentaris­mo se conjuga con el estrés y la ansiedad, que llevan a comer más y a ingerir alimentos de mala calidad; consejos para cuidarse

- Evangelina Himitian

Primero fue una torta de naranja. Natalia Funes, de 36 años, incursionó en una receta que a sus hijos les fascinó al comienzo de la cuarentena. Y enseguida se convirtió en un clásico de las tardes. Tomar el té los cuatro juntos, siempre con algo rico. Javier, su marido, probó una receta que vio en TikTok y empezó a hacer churros. Después empezaron a hacer pan de masa madre, a desayunar huevos revueltos y a descorchar una botella de vino todas las noches. Cuando se pesaron, a los 30 días del inicio de la cuarentena, descubrier­on lo que las calzas y los pantalones de pijama habían ocultado: las rutinas aeróbicas por Instagram no alcanzaron para contrarres­tar el aumento de calorías.

Natalia y Javier habían subido dos kilos, y los chicos, de 7 y 5 años, uno cada uno. “Hace unos días me pesé otra vez y ya subí casi cuatro kilos. Me decidí a comprar una bici fija, pero a todos lados que llamo me dicen que están agotadas. También las cintas. Reservé un rodillo para usar la bici de calle como fija, pero me lo entregan el 10 de agosto recién. Parece que están todos en la misma que nosotros”, cuenta Natalia.

No está equivocada. Según un estudio que realizó la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y que se va a publicar como trabajo científico en estos días, el 80% de los argentinos subieron de peso durante la cuarentena. ¿Cuánto? Durante los primeros dos meses, entre 1,5 y 3 kilos.

En promedio se viene subiendo un kilo por mes, como si fuera un embarazo, indica Mónica Katz, médica especialis­ta en nutrición y presidenta de la SAN. “Este es el choque de dos pandemias. Antes de la cuarentena, siete de cada diez argentinos tenían sobrepeso u obesidad. Y llegó el coronaviru­s. Hay un discurso de autoindulg­encia, de creer que cuando todo esto termine vamos a volver a entrar en el jean. Pero hoy el aumento de peso nos preocupa porque la obesidad convierte a un paciente común en un paciente de riesgo frente al Covid-19. No estamos hablando de una cuestión estética”, apunta Katz. Distintos estudios señalan al exceso de peso como un factor que complica los cuadros por esta enfermedad.

El grupo de trabajo de la SAN en obesidad realizó una investigac­ión que entrevistó a 6000 argentinos. E impulsó una serie de recomendac­iones para detener el aumento de peso en la población. “Hay un componente muy emocional en esta ganancia de peso, además del sedentaris­mo por el aislamient­o forzado. Estamos estresados porque nos percibimos amenazados”, agrega.

“Se liberan las mismas sustancias si estamos frente a un tigre o ante la noticia de nuevos contagios. El cortisol, que nos prepara para la lucha o para la huida. Pero el encierro no nos permite ni una cosa ni la otra. El cortisol en el cuerpo forma grasas que se acumulan en el abdomen. Además, nos da ganas de comer las llamadas comidas de confort. El mecanismo que utilizamos para bajar el nivel de cortisol es comer cosas que nos hagan acordar al recreo, a los amigos, a la abuela: galletas, facturas, tortas, helados. Carbograsa dulce que nos recuerda a la infancia. Después seguimos con los snacks salados. Durante la cuarentena, nos la pasamos picoteando. Nuestras comidas preferidas ya no son las de siempre”, detalla.

Debemos hacer algo por gestionar el estrés, dice: “Porque si no, nos automedica­mos con comida”.

El alcohol es un capítulo aparte en esta cuarentena. Según el estudio de la SAN, el 18% de los argentinos aumentaron el consumo de alcohol. “Esto tiene varios efectos. Entre ellos, que sumamos gran cantidad de calorías. El alcohol tiene siete calorías por gramo, el doble que la comida, y ni siquiera nos damos cuenta de que las estamos incorporan­do”, dice Katz. Otras consecuenc­ias son la fijación de grasas y los problemas del consumo excesivo producto del encierro.

El gobierno porteño también hizo una investigac­ión online para conocer cómo cambió la forma de comer durante la cuarentena. Entrevista­ron a 3700 personas y encontraro­n que en el 70% de los hogares aumentó el hábito de cocinar. Y también se incrementó la comensalid­ad: más familias comparten la mesa durante las cuatro comidas, algo que antes ocurría solo durante la cena y a veces en el desayuno. Hoy, el 50% de las familias desayunan y meriendan juntas, el 70% comparten la mesa del almuerzo y el 90% cenan juntas. “Es un dato muy positivo, porque la comensalid­ad y el crecimient­o de la comida casera se traducen en mejores hábitos de alimentaci­ón”, explica Cecilia Antún, nutricioni­sta y directora del Programa de Desarrollo Saludable de la Ciudad, a cargo del estudio.

“Sin embargo, cuando indagamos de qué alimentos aumentó el consumo, la lista la encabezan los panificado­s. Pan, galletas, facturas, tortas. Aunque muchos sean caseros, no son alimentos que se puedan comer a diario, porque se van a traducir en una importante ganancia de peso. También aumentó el consumo de verduras, porque hay más tiempo para cocinar. Y eso es muy positivo. Pero bajó el consumo de frutas, de carne y de huevos”, señala Antún.

El boom del rodillo

Alejandro Conterno es consultor de turismo y fotógrafo. Tiene 48 años, vive solo y desde hace un año y medio se propuso una rutina para bajar de peso y recuperar estado físico. Hasta que llegó la cuarentena. “Sigo con exceso de peso, pero decidí que tenía que hacer algo para este tiempo. Me recomendar­on entrenar en rodillo. Y aunque me costó conseguirl­o, todos los días me pongo frente a la tele, con un documental de la Patagonia, y pedaleo al menos una hora y media. No me cuido mucho con las comidas, se hace lo que se puede, pero lo compenso con ejercicio”, describe. El rodillo se convirtió en uno de los equipos más comprados esta cuarentena, ya que permite adaptar la bicicleta de calle y usarla como fija.

Carolina Maristany vive a una cuadra del Parque Chacabuco y una de las cosas que más extraña es correr por esa pista de atletismo. Siempre fue muy deportista. Entrena fútbol en un club. Pero con el aislamient­o decidió hacer ejercicio adentro. “Pocas veces salí a correr cuando se podía. Entre el frío y el horario no me motivaba. Pero me enganché con un grupo de entrenamie­nto funcional por Instagram y hago todos los días”, cuenta.

Ella representa al 20% de los argentinos que no engordaron en cuarentena. Es más, representa al más raro caso de los que en este tiempo adelgazaro­n. “Descubrí que la vida social engorda. Y al estar en casa, elijo mejor lo que compro y como. Obvio que por ahí me da fiaca y ganas de quedarme en el sofá calentita. Pero las endorfinas que se liberan durante el ejercicio hacen que me sienta más motivada y tenga ganas de entrenar”, apunta Carolina, de 34 años, que es asesora laboral.

Los norteameri­canos son los que más subieron, y con una cuarentena no tan estricta: en los primeros 40 días subieron entre tres y siete kilos. Pero los kilos que subieron los argentinos durante los primeros meses del distanciam­iento no se irán solos. Esa es la mala noticia, dice Antún. “Solemos creer que esos kilos son exclusivam­ente porque ya no salimos a caminar para tomar el colectivo o llevar a los chicos al colegio. Pero no es así. Hay que prestarles atención porque después vamos a necesitar un plan hipocalóri­co y más actividad física. Pensemos que somos una sociedad que ya está bastante excedida de peso. No es el momento para ponerse a hacer dieta, pero detener el aumento de peso ya sería un gran objetivo”, suma.

La cuarentena aumentó patrones de consumo no saludables, según surge de la encuesta del gobierno porteño. “Se reagudizar­on ciertos patrones. El picoteo es un hábito que se incrementó bastante y en general no se da con alimentos saludables”, explica Antún. “Picoteamos más y hacemos menos actividade­s físicas. En las Estaciones Saludables, estamos brindando asesoría online. Uno de los temas que más se consultan es cómo la ansiedad se transforma en picoteo, sobre todo en los chicos”, agrega.

El grupo de trabajo de la SAN en obesidad está preocupado por el aumento del sedentaris­mo. Según el estudio, el 60% de los argentinos tienen hábitos muy sedentario­s en cuarentena. “Hay un núcleo duro, que no supera al 30%, que encontró la forma de entrenarse en cuarentena. Son deportista­s que ya salían a correr, o habitués de gimnasios; esos siguen activos. Pero los que ya hacían poco movimiento ahora hacen menos”, dice Katz.

El problema es que cuando nos movemos menos tenemos menor gasto calórico, y en el ser humano no existe un mecanismo automático que regule el hambre o la ingesta en relación con el consumo de energía. “Tiene que mediar una decisión de qué y cuánto comer, porque en nosotros no es automático”, aclara.

¿Cuál es la solución? Los especialis­tas coinciden en que no es momento de dietas ni de objetivos grandilocu­entes. En cambio, la recomendac­ión de la SAN pasa por armarse un plan, un estilo de vida para la cuarentena. “No podemos controlar nuestro gasto calórico, pero podemos controlar tres cosas: cuánto comemos, cuánto nos movemos y también cómo gestionamo­s el estrés”, detalla.

Para el primer objetivo, la recomendac­ión es armar un plan de comidas, tipo menú semanal. “Ni siquiera tienen que ser hipocalóri­cas. Podemos elegir entre todos lo que queremos comer esta semana y anotarlo. Después, con esa lista de alimentos vamos al supermerca­do, a la verdulería, o lo que sea. Sin apartarnos de la lista, sin comprar con tentación ni hambre”, propone Katz. Y no hay que saltear comidas. “La deuda de hambre se paga con comida”, agrega.

Llevar platos servidos a la mesa y no repetir porciones, e intentar que la mitad de todo lo que se coma sean frutas y verduras –que tienen 30 de los 60 nutrientes que se necesitan para enfrentar al virus con buenas defensas– son otros consejos.

Para lo segundo, es decir, cuánto nos movemos, hay que echar mano de lo que se tenga en casa. La soga, la cinta para caminar, la bicicleta fija, lo que sea, dice la presidenta de la SAN. Existen aplicacion­es gratuitas que miden los pasos. Los adultos deberían hacer 10.000 pasos diarios y los menores de 18 años, 12.000 pasos. “Podemos ponernos como objetivo caminar dentro de la casa cada vez que agarramos el celular. Pensemos que se usa unas tres horas y media diarias”, dice Katz.

Controlar el estrés quizá sea más difícil. “Cada uno sabe qué cosas lo ayudan a bajar. Tocar la guitarra, meditar, hacer ejercicio, cantar, encarar un proyecto. Hay que hacerlo. No normalicem­os la cuarentena”, concluye Katz.

 ?? D. spivacow/afv ?? Alejandro Conterno optó por adaptar su bicicleta
D. spivacow/afv Alejandro Conterno optó por adaptar su bicicleta

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina